y el lunes 24…
Amanecen tranquilos los días. El mundo sigue su marcha. Conocemos las noticias que ya no son noticias. Son de días atrás. Se habla de cosas que pasaron y de las que pueden pasar, pero poco de lo que está pasando… no se comenta que, ese tal “Tezanos”, el “manipulador” director del CIS se haya acercado más que nadie a la verdad, ni que las encuestas de los periódicos “serios”, curiosamente, fallaron al alza… en fin…
Otra noticia que no parece serlo, es que los nazis de Ucrania, aprovisionados de drones especiales de guerra por la OTAN, o sea, por nosotros, han conseguido alcanzar Moscú y Crimea, tocándole cada vez más de cerca las narices al dictador de Rusia. Si a alguien se le ocurre alegrarse, le recuerdo que cada vez que ese sátrapa se lleva una mano a la nariz porque se la están tocando, la otra mano se acerca cada vez más al botón rojo.
Comento esto porque soy cada vez más consciente de que la ciudadanía, al menos en este país, no es consciente de que estamos en guerra: nos debemos (lo votamos) a la OTAN. Mandamos tanques, munición y equipos a las fuerzas armadas regulares ucranianas y también a las legiones mercenarias, equipadas, instruidas y dirigidas por la CIA, tropas que son las que realmente en 2014 dieron un Golpe de Estado, iniciaron, mantuvieron y están llevando el peso de una guerra que perjudica muy gravemente al mundo entero… menos a las élites de un solo país. No sé si el personal no ve, o no quiere ver, que de las decenas de millones de refugiados que andan sueltos por el mundo, aquí solo llegan los de Ucrania. ¿No os preguntáis por qué?
Ya sé, me hago cargo, de que todo esto afecta a nuestra comodidad mental, que sería molesto ponerse a pensar en qué es lo que pasa para que, en la campaña electoral, esta guerra se haya contemplado (por todos los bandos y bandas) como una catástrofe natural, acompañada siempre por la epidemia y por el volcán de La Palma. No… recuerde, no mandamos en los volcanes ni en las epidemias, pero las guerras se pueden y se deben evitar.
No hablo de una cuestión teórica, ni ética, (que también) hablo de supervivencia. ¿O no es una cuestión de supervivencia acordarse de que mientras empezamos a notar las graves consecuencias del Cambio Climático, no el gobierno, sino todos los Poderes del Estado nos han encajado en una guerra que ni siquiera nos concierne?
Llámenme cenizo, ave de mal agüero… llámenme lo que quieran, pero yo, debido al privilegio de poder acceder a estas páginas, me siento en la obligación de recordar al conjunto de la ciudadanía que mirar para otro lado no es la solución.
Ustedes verán.
Miguel Álvarez