Una nueva barbarie, pero no totalmente nueva: realidad y peligros de la mujer
La toma de Afganistán por parte de los talibanes tiene en vilo a la mayor parte del planeta, tanto por las consecuencias a nivel internacional- un casi seguro exilio de centenares de miles de refugiados afganos y un panorama de relaciones internacionales con Afganistán problemático -como por el peligro que corre la seguridad de la población del propio país. La situación general es la de la extrema vulnerabilidad de miles de personas y el cuestionamiento de las acciones del gobierno estadounidense en su pasado más reciente.
Sin embargo, la mala comunicación y el entendimiento parcial entre el mundo occidental y el islámico propicia una falta de información generalizada entre la población. Tenemos que leer y leer sobre la historia reciente de Afganistán para poder medianamente comprender la magnitud de lo que está sucediendo.
En todo este proceso, se ha puesto el acento sobre la seguridad de las mujeres afganas. La lectura desde occidente es la de una absoluta barbarie: abandonadas a su suerte ante los talibanes, los crímenes y la vulneración de derechos fundamentales serán la nueva orden del día para ellas. Organizaciones feministas piden la apertura de un corredor humanitario para las mujeres afganas, y denuncian un retroceso global en los derechos humanos. La población más conservadora también bebe a grandes sorbos del espectáculo de horror afgano, y se burla de las preocupaciones nimias de las mujeres que viven a salvo en países igualitarios. “Que vayan las feministas a Afganistán y pinten los bancos de morado” dicen en las redes sociales. La pregunta correcta que debemos hacernos es, ¿Cuál es la realidad de las mujeres afganas y cuales son los nuevos peligros que corren?
Lo cierto es que la vulnerabilidad de las mujeres en Afganistán lleva siendo denunciada durante décadas. Pese a que la República de Afganistán fuera construida bajo parámetros democráticos occidentales, la realidad del país nunca ha podido ser leída bajo esos parámetros. Afganistán es un país altamente fragmentado y desunificado, por lo tanto, hacer una lectura de “mejora” o “empeoramiento” de la situación de las mujeres en el conjunto del país es altamente difícil, pues no hay una unidad desde la que hablar. La situación de las mujeres en Kabul dista mucho de la situación de las mujeres en áreas rurales, muchísimo más que en otros países. Es preciso, más que nunca, atender a las voces de dentro de Afganistán.
Movimientos de insurrección feministas dentro de Afganistán llevan denunciando violaciones sistemáticas de sus derechos, tanto durante el periodo talibán como durante el periodo democrático. Así, el movimiento RAWA, fundado en 1977, ha criticado que la violación de los derechos de las mujeres en base al fundamentalismo religioso es la misma en tiempos de los talibanes que con la República Democrática de Afganistán, y esto se hace notable en las zonas rurales. «Es cierto que, en las grandes ciudades, las mujeres ya pueden ir a la escuela y a la universidad, pero no hay seguridad en los pueblos ni en las medianías«, dice la activista Mirta Shomal en 2010.
¿Significa esto que con la llegada del Emirato Talibán los derechos de las mujeres no van a empeorar? No, los derechos fundamentales corren más peligro, la situación de vulnerabilidad es mayor, pero no podemos olvidar que la situación de las mujeres en Afganistán lleva décadas sin ser siquiera medianamente positiva.
El lugar desde el que valorar la realidad de las mujeres afganas es el de un peligro inminente construido sobre una situación vulnerable preexistente. En línea con las voces de las propias mujeres afganas, un mal mayor sobre un mal ya establecido en el país. Entender esto transforma la lectura simplista de que el Afganistán invadido por la OTAN respetaba y garantizaba los derechos de las mujeres, mientras que el Afganistán invadido por los Talibanes los vulnera claramente. La lectura es mucho más dificultosa y pesimista: la realidad es que ni la invasión de la OTAN ni la toma Talibán han hecho ni harán nada por los derechos de las mujeres afganas, sometidas al analfabetismo y a la violencia estructural desde hace décadas.
Así, los peligros a los que se enfrentan las mujeres afganas actualmente no son debido al “abandono de los Estados Unidos a su suerte”, sino a una situación estructural de violencia contra la mujer que existía bajo el gobierno afgano, y empeora con la llegada de los Talibanes. Con la llegada de estos, se da no un retroceso global en los derechos de las mujeres- un derecho en continua lucha por su conquista desde hace décadas- sino un retroceso global en los derechos fundamentales. El Emirato Talibán parte de un extremismo religioso con contacto mínimo con los debates islámicos alrededor del mundo. El rasgo más notable y peligroso que llega con los talibanes es la desaparición de un límite entre lo público y lo privado. La rigidez talibán en la interpretación del islam es tal, que la distinción entre el ámbito privado y el ámbito público se sitúa a límites premodernos, corriendo el riesgo de establecerse un sistema basado en reglas y castigos de corte feudal. Teniendo en cuenta esto, sumado a la situación preexistente de las mujeres en Afganistán, ahora su existencia claramente corre peligro. Una nueva barbarie, pero no totalmente nueva.
Celia Ferrer
Publicado en Nueva Tribuna