Un colegio de la Malva-rosa de València activa la primera comunidad energética local solidaria
Las placas solares del CEIP Ballester Fandos donarán energía a 27 familias vulnerables, del barrio y del centro, cuando se complete un proyecto que educa a los alumnos en la cultura del ahorro energético
La generosa iniciativa nace de la complicidad de la comunidad educativa, concienciada con la transición energética, y solidaria con un barrio en el que hay serios problemas de convivencia y degradación
Hace unos meses, en el CEIP Ballester Fandos de València, enviaron una circular a las familias para saber cuál estaría dispuesta a participar en un nuevo proyecto de donación energética. Seis levantaron la mano, familias a las que donarán energía suministrada en las placas solares que colocarán en las terrazas del colegio.
Serán las primeras, pero aspiran a poder ayudar casi una treintena de familias, una iniciativa especialmente relevante para un barrio como el de la Malva-rosa y para un colegio como este, uno de los Centros de Actuación Educativa Singular (CAES) de la Comunidad Valenciana, donde hay niños que viven en barrios marginales o con situaciones especialmente complicadas en su entorno familiar. Por ello la etiqueta de comunidad energética local «solidaria» está más que justificada.
Es la primera valenciana y surge por la inquietud de Vicent Ripoll, director del centro desde hace dos décadas. «Hace veinte años ya lo propuse y me dijeron que era una locura, que era muy caro. Ahora sin embargo se entiende perfectamente», explica el docente. El proyecto les hará autosuficientes, y la energía restante la pueden compartir.
La propuesta se enmarca en el proyecto sostenible del colegio, que tiene dos huertos que cuidan los alumnos y que aplica medidas de ahorro energético en su día a día: hay bridas en los grifos del agua, revisión diaria de apagado de los pilotos de pantallas y de las luces del centro y un compromiso también por parte de los alumnos, que aprendieron a abrigarse más en invierno para encender la calefacción «lo justo y necesario».
La Comunidad Energética Solidaria Malva-rosa, primera comunidad energética local surgida desde la sociedad civil, es iniciativa de la directiva y de su AMPA, pero también del barrio de la Malva-rosa, en colaboración con la ONG Save the Children, que ya tiene identificadas a las familias, pues trabaja con ellas normalmente.
También el concejal de Emergencia Climática y Transición Energética del Ayuntamiento de València, Alejandro Ramon, forma parte de la CEL, y al consistorio reconoce el director su voluntad, pero recuerda que «aunque es un facilitador, el dinero no llega solo».
El proyecto cuesta unos 18.000 euros, y el 90% esperan cubrirlo con las Ayudas para la realización de instalaciones de autoconsumo con fuentes de energía renovable de la Comunidad Valenciana, a las que optan.
La burocracia está siendo «lenta», aunque Ripoll afirma tener el apoyo de la Dirección de infraestructuras de la Conselleria de Educación.
Las ayudas externas
En este proceso de creación de la Comunidad Energética Local ha intervenido el clúster AVAESEN, a través de su herramienta Plaza Energía, un marketplace que pone en contacto a interesados en pasarse a la energía fotovoltaica y a empresas, impulsando la creación de comunidades energéticas.
«Pusimos en contacto a los responsables del colegio con diferentes empresas asociadas que les asesoraron, llegando a colaborar con una de ellas, OBREMO», cuenta Bianca Dragomir, presidenta de AVAESEN. OBREMO es la empresa que se ha ofrecido a trabajar en el proyecto y que podría encargarse del mantenimiento de las placas, otro aspecto económico a tener en cuenta.
Al clúster AVAESEN confiaron la parte técnica y administrativa y cuenta el director del centro que fue clave la participación de Mariola Guarinos, project manager de AVAESEN, a quien califica de «ideóloga» de este proyecto. Guarinos había participado hace unos años en una hackaton de Greenpeace con la idea inicial de democratizar la energía.
«Aquella vez no ganó, pero me dijo, ¿quieres que lo hagamos? Su idea era captar la energía y redistribuirla entre la gente que la necesitara», explica Vicent Ripoll, que presume de parentesco con la técnico: son tío y sobrina.
Neus Navarro
Publicado en La Vanguardia