Estamos en un momento decisivo a nivel ambiental. ¿En qué momento se encuentra el planeta?
Estamos atravesando una crisis ecológica profundísima. No es una crisis reciente, viene ya de hace tiempo. Podríamos situar como punto de arranque de la denuncia de esta crisis ambiental el discurso sobre los límites al crecimiento que hicieron Donella y Dennis Meadows en el año 1972. Desde entonces hasta ahora, se ha seguido profundizando una dinámica económica que crece exponencialmente, utilizando cada vez más recursos y generando cada vez más residuos. Esto ha terminado provocando una tremenda crisis ambiental que se puede plasmar, por una parte, en una crisis de energía y materiales. No nos encontramos solamente ante el pico del petróleo sino de prácticamente todos los minerales de la corteza terrestre.
¿Qué es el pico del petróleo?
Y la biodiversidad, ¿qué importancia tiene?
¿Cómo puede ser que estos temas no se encuentren en un lugar prioritario en las agendas políticas mundiales o ante las campañas electorales?
Creo que si que han empezado a tener un lugar prioritario en las agendas mundiales. Ya nadie deja de hablar de cambio climático –excepto Donald Trump. Este fue un tema importante abordado en el foro de Davos. Por ejemplo, los ejércitos –OTAN, EEUU– plantean el cambio climático como un multiplicador de amenazas ante el que los propios ejércitos se autopostulan como especialistas del caos. Todas estas instituciones económicas y políticas son conscientes de que se van a producir todo tipo de problemas como, por ejemplo, migraciones forzosas. Lo que no está en la agenda, o permanece muy oculto, es cuales son las soluciones a esos problemas que pongan en el centro y como prioridad la supervivencia de las mayorías sociales. Un ejemplo: cuando el huracán Sandy cayó sobre Nueva York, Manhattan se quedó a oscuras y lo único que permaneció iluminado fue la torre de Goldman Sachs. Se evidenció que estaban preparados energéticamente para una situación de este tipo. Hay sectores que sí se están preparando para el cambio climático y para la crisis ecológica.
“Para poner la vida de todas y todos en el centro, hay que hacer una redistribución radical de la riqueza”
¿El sistema capitalista es compatible con una transición ecológica?
Existen otros saberes, otras perspectivas más allá de la tradición occidental que nos permiten vivir con más equilibrio con nuestro entorno. Una de ellas es el ecofeminismo. ¿En qué consiste?
El ecofeminismo es una corriente de pensamiento y un movimiento social que está basado en el dialogo entre los postulados básicos del movimiento feminista y los del movimiento ecologista. Tiene que ser un dialogo en plano de igualdad porqué puede haber miradas ecologistas profundamente patriarcales, al igual que puede haber algunos feminismos que buscan la emancipación de las mujeres sobre una base antiecológica. Ese diálogo, nos hace comprendernos mejor como especie. Cuando se ponen en dialogo los análisis que cada uno de los movimientos hacen por separado se vuelven mucho más fuertes. La base del ecofeminismo es entender que la subordinación de las mujeres en las sociedades patriarcales, el deterioro de la naturaleza o la invisbilidad de los procesos naturales en las sociedades capitalistas, tienen raíces comunes. Hacen falta ciclos naturales para que la naturaleza se reproduzca y también un trabajo cotidiano, que es el cuidado de los cuerpos, para que cada vida humana en solitario sea simplemente una certeza.
¿En qué sentido?
¿Qué herramientas nos da el ecofeminismo para poder hacer las ciudades más habitables?
El ecofeminismo quiere poner en el centro la vida. Poner la vida como protagonista. En toda esa crisis ecológica que hemos descrito, las ciudades juegan el papel del león, del depredador: son las mayores emisoras de gases de efecto invernadero, las mayores consumidoras de los productos que han sido fabricados con los minerales extraidos de la corteza terrestre. Son verdaderos sumideros de energía y de materiales. Y también, la ciudad, en esa falsa dicotomía entre ella y el campo, se plantea por encima del mundo rural. Se perciben como dos cosas completamente diferentes, a pesar de ser obvio que no hay ciudad si no hay campo. En una ciudad grande como Madrid, por ejemplo –que es donde yo vivo–, habitan millones de personas pero, sin embargo, en la ciudad no se produce nada que sirva para estar vivo, nada que mantenga la vida corporal. Las ciudades, dentro de este desigual distribución de los recursos, acaparan una parte importante de ellos. Además, las vidas en las ciudades ante la crisis ecológica y social, ante el cambio climático, se vuelven muy vulnerables. La vida en la ciudad se empieza a hacer mucho más difícil y aparecen importantes focos de exclusión, de desempleo estructural. Es más, cuando se producen las supuestas recuperaciones economicas, se basan en un deterioro importante de las condiciones laborales de las personas. El trabajo ahora mismo no te libra de la pobreza ni de la exclusión.
¿Qué podemos hacer nosotros, los ciudadanos críticos?
Primero creo que hay que tomar conciencia de los diagnósticos. Se suele decir mucho, desde los movimientos sociales y a veces desde el ámbito político, que debemos dejarnos de diagnósticos y pasar a las acciones. Yo creo que los diagnosticos ni están bien hechos, en la mayor parte de los casos, ni son tan compartidos como pareciera. Para mí es un elemento central. ¿Qué elementos tenemos desde una perspectiva ecofeminista para poder reconfigurar las ciudades? Hay elementos en los que se puede actuar en términos de energía que son claves. Uno es el sector de la edificación. Hay propuestas elaboradas y conocimientos suficientes como para rehabilitar el parque de viviendas bajo criterios ecológicos: pensar en energías pasivas, en aislamientos, en la utilización de los tejados para la instalación de paneles solares. El propio modelo urbano se ha diseñado en función de las necesidades del capital y no tanto de las necesidades de las personas que viven en la ciudad.
Varios estudios sobre el tiempo que tardamos de casa al trabajo nos dicen que los que viven en el sur de Madrid tardan entre una hora y una hora y media al día para ir y volver del trabajo…
Sí, se han ido alejando los lugares en los que se dan las diferentes dimensiones de la vida. Tú puedes vivir en un barrio, trabajar a muchos kilómetros de distancia o tener a tu padre o madre, al que tienes que cuidar, muy lejos. Eso implica mucho tiempo de personas, sobre todo de mujeres, que son quienes realizan mayoritariamente las tareas de cuidado y también mucha energía fósil. Existe a día de hoy la posibilidad de hacer una regeneración urbanística que tengan por objetivo facilitar la vida de las personas en todas sus diferentes dimensiones. Esta reforma serviría también para reducir la huella ecológica o los gases de efecto invernadero. Otro ámbito clave es el del transporte, se puede hacer una reformulación clara del modelo de transporte penalizando el uso del transporte motorizado individual y privado favoreciendo los transportes públicos colectivos y electrificados. En ese sentido hay que favorecer, al máximo posible la movilidad en bicicleta o caminar por la ciudad. Otro elemento clave, son los sistemas alimentarios. Una parte importante de las emisiones de gases de efecto invernadero están en el sistema de producción industrial de alimentos. Hay que apostar por la alimentación agroecológica y sobretodo por una reducción drástica de consumo de proteína animal. Hay que tener en cuenta que en la mayoría de casos es producida con criterios industriales. Sería un paso para recomponer unas relaciones básicas con la naturaleza y proteger a las personas que viven en las ciudades.
Con todo ello, no sería suficiente para frenar el cambio climático. ¿Qué otras propuestas hay?
Podríamos hablar también de criterios de adaptación al cambio climático. Lo llaman infraestructuras verdes, pero básicamente es tener mucho más arbolado y plantas. Dejar un espacio para la propia tierra dentro de la ciudad y valorar también la biodiversidad natural que existe en la ciudad. Hay propuestas muy interesantes, en Vitoria se están trabajando, sobre el concepto de ecorregión. Habitualmente se piensa en la ciudad desligada del entorno. La ecorregión pretende desarrollar un tejido rural vivo de tal modo que se piense, por ejemplo, en la producción de alimentos o cualquier otra producción económica. Se desarrollarían los circuitos locales y se recortarían de una forma importante las distancias que recorren los alimentos desde el punto en el que son producidos hasta dónde son utilizados.
¿Y los residuos? Parece ser que es uno de los grandes problemas en las ciudades y en los grandes vertederos. ¿Qué harías tu?
Hay que apostar primero por la reducción de todos los residuos. El mejor residuo es el que no se produce. A partir de ahí, con todo el conocimiento que tenemos, ver como promover sistemas de separación. Es muy importante recuperar la materia orgánica porque somos un país muy deficitario en materia orgánica. Este es un factor clave para que la agricultura no tenga que importar de países empobrecidos fosfatos y nitratos. Esta importación sigue incrementando la huella de carbono, y destruye la vida de otros pueblos que son saqueados.
Pero, ante todo esto, tú defiendes que el feminismo puede hacer una gran aportación. ¿Pero en qué puede contribuir en concreto?
También desde un punto de vista feminista podemos revisar la ciudad. ¿Cómo están los semáforos? ¿Dónde están los bancos para sentarse? ¿Cuáles son los espacios verdes? Como se camina por la ciudad es clave para poder poner la vida en el centro. Hay que pensar la ciudad también en clave de seguridad: hacer que las mujeres caminen o vivan en la ciudad de una forma más segura. En ese sentido, no se trata tanto de poner cámaras de vigilancia sino de tener espacios abiertos, favorecer un tejido de ciudad en donde la gente esté en la calle. Una calle habitada es mucho más segura que una calle solitaria. Evidentemente hay que incidir también en la educación. Y también, desde un punto de vista feminista, se pueden hacer políticas públicas. De hecho se están haciendo entorno a los cuidados.
Ponme un ejemplo.
Polítcas que trabajen la soledad, políticas que aborden toda la cuestión del cuidado en el domicilio… A pesar de que parte de estas políticas son competencias estatales, los servicios que prestan los municipios pueden actuar. También sería necesario el compromiso de las comunidades autónomas. Por ejemplo: ¿cómo funcionan las residencias para las personas mayores? ¿qué tipo de espacios colectivos tenemos? También creo que es necesario darle una vuelta a los servicios sociales o políticas de equidad. En muchos casos siguen siendo políticas muy estigmatizadoras y criminalizadoras de las personas que están en una situación más precaria económicamente. Las culpabilizan y no aprovechan el tejido comunitario para revertir todas esas dinámicas. Los municipios y las políticas públicas deben de dialogar y promover todo tipo de iniciativas autoorganizadas comunitarias que están fuera de la institución. Me parece que ahora sería clave, frente a la idea de alianza público privada, una alianza público social o pubico comunitario para poder revertir esta situación de crisis.
El coche es uno de los elementos vertebradores del mundo urbano. ¿Qué opinas de las medidas que se están llevando a cabo para frenar la hegemonía del vehículo privado en los centros de las grandes ciudades?
El Ayuntamiento de Madrid va desorientado en cuanto a políticas de transporte. Está apostando por los carriles bici o se está restringiendo el paso al coche privado en algunas zonas céntricas de la ciudad. A pesar de esto, creo que son pasos insuficientes para la gravedad problema que tenemos. Hacen falta pasos mucho más consistentes que le pongan freno en mayor medida. Soy consciente que es difícil, pero tampoco se abren los espacios de debate y de disputa de la hegemonía cultural con la fuerza con la que tendríamos que hacerlo. Eso no es un problema solamente de la institución sino también de los tejidos sociales. En la ciudad de Madrid, a veces, las políticas de transporte que se quieren plantear, se matan con algunas propuestas urbanísticas. Por ejemplo, estamos hablando de la restricción al coche motorizado, estamos hablando de una ciudad que ponga en el centro la vida, de acercamiento de los diferentes lugares para que haga falta gastar menos energía o emitir menos gases de efecto invernadero, y, sin embargo, el Ayuntamiento pretende poner en marcha la Operación Madrid Nuevo Norte qué es una operación urbanística y financiera brutal en el norte de la ciudad, creando un nuevo polo de oficinas. A pesar de que allí se haga vivienda social, esto se contradice con las políticas de transporte para combatir y aumentar la calidad del aire o reducir la contaminación. Son operaciones urbanísticas que se parecen demasiado a las del PP.
Existen iniciativas a pequeña escala como los huertos urbanos. Se trata de un trabajo de hormiguita, de hacer una vida más agradable para ti. Cambios locales, a pequeña escala. ¿Hay que pensar también en grandes soluciones?
Creo que, en algunos, aspectos se está pensado en ello. Por ejemplo, las entidades de la economía social y solidaria. Han ido creciendo y desarrollado proyectos muy interesantes. Con el nuevo gobierno de la ciudad de Madrid se desarrolló la estrategia de economía social y solidaria. Cuando una política pública empieza a tirar también de las entidades de economía social y solidaria hay posibilidad de multiplicar y de dar a ese sector una escala más adecuada para plantear una disputa de hegemonía económica real. Esto desencadena una reacción del poder, toda su maquinaria empieza a moverse a la contra. Otro ejemplo. En relación a los huertos urbanos se han articulado ciudades alrededor del pacto de Milán. Se están desarrollando estrategias políticas de soberanía alimentaria que pueden dar un resultado bastante bueno. Creo que las iniciativas autoorganizadas y pequeñas tienen dos virtualidades: una, convertirse en laboratorios de experiencias, y otra, ser un espacio donde personas concretas pueden experimentar el éxito de hacer cosas en común. En ese sentido, son espacios de generación de contrapoder que sirva para ir alimentando un cambio en la dinámica institucional. Necesitamos aumentar la escala de esas experiencias tan puntuales y ese aumento de la escala pasa también por reconstruir relaciones con la institución.
¿Es posible decrecer? ¿Cómo hacer que la gente tome consciencia y haga el esfuerzo si con una recogida de basura selectiva ya se crea un gran escandalo?
Creo que es posible. Mi propia experiencia personal, desde que empezamos a trabajar estos temas hace unos 10 ó 15 años, me dice que la gente se lo está planteando cada vez más. Aunque en una escala todavía muy insuficiente. Existe un elemento clave, que es hablar de ello. Muchas veces, y sobre en los discursos políticos, te encuentras con una autocensura por vender poco electoralmente. También a veces, porque no se saben explicar. Pensamos que la gente no va a querer cambiar individualmente pero no vivimos individualmente. Puedes tener hijos e hijas y te preocupa cuál va a ser la vida que van a tener los próximos 30 años. Las personas no somos idiotas. Si dispusiéramos de fórmulas para poder llegar masivamente a la población probablemente tendríamos efectos positivos. Es necesario un proceso de pedagogía social. Por desgracia, los medios, los políticos o los economistas mayoritariamente no están abordando estos temas. Creo que hay posibilidades de trabajar en la adopción de modos de vida más austeros que ya existen.
Pero se dice que estas nuevas formas de vida ecológicas son más difíciles de adoptar por quienes menos dinero tienen, ¿no?
Hay que tener siempre en cuenta las diferencias sociales. Que la situación de clase no te permita calentarte el agua o que no puedas cocinar en tu casa porque te han cortado la luz. Discuto mucho con algunos compañeros cuando hablan de auto simplicidad voluntaria. No podemos confundirla con la desposesión forzosa. No es lo mismo aplicar esta transformación en personas con conciencia ecologista, con casas bien aisladas y con una alimentación, que en personas que viven en casas mal aisladas y con mala alimentación. La dimensión de la justicia social es clave.
¿Echas de menos que los partidos de izquierdas no hayan apostado suficiente ante la crisis ecológica del planeta?
Creo que sus propuestas son infinitamente mejores que las de las otras opciones políticas. Ha entrado en sus relatos y programas el tema de los cuidados, de la sostenibilidad. Pero en términos de disputa de hegemonía cultural, son a veces muy timoratos en relación a la magnitud del problema. Ya no estamos en los años 70 ó 80 donde todavía no se habían superado la biocapacidad de la tierra. Ahora estamos con los limites traspasados, en una situación que merecería un plan de emergencia y un periodo de excepción.
¿La corrupción en España también ha dejado su huella ambiental?
Clarísimamente. La corrupción en el Estado español ha estado directamente ligada a la especulación inmobiliaria. Todo el pelotazo, el crecimiento de la burbuja, estuvo ligado por una parte con la recalificación de terrenos no urbanizables para convertirlos en urbanizables. Eso ha tenido repercusiones importantes. Se han perdido territorios agrícolas que son necesarios para volver a relocalizar la producción. Están debajo del cemento de adosados múltiples. También se han construido casas en la costa, en primera, segunda tercera, y cuarta línea de playa. Casas que hoy están ocupadas una media de 22 días al año y que han destrozado completamente el litoral haciéndolo mucho más frágil y vulnerable ante los problemas de cambio climático. El proceso de cementación y de pelotazo urbanístico en España ha tenido una repercusión ecológica tremenda. También en lo que se refiere a la construcción en infraestructuras: una parte importante del dinero público se ha destinado a construir nuevos kilómetros de AVE, nuevos, kilómetros de autopista, aeropuertos, puertos actualmente infrautilizados. Tampoco han generado los puestos de trabajo directos e indirectos que prometieron. La excusa es la generación de empleo directo e indirecto y somos un país récord en infraestructuras per cápita y record en paro. Se han fracturado ecosistemas, se ha cementado el territorio dificultando que siga siendo un espacio vivo. Antes o después vamos a vernos obligados a volver a vivir de estos espacios. La corrupción tiene una huella ecológica fuertísima.
Joan Carbonell con fotos de David Sabadell
Artículo publicado en Critic
enero 1st, 2021 at 1:20 pm
Gracias, otra vez por escribir otro articulo tan interesante, pero ….. las personas de las calle hacemos lo que podemos y gracias.
Soy miembro de una asociación ambientalista de Godella (Valencia) y te puedo garantizar que el poder politicos puede con todas y todos. Intentamos seguir vuestros excelentes recomendaciones, pero aún así…. Despues tenemos a la Generalitat y despues al Sindic. a continuación la Agencia Valenciana Antifraude y más tarde «las puertas se cierran tras nosotros». Se que lo entiendes pero esa es la situación que tenemos, los que no tenemos.