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Un indignado experimento

A estas alturas todo el Mundo tiene ya su opinión formada sobre el conflicto palestino-israelí, y yo me atrevería a afirmar que, salvo más o menos grandes o pequeños matices habría, si realmente conociésemos ese dato, un estruendoso consenso popular en el diagnóstico acerca de dicho problema. De ello quiero hablar y, lo voy a hacer desde ese seguro consenso del que parto, aunque antes de hacerlo recordaré algunos datos, no para contaros lo que todos ya sabéis, sino para entrar en materia e ir calentándonos.

Se estima en 14.8 millones de habitantes la población palestina en total, de los cuales malviven en Gaza y Cisjordania unos 5.6, lo cual significa que Israel ya ha logrado echar de Palestina a 9.2 millones de seres humanos. En realidad, lo que se ve es que no se trata de una guerra, pues para que se pueda hablar de guerra sería necesario que actuasen al menos dos ejércitos. En su origen, allá por los años cincuenta, parecía tratarse de un conflicto más: el de unos invasores potentes y fuertemente armados y bajo la protección de los Reyes del Mundo, contra un pueblo empobrecido por los latrocinios de sus invasores y carente de un ejército que les protegiese. Pero si observamos que hoy ese ejército invasor, a falta de un contrincante mínimamente fuerte y operativo se dedica a exterminar al pueblo vencido, veremos que estamos hablando de que aquel aparente conflicto inicial hoy está concluyendo, sin nadie que lo impida, en un calculado y frío genocidio.

Hamás como excusa no les vale. Israel proclama que estos son terroristas mientras, ellos, bombardean y machacan hospitales, centros de asistencia de ONGs, de la ONU, de la Cruz Roja, de Médicos del Mundo; asesinan sistemáticamente a sangre fría a aquellos periodistas y enviados de organismos oficiales mundiales que se atrevan a entrar en Gaza. Para entendernos: se comportan como los nazis en Guernica. ¿Se imaginan si España, alguna vez, tras un atentado de ETA, hubiese bombardeado Bilbao o San Sebastián? Pues en eso es lo que se ha convertido esa máquina de hacer virutas con todo aquello que consideran que estorba a sus planes expansionistas.

Hoy, ya tenemos confirmada la vieja sospecha de que Israel pretende anexionarse la totalidad de Palestina, de que todo esto va de desalojar al 100% de sus tierras a sus gentes, o, lo que es lo mismo, que desaparezca de Palestina incluso hasta su nombre en provecho de un Gran Israel, militarizado y sionista, vigilante y verdugo de los pueblos de Oriente Medio y aliado subsidiario o en comandita del Imperio Yanqui.

Es una vergüenza que los ciudadanos del mundo entero estemos obligados a contemplar atados de pies y manos, ese genocidio, visionando impotentes la inmisericorde masacre y exterminio de un pueblo caído en desgracia en aras de un destino de carácter bíblico ¿Será también Israel una unidad de destino en lo universal?

Sabemos que esa vergonzante actitud es debida a que ningún gobierno se atreve a contrariar al “Gran Jefe”, ni siquiera a tomar una decisión que moleste en lo más mínimo al Míster. Este es el infamante caso de los países europeos y, entre ellos, España. Los pueblos, en el caso de Europa, estamos concienciados y dolidos por el incesante cúmulo de aberrantes crímenes y atrocidades que diariamente nos sirven los medios. Sin embargo, nuestros gobiernos, impertérritos, dedican todos sus esfuerzos a mirar para otro lado.

Yo, sincera y personalmente, creo que nuestros gobernantes, al menos un gran número de ellos, deben estar horrorizados y asqueados, pero son igualmente tan cobardes como nosotros. Buenos conocedores del funcionamiento del Sistema, deben sentirse aterrados y solos ante el peligro. Por ello, creo que es llegado el momento de que sea la propia Sociedad Civil la que tome las riendas y empuje a los gobiernos, a nuestros gobiernos europeos, para que actúen e intervengan de una forma u otra, en el sentido de no solo parar este sistemático genocidio sino, también de tratar de resolver de alguna manera, pero lo más inmediatamente posible, el conflicto.

Sabemos que hacer algo individualmente no se puede; votar cada cuatro años sirve para poco, pero para casos como este, menos aún. Por otra parte, el Sistema se ha sabido blindar ante los efectos de las grandes manifestaciones, haciendo que estas pierdan su antigua fuerza: cualquier salida por el lado de la fuerza o de la violencia generada por la indignación popular hoy, suele resultar contraproducente. El Sistema se ha dotado de la mejores armas y métodos y, hoy, es, sin la menor duda, el dueño y señor absoluto de la violencia.

Entonces… ¿Qué nos queda?

Pues tendremos que aprender a ser creativos. Los pueblos no pueden, no podemos ni debemos resignarnos, ya hemos visto que individualmente (sé que es una perogrullada) sin o con la violencia no se va a ninguna parte… pero nos queda la Sociedad Civil. Sí, yo creo que la Sociedad civil puede hacer muchas cosas y a mí se me ocurre una de ellas. Vean:

En este país tenemos muchos miles de Sociedades Civiles de todo tipo: musicales, falleras, culturales, sociales, etc. Si los socios de dichas sociedades mediante Asambleas Generales deciden que todas las comunicaciones, anuncios, cartas, carteles, WhatsApp, etc, que generan dichas sociedades estuviesen acompañados en algún lugar visible de una leyenda como la que propongo a continuación. Creo que, dependiendo de la cantidad en que se hiciesen, debería hacer posible que se cambiase algunas cosas. Este sería, más o menos, el enunciado:

La Sociedad Tal y Tal EXIGE al Gobierno de España que rompa las relaciones comerciales y diplomáticas con el Estado Genocida de Israel.

Desde luego no soy capaz, no tengo la menor idea de los efectos prácticos que podría tener dicha iniciativa, pero lo que sí sé es que, aún en el peor de los casos, nos habríamos quitado cada uno de nosotros alguna parte de ese hediondo mal sabor de boca que produce tener que tragar tanta mierda sin, al menos, haber intentado mover siquiera un solo dedo para evitarlo.

Miguel Álvarez

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