Tristes guerras, tristes armas
Llevaban dos años separados, pero la sentencia de divorcio, a pesar de que Ana presentara denuncias de maltrato, determinó que su verdugo compartiera la casa. A partir de aquel mes de septiembre de 1997, cambió en este país la percepción de la violencia machista. A partir de aquel año, nacieron organizaciones como la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género de la que formo parte. A partir de ese momento, en este país comenzamos a tomar conciencia sobre la violencia de género y dejó de ser un asunto doméstico escondido. La visibilización de los malos tratos que hizo Ana y que le costó la vida fue el punto de partida para avanzar y conseguir en 2004 la Ley Integral contra la Violencia de Género.
De los ocho hijos de Ana he conocido a Raquel, activista y comprometida en la lucha contra la violencia de género, trabajando con la Plataforma de Mujeres Artistas, colectivo que fuera ponente en la redacción del marco legal contra esta violencia.
Ahora se acaba de aprobar, sin presupuesto ni unanimidad, el Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Deseemos que funcione y sirva para prevenir, fomentar la igualdad y aglutinar el rechazo social a esta violencia mortal. En 2016, fueron 44 y este año, en octubre, son ya 39 mujeres asesinadas, y solo ocho de ellas habían presentado denuncias. Y, ante estas desgarradoras cifras y a pesar de que es la violencia que provoca más víctimas, sigue generando la indiferencia social. Reaccionemos.
Acabo este artículo siguiendo la información del 1-O y sintiendo vergüenza, rabia y tristeza. Ayer se rompieron muchas cosas en este país. Todos perdemos. Ya nada será igual. Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes armas si no son las palabras. Tristes, tristes.
Amparo Panadero
Artículo publicado en ElPeriodicoMediterráneo