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Temporada otoño-invierno en el PSOE

El Congreso guarda un minuto de silencio por las víctimas de conflictos y violencia, el 7 de octubre de 2025.

El gobierno ha recuperado casi todo lo que había perdido: llevar la iniciativa y la capacidad para demostrar que la mayoría de investidura aún puede ganar votaciones

Se acabó el verano. Ya es otoño en el PSOE y en el gobierno rojo satánico, pero ya parece invierno en el Partido Popular. Nos fuimos a la playa con el convencimiento de que a una primavera de oro para la derecha, le seguía un verano glorioso mientras Pedro Sánchez y los suyos derrapaban inexorablemente hacia su más que merecido infierno. Un informe de la UCO no tumbó al ejecutivo entonces porque ya nos íbamos de vacaciones y daba bastante pereza meterse en otro lío en julio, como en 2023.

Pero el fin del verano siempre es triste, aunque entre las mantas se pueda hablar de amor; ya lo cantaba Danza Invisible. Primero se puso todo a arder en mitad del puente de la Virgen de agosto, justo cuando los barones populares habían pillado los mejores packs de vacaciones y su Instagram echaba humo por tanta imagen veraniega y tanta buena vibe. No quedó otra que encomendarse otra vez a la UME, inventada por el malvado Rodríguez Zapatero, y pedir más de lo que decían que no servía para nada. Después, va el taimado Pedro Sánchez y comparece en la Moncloa en el arranque del curso para anunciar no se sabe qué cosas sobre Israel y el genocidio en Gaza y, para sorpresa del antisanchismo, resulta que nos importa más que la vida y miserias del sanchismo y la mismísima Vuelta Ciclista.

Ni el juez Peinado pudo cambiar la conversación pública, pese a apostarlo todo a doble o nada al juicio con jurado para Begoña Gómez. Era cuestión de tiempo que Isabel Díaz Ayuso se sumara a la fiesta buscando su dosis diaria de likes lanzándose a tumba abierta a abrir su propia guerra ideológica mientras manda de nuevo a las mujeres a abortar a Londres. Su cálculo es sencillo. Si los rojos movilizan a los suyos con el genocidio, Ayuso pretende movilizar a los suyos con el aborto, convirtiéndolo en su genocidio particular.

En cambio, para los socialistas y para el presidente Sánchez la temporada otoño-invierno no ha podido empezar mejor. Además de haber acertado a colocarse desde el principio donde se ha ido decantando una mayoría transversal de españolas y españoles: en la condena y el horror ante el genocidio, el convencimiento de que hay que parar a Israel y la certeza de que la presión política y ciudadana sirven para algo y pueden cambiar las cosas, el líder de la oposición les ha regalado un empecinamiento absurdo en no hablar de lo que habla la gente y convencernos de que nos estábamos equivocando y el tema que debía importarnos era Begoña Gómez.

A partir de ahí, todo lo que podía salir bien, ha salido mejor. Se ganan dos votaciones inciertas dejando a Podemos bailando la yenka y al PP tratando de aclararnos si es genocidio o masacre, los populares se lían ellos solos con el aborto, el informe de la UCO amaga, pero no remata y Moreno Bonilla añade a la crisis sanitaria que ha dejado en la angustia a miles de mujeres, la crisis política de una gestión errática; ni siquiera la lamentable gestión del Ministerio de Igualdad y la ministra Ana Redondo en la crisis de las pulseras vale como compensación.

El gobierno ha recuperado en el arranque del otoño casi todo lo que había perdido al final de la primavera: llevar la iniciativa y marcar la agenda pública, la capacidad para demostrar que la mayoría de investidura aún puede ganar votaciones y un entorno donde acercarse al gobierno ya no parece una actividad de tan alto riesgo como lo parecía en julio. Se dan las condiciones para hablar de presupuestos. Al PP solo le queda encomendarse al Chistorragate y a los informes de la UCO.

Antón Losada
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