Si yo supiera escribir, lo haría para contar cómo se nos escapan de las manos un montón de posibilidades para evitar toda desigualdad en el disfrute y titularidad del derecho a lo imprescindible que la civilización ha sido capaz de descubrir -muy particularmente en temas de sanidad, educación, acceso a la justicia e inversiones sostenibles para grupos de personas especialmente vulnerables (migrantes, indígenas, mayores, funcionalmente diversas…)-.
Si yo supiera escribir, no pararía de contar cómo más de la mitad de la humanidad, mujeres, sigue careciendo de derechos esenciales, que a los hombres se nos han dado por el hecho de serlo y sin riesgo de ser mutilados para satisfacer a otros.
Si yo supiera escribir, me asustaría por no saber decir que invadir un territorio ajeno y eliminar de cuajo vidas y derechos supone una grave vulneración de los compromisos que los países civilizados asumimos hace muchos años.
Si yo supiera escribir, escribiría de las limitaciones para la salud de los menores, que se derivan de una falta de planificación de los servicios de salud, especialmente pediátricos en nuestro país.
Si yo supiera escribir, relataría cómo estamos destrozando el Universo que sostiene a la Humanidad, aprovechándonos de recursos que pueden terminarse y contaminando el aire que respiramos y el agua que necesitamos, sin dar importancia a reducir, reutilizar y reciclar lo que la madre tierra nos regala.
Si yo supiera escribir, intentaría que vieran llorar a los océanos y a los campos por la indiscriminada, incontenible, inusitada e inmensa contaminación por el vertido de sustancias e instrumentos plásticos no reciclables.
Si yo supiera escribir, me afanaría por desvelar que no es viable la dignidad y el futuro de las personas y de las familias sin un trabajo decente que permita el crecimiento económico igualitario.
Si yo supiera escribir, seguro que lo haría sobre la desvergüenza y falta de responsabilidad de quienes deben sostener el sistema democrático de cualquier país que tanto cuesta alcanzarlo, evitando que la rabiosa actualidad se convierta en una actualidad rabiosa, pues los ciudadanos no tenemos derecho a que los insultos y los desprecios sean la normalidad institucional.
Si yo supiera escribir, denunciaría a quiénes ejercen sus derechos, pero se olvidan de sus responsabilidades para mantener las instituciones del Estado en condiciones de normalidad.
Si yo supiera escribir, empezaría a examinar por qué las asociaciones judiciales, los vocales caducos de un Consejo y del Tribunal Constitucional, los parlamentarios o el mismo Rey no ejercen las funciones que les corresponden para impedir el descrédito monumental que la sociedad civil está detectando desde hace años, por no haber previsto un sistema subsidiario de equilibrada renovación de los órganos constitucionales.
Si yo supiera escribir, haría lo posible para exigir que la vida pública se acompasara con el deseo de la ciudadanía de vivir en paz, sin estridencias, con respeto a las personas y a las instituciones y sosteniendo la confianza ciudadana hacia quienes les nombraron, alejados de toda corrupción.
Si yo supiera escribir, buscaría convencer de que el gran Pacto Mundial, contenido en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, no va de broma, ni puede ser puro maquillaje, y que nos puede ayudar a descubrir el paraíso soñado a través de la conmoción y la convicción, que solo será posible con la implicación y la alianza de las instituciones representativas y el compromiso de quienes en el mundo somos.
Pero, también, si yo supiera escribir, desvelaría la identidad de tanta gente que trabaja por los derechos de otros desde el anonimato y el compromiso irrenunciable.
Y, si yo supiera escribir… podría llegar a convenceros que el año 2023, de camino al 2030, puede ser mejor si la mayoría nos ponemos a ello. Así lo sentimos desde Fundación por la Justicia.
José María Tomás
Publicado en Levante.emv