¿Y el cerebro pa’cuándo?
“La próxima vez que pienses que hay algo sin lo que no puedes vivir, espera una semana y verás si sigues vivo o no”.
Guy Kawasaki
¿Mujer, rozaduras en los muslos?… Desde ya, disponemos en el mercado de un elemento que marcará un antes y un después en el ámbito de las rozaduras: las bandalettes. Son unas tiras elásticas de aspecto lencero que se ponen en los muslos, que se venden en todos los colores y que están perfectamente acabadas y diseñadas para que no podamos vivir sin ellas. Las bandalettes están concebidas igualmente para que no perdamos capital erótico cuando las llevamos puestas. Por ello, el aspecto es super sexi, de blonda super atractiva y con un acabado irresitiblemente cuqui. Aún te digo más: necesitas comprarte unas, aunque no tengas muslos potencialmente rozables, ni falda sastre con raja lateral, que deje asomar dicho encaje mientras al cruzar una pierna sobre otra presides la reunión de empresa de la que eres, oh yeah, Directora General. Tú haces un paneo por las fotos disponibles en la red de este producto que hoy te traigo y te entran unas ganas tremendas de comprar bandalettes y llevarlas hasta para estar por casa.‘Casa’ es ese espacio reinventado por la industria donde ha quedado estipulado que más sexys hemos que estar las mujeres. Yo misma, autónoma, cincuenta añazos, debería disponer ya de media docena de bandalettes en mi fondo de armario, que no sé qué hago escribiendo este Fémur sin llevar puestas las que me hacen conjunto con el outfit que lucimos las autónomas cuando trabajomos indoors durante las interminables jornadas en las que desatamos todo nuestro potencial y talento.
No se me alborote la testosterona, he googleado un momento y, efectivamente, existen bandalettes para hombre. Sin blondas, ni encajes cuquis, super austeras. En la foto están etiquetada como ‘unisex’, que es un concepto muy oldfashion y super binario que significa que la prenda puede ser utilizada por ambos sexos, con lo que deja fuera a todas aquellas personas que no se identifiquen con esas dos opciones. Existe, pues, sólo un 1% de hombres que son potenciales clientes de este complemento, porque ya sabemos que los hombres, dos puntos, no sufren rozaduras entre los muslos, ni picores o escozores en sus zonas íntimas que les hace perder la pasión, y tampoco padecen hemorroides en silencio, ni se les oscurece el cútis como para necesitar un iluminador de tez. El 99% de las fotos googleadas sobre el ítem bandalettesson de mujeres porque somos las mujeres a las que, oh, maravillas de la biología, nos rozan los muslos uno contra otro al andar. Que, luego, haces zoom en las fotos y lo que ves son mujeres a las que las bandalettes les hacen la misma falta que a un calamar luciérnaga un iluminador facial. Exáctamente la misma falta que les hacen las cremas anticelulíticas a los cuerpos púberes de talla 34 y 36 que utiliza la industria para perpetrar sus propagandas dirigidas a hacernos sentir NSFAR (Non Sufficiently Feminine As Required), que es un síntoma que si no existe, debería de empezar a preocuparnos.
Ahórrense críticas sobre si yo reniego de ser femenina porque eso algo irrenegable. Si soy mujer, soy femenina, punto. Otra cosa es que pase por el aro del constructo publicitario por el que me quieren hacer pasar a diario para ser femenina, algo que ya soy sin coste añadido y sin necesidad de bandalettes o iluminador de piel (disculpa la insistencia con lo del iluminador facial, pero es que me tiene secestrada la corteza prefrontal este producto… Que no escriba un Fémur sobre El iluminador de piel, la corteza prefrontal y la toma de decisiones).
Tras un riguroso estudio compartativo durante dos cafes, he llegado a la conclusión siguiente: a los o las fabricantes o fabricantas de bandalettes, las rozaduras intermuslamares les importan un pepino. Lo que han lanzado al mercado es un ítem absurdo más, dirigido por enésima vez al fomento de la inversión en capital erótico para que las mujeres tengamos un elemento absurdo más que incorporar a los ya vitales iluminadores de piel, sin los que no deberíamos vivir. El capital erótico no cotiza en bolsa; sin embargo, de manera inferida, se invierten a diario millones de dólares y miles de horas del tiempo de las mujeres en ese sector, que suman más millones a… Todo esto me aboca a la reflexión siguiente: ¿Pa’cuándo una oferta que, de verdad, facilite las vidas de las mujeres?… ¿Pa’cuándo un periférico por el que dejemos de proceder en el día a día como si tuviésemos un tercer brazo articulado, ajustable, multidireccional, que nos permite dar la merienda a un menor, preparar los bocadillos del cole, hervir la quinoa, trocear un pollo, diseñar la última diapo del proyecto, tuitear algo ingenioso, colgar el post en el blog, recabar las facturas para el IVA trimestral, tomar un vino mientras se cuece todo y leer un buen libro porque leer es lo que te da la vida y a eso NO vas a renunciar?
Puesta a lanzar propuestas serias: ¿Pa’cuándo un detector de humillaciones que ayude a descubrir la más mínima, incipiente y subrepticia manipulación publicitaria dirigida a menoscabar la autoestima femenina, que active, de inmediato, una proyección en 4K mostrándonos la sala donde se frotan las manos quienes se forran gracias al invento del NSFAR? Ese mismo artefacto podría incorporar un resorte que nos eyectara de la tienda on/off line, donde se ofreciese dicho elemento perverso, hacia una librería, por ejemplo. En serio, va, les lanzo el reto: ¿Y el cerebro, pa’cuándo?
“Si no me podéis dar poesía, ¿me podéis dar ciencia poética?”.
Ada Lovelace
Fani Grande
Artículo publicado en El Femur de Eva