El Cabanyal, más rico que nunca
Si hace un lustro este barrio se vinculaba con un espíritu de resistencia casi espartano, su presente y su futuro se cimentan en otra realidad: su irresistible pujanza gastronómica.
EL TRIUNFO DE LO NORMCORE
O sea de la normalidad. Porque, ¿acaso un barrio resucitado como este no era carne de gentrificación, modernez y gastronomía perezosamente globalizada? Y sin embargo, si por algo ha conseguido resurgir tanto el Cabanyal como el resto de los poblados marítimos es por su fidelidad a sí mismo. Es decir, al mar, al callejeo y a las barracas que, pese a adquirir el estatus y el reconocimiento de monumento, siguen siendo unos edificios maravillosamente improvisados. Y desde hace relativamente poco, unos iconos que funcionan tanto como escenario de Instagram como mesa para todo aquel forastero que, valenciano o no, llega hasta esta nueva meca culinaria.
SÍ, MAHOMA VA A LA MONTAÑA
Pero antes de comenzar esta excursión gastro conviene presentarle los respetos a los clásicos. Es decir, acudir relgiosamente a Casa Montaña, el restaurante que siempre estuvo ahí, bien como tienda de venta a granel en sus inicios o como templo del producto en los últimos lustros. Tiene el puntito folclórico necesario de un sitio como este ya que las grandes barricas de vermú y de vino monopolizan la decoración y siguen siendo fuente de peregrinación vecinal. Aunque en su inconfundible puerta art nouveau se oyen muchos acentos forasteros, su apuesta gastronómica y su servicio se ha orientado a contentar a los valencianos, de ahí que, más allá de haber sido un bastión político contra la especulación urbanística, sea un punto de encuentro de toda la ciudad. ¿Y que hay que tomar? Pues su vermú, sus clóchinas en temporada, sus anchoas, sus sardinas ahumadas, sus bravas… cualquiera de sus tapas y platillos son un acierto y un homenaje a algo tan sencillo como el buen producto.
La última novedad de estos pioneros es Barracart, un conjunto de barracas transformadas en apartamentos turísticos atendidos que permiten sumergirse integralmente en la noche a noche de este distrito.
UN MERCADO COMO REFERENCIA
Para comprender mejor el carisma de El Cabanyal conviene acercarse cualquier mañana a su mercado. Levantado tras la riada de 1957, aún mantiene su ajetreo y su estatus de sinécdoque del barrio. Por eso es una parada imprescindible en los diferentes tours que organiza Paseando los Poblados de la Mar, una empresa pionera en reivindicar el valor cultural, turístico y gastronómico de esta parte de Valencia. Curioseando en este ágora de estímulos se descubren cosas como que aquí llegan algunas de las mejores piezas de la lonja de Valencia o que la cocina de proximidad se sublima en el bar Mercado, donde preparan a los parroquianos cualquier cosa que hayan comprado en los diferentes puestos. Más KM. 0, imposible.
AYER, HOY Y PASADO MAÑANA
Y alrededor del mercado, sobreviven algunas de las bodegas de toda la vida que siguen sirviendo comidas de calidad en entornos que, sin llegar a ser kitch, son puro patrimonio de la ciudad. Una de ellas es Bodegas Flor, que presume de una fecha de apertura centenaria (1893) y que destaca por ofrecer solo desayunos y almuerzos estrechamente vinculados a las liturgias de los puestos. A su vera están proliferando otros negocios como Bar Cabanyal o Work in progress que oscilan entre lo mono y lo moderno. Un bailoteo que se acaba cuando se prueban sus tapas y raciones, que acaban conectando de forma inexorable con la esencia marinera del Cabanyal.
Ya más cerca del Grao y del puerto esperan otros clásicos como Bodega LaPeseta, una barra de 1906 que ahora se ha convertido en un referente para el público más joven de la zona por la alegría del lugar, la tapa de paella gratuita de los domingos y lo que cuidan el producto local. No muy lejos Casa Guillermo resiste desde 1957 gracias a sus maravillosas anchoas, el santo y seña de un local incombustible.
Y el último en reabrir y en petarlo es La Aldeana, una maravilla inesperada enclavada entre las barracas más icónicas de la zona. Aquí su chef Alfonso García se ha propuesto dejar la alta cocina a un lado para triunfar a base de patatas bravas y otros platos como su pulpo con ropa vieja o sus arroces.
NUEVOS CLÁSICOS
A estas alturas no es una paradoja que la refundación gastronómica del barrio esté basada en los valores de siempre. Quizás la única novedad destacada que se sale del binomio ganador de producto clásico sublimado sea O’Donell, un antiguo pub reconvertido en templo del mar de lo más gourmet, en el que Jesús Barrachina y su equipo se empeñan con éxito en servir los mejores mariscos y pescados.
Sin embargo, lo ‘vintage’ es lo que marca, en todos los aspectos, las nuevas direcciones imprescindibles de los poblados. De hecho, con este adjetivo se define La FÁBrica, un espacio ecléctico, loquísimo y caleidoscópico en el Grao donde solo tienen una máxima: la diversión. La Paca, por su parte, cuenta con el salvoconducto de ser pionera en el terracismo en el Canyamelar, además de ser un referente como bar sin complejos ni dress code. Por su parte, L’Anyora se ha erigido como el nuevo gran restaurante, con una propuesta que, aunque aparentemente sea algo rural-chic marinero, aplasta todo prejuicio a base de sabor.
El pasado mes de mayo se inauguró Mercabañal. Se trata de un espacio gastronómico definitivo para el barrio con varias barras ubicado en el corazón de todo que promete atraer a un público más amplio que aún sea primerizo en la exploración gustativa de la zona.
BARES Y CAFETERÍAS
Pero no todo van a ser restaurantes. De hecho, sus bares han sido, de algún modo, el caballo de Troya para muchos domingueros descreídos. Y entre todos ellos, La Fábrica de Hielo se lleva el premio como dinamizador del barrio por su programación cultural y su propuesta de ocio para todas las edades. Conciertos, mercadillos,proyecciones, clases… sus áreas y su agenda es tan variada como el Cabanyal, de ahí que sea todo un imprescindible para comprender este resurgir.
Y OTRAS DULCES PERVERSIONES…
Pero esto no acaba aquí. Con la acertadísima rehabilitación que el arquitecto Ignacio de Miguel hizo del Teatre El Musical se creó un nuevo espacio, una cafetería que sintetiza la propuesta estéticamente chocante e integradora de este diseñador con el reposo típico de los foyer. Otro de estos nuevos oasis es el patio de la recientemente abierta cafetería-librería L’Arbre, donde las catas de café no son una apoteosis del postureo ni sus estanterías solo son aptas para culturetas de postín.
Javier Zori del Amo
Artículo publicado en National Geographic