Sirios en Valencia
En verano, la orilla del Sena quiere parecerse a una playa. Hay arena, duchas, juegos infantiles, bares y gente en bañador; pero no es una playa. Cuando la crisis de Calais, el pasado agosto, debajo de un puente renombrado había decenas de tiendas de campaña, cuerdas con ropa tendida y jóvenes africanos jugando al fútbol con cualquier cosa redonda que pillaran. Decenas de voluntarios de Cruz Roja les atendían. Al atardecer, acudían jóvenes franceses a enseñarles los rudimentos del idioma. Con papel y bolígrafo, como armas, luchaban contra el abandono.
Seremos ciudad de acogida, comunidad de acogida. Al parecer, el ayuntamiento prevé que el primer contacto con esta tierra sea en el edificio “Veles i vents” . Un gran mirador, plagado de terrazas, diseñado para seguir los entresijos de la America´s cup 2007 será el primer centro en el que se atenderá a los refugiados sirios. Nadie en aquellos días de glamour exultante, de exhibición obscena, de excesos sin fin, podía imaginar un uso de ese calibre para tan peculiar edificio.
La ocasión lo justifica. Cada día en el mundo 42.500 personas tienen que abandonar sus hogares y huir de una guerra. Guerras que se suceden entre protagonistas parecidos, con apoyos parecidos, de las que se beneficia siempre el oscuro mundo de la industria armamentista. Más de sesenta millones de personas son refugiados, un país errante en direcciones múltiples, mucho más poblado que España. Solo pueden recalar en ciudades.
Nos dicen que el ayuntamiento está recibiendo una avalancha de solicitudes de colaboración por parte de nuestros convecinos. Ciertamente será difícil canalizar tanto impulso colaborador.
Ada Colau, Anne Hidalgo y Sypros Galinos, alcaldes de Barcelona, París y Lesbos, a los que se han ido sumando los de A Coruña, Cádiz, Zaragoza, Santiago de Compostela y otras que llegarán, han hecho público un manifiesto “Nosotras, las ciudades de Europa”. Recuerdan que durante años los gobiernos han destinado la mayoría de fondos a convertir Europa en una fortaleza y que ahora las ciudades están preparadas para ser lugares de acogida y dar la bienvenida a los refugiados. Las ciudades no quieren caminar solas, necesitan ayuda, de dentro y de fuera; principalmente de los mismos gobiernos que les negaban el pan y la sal hasta que una foto desveló sus miserias.
El conflicto sirio tapa el ucraniano como éste tapó el eritreo o aquél el iraquí. La barbarie no cesa. Llegamos a la luna, hablamos con una persona a miles de kilómetros por un chisme pequeñísimo o curamos el cáncer pero somos incapaces de llevar paz a la humanidad. Podemos ver desde google cualquier punto del planeta pero somos incapaces de frenar guerras, masacres de inocentes y genocidios.
El autobús estaba a punto de llegar al cruce de Islas Canarias con Eduardo Boscá. Una señora, entrada en años, le dijo a su vecina que iban a llegar a Valencia una barbaridad de sirios y que eso era una vergüenza. -Nosotros no somos ricos y no estamos para acoger a nadie- Le recalcó. La vecina la miró con una mezcla de desdén e ironía. Abrió el bolso y sacó un libro de bolsillo, “Cometas en el cielo” de Khaled Hosseini. –Tenga, léalo. Es una historia que le hará entender que lo que ha dicho es una barbaridad. ¡Se lo regalo!-
Manuel Mata Gómez.
Artículo publicado en Levante.
Artículo publicado en Levante.