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Valencia no está en venta ¿o sí?

Pues si no se le pone freno a la especulación sí que lo está. El encarecimiento de la vivienda, convertida en bien de especulación, es una de las consecuencias de centrar la economía en el turismo.

Los precios de la vivienda para vivir no paran de incrementarse en la búsqueda de esa rentabilidad que trae el turismo, con sus miles de apartamentos turísticos registrados en los últimos dos años (con una moratoria en Valencia que no funciona, colapsados de denuncias sin tramitar pero con personal suficiente para desbloquear 30 licencias hoteleras de golpe y se vanaglorian de ello), junto con la construcción de viviendas de lujo a precios imposibles para la mayoría de residentes con los sueldos de aquí.

Hay negocio y tras el olor a dinero vienen tanto los fondos de inversión, como los extranjeros que consideran que éste es un buen lugar para invertir. Los datos son claros, el 50% de las viviendas de Alicante están siendo adquiridas por extranjeros. En toda la Comunidad el 30% y buena parte al contado.

El mundo ha cambiado en la postpandemia y nosotros tenemos algo que todos aquellos que viven en ciudades donde la lluvia es muy frecuente desean: un hermoso cielo casi siempre azul y unas bonitas playas por las que pasear casi cualquier día del año.

Además, nos han educado bajo un mantra: que el turismo trae riqueza. Así que cualquier medida que pidamos de control sobre los efectos del turismo es demonizada por las élites empresariales del sector, junto a sus aliados políticos.

Pero ¿para quién es esa riqueza? ¿para esas élites? y ¿a qué precio social?  Ahora mismo los alquileres en ciudades como Valencia se han casi duplicado, la compra de vivienda es inaccesible para la mayoría, los negocios adaptan sus precios al bolsillo del turista, los comercios de barrio desaparecen y los residentes se ven obligados a abandonar su entorno vital porque no se puede hacer frente a este incremento de precios. El malestar se ha hecho visible el pasado sábado en ciudades como Valencia que clamaban masivamente contra la turistificación y el derecho a casas para vivir, bajo el lema Valencia no está en venta.

Mientras acontece todo esto, la derecha sique hablando insistentemente de la ocupación de viviendas, lo que hace que haya gente que por miedo a la ocupación no ponga sus viviendas en alquiler. No olvidemos que la sensación de inseguridad también es un negocio.

Ante este panorama ¿qué hace el gobierno valenciano del PP? Pues seguir negando que el turismo desmesurado está causando estragos en el acceso a un derecho esencial, como es la vivienda, y está afectando a nuestro derecho a vivir en nuestra ciudad. En efecto, esta manera de dejar sin control el turismo y a merced del mercado todo lo relativo a la vivienda ignorando ese derecho básico nos está expulsando de nuestros barrios. Entre tanto, el gobierno de Mazón ha lanzado una campaña propagando la idea de que todos somos turistas. Ese es el nivel.

Como ya he mencionado, basar la economía en el turismo encarece la vivienda. Otro de los efectos negativos de esto es el inferior nivel de estudios de las poblaciones turísticas o la mayor pobreza, especialmente de los jóvenes, según estudios como el reciente informe del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y la Fundación Ramón Areces. Es el llamado Beach disease (enfermedad de la playa), esto es, los efectos perjudiciales para el conjunto de la sociedad de priorizar la industria del turismo a largo plazo.

Mientras el gobierno del PP siga negando los efectos negativos del turismo y se niegue a intervenir el mercado para garantizar precios de la vivienda acordes a nuestros sueldos, el problema no parará de crecer.

Las soluciones están ahí, pero requieren que el PP cambie de lado y pasar de defender a los especuladores a defender a la gente trabajadora que necesita un hogar donde vivir. Lo que es contrario a las políticas e intereses del PP.

Por ello y para que Valencia deje de estar en venta necesitamos un gobierno que no quiera venderla.

Isaura Navarro
Publicado en Valencia Plaza

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