Siria
Meditabundo y cabizbajo andaba yo con esto de Siria, que me trae a mal traer, porque cuando son los malos (Rusia o Al Asad) los que bombardean, rápidamente nos enteramos por la prensa o los noticiaros de la radio o de la tele de los muertos y heridos que han producido y especialmente de los niños victimas del bombardeo, amén de los desastres producidos en calles, escuelas, hospitales y viviendas.
En cambio, cuando los bombardeadores son de eso que se llama occidente, tengan o no autorización de la ONU, o como en este último caso, sin estar ni siquiera avalado por la OTAN, que ya me gustaría a mí saber quien concedió a la OTAN tamaña facultad, y obedeciendo únicamente los dictados de sus sacrosantos órganos
genitales (que se sepa), es verdad que nos enseñan hermosas fotos de la parte pirotécnica del asunto, pero nos quedamos sin saber si hubo muertos o no, de manera que había llegado a la conclusión de que los medios todos estaban de parte de los dueños de los misiles.
Mas, hete aquí, que de golpe caí en la cuenta de la gran diferencia que existe entre occidente y el resto del planeta, sea cualquiera su situación geográfica, y es que las bombas y los misiles occidentales, por efecto de la más avanzada tecnología, son inteligentes y cuando ya están llegando a su meta u objetivo, si observan la presencia de algún niño, de alguna viuda o de un anciano achacoso o de alguna persona en situaciones semejantes a las dichas, toman instantáneamente la decisión de no explosionar, respetando la vida de víctimas inocentes. Es cierto que esto permite a los rusos presumir de que han derribado tantos o cuantos misiles aprovechándose así de la reconocida bondad de Trump&Co, pero este es el precio que hay que pagar por pertenecer a nuestra sociedad culta, elevada, pacífica, democrática, cristiana y, sobre todo, occidental y capitalista.
Por cierto, conviene no olvidar los efectos benéficos que para las economías de los bombardeadores tienen los bombardeos, porque, por una parte, se prueba la eficiencia de los nuevos misiles, para corregir algún defecto ignorado, y, por otra, se gastan los misiles viejos de atrasada tecnología, que deberán ser sustituidos por los
nuevos modelos, lo que llena de alegría a los fabricantes suministradores de los buenos, bonitos e inteligentes misiles, con lo que aumentan los beneficios del capital y crecen los puestos de trabajo. Y ya con los nuevos juguetitos de matar, se puede seguir acojonando a cualquier disidente insurrecto que aparezca en cualquier punto del globo.
Bueno, creo que debo pedir perdón a los periodistas.
Juan García Caselles