Confinadas con su agresor o a la intemperie de la calle
Aumenta el número de mujeres mayores de 60 años y mujeres sin hogar víctimas de violencias machistas. Serán de los últimos colectivos en recuperar una supuesta normalidad. Muchas de ellas siguen recluidas en sus casas por cuestiones de seguridad, algunas con su agresor. Desde Madrid surgen distintas iniciativas para abrir líneas de comunicación y apoyo.
María le cuenta a Mari Cruz que pasa las horas mirando por la ventana, que mira el parque y el bloque de enfrente. “Justo enfrente vive un amigo mío. Con esta situación hemos aprendido a comunicarnos a través de las ventanas. Depende de como esté la persiana, subida o bajada, depende si está abierta o cerrada, los dos sabemos qué queremos decir”. María es una mujer superviviente de violencia de género que convive y cuida de su agresor, enfermo de parkinson. Así lo cuenta la trabajadora social Mari Cruz García-Heras en el blog de la Fundación Luz Casanova, una de las asociaciones que trabajan en Madrid en el programa Hazte Visible, Hazme Visible, que da asistencia y atención a las mujeres mayores víctimas de violencia de género.
Un Madrid rezagado por las cifras sanitarias se va abriendo paso hacia una nueva normalidad que recuerda mucho a la antigua. Si a principios de junio los bares lanzaron las mesas a la calle para que los ciudadanos se agolpasen en colas a recuperar el ritual de la terracita, en junio el sector turístico que ha presionado duramente por la apertura de fronteras comienza a recibir con aplusos a los extranjeros. Ryanair lanzó desde la primera semana de junio una oferta de viajes a España, Portugal y Grecia por 40 euros. Sin embargo, todavía hay quienes siguen en una normalidad más cercana a esa fase cero que a muchos les suena ya lejana. “Al trabajar con mujeres mayores de 60, como son grupo de riesgo, seguimos haciéndolo mayotritariamente de forma telefónica, ya que muchas de nuestras dinámicas son en grupos y sería peligroso hacerlo”, señala Sonia San Andrés Moreno, trabajadora de Luz Casanova.
Ariadna sabía que la única forma de escapar del laberinto del Minotauro era tendiendo un hilo que conectara con el exterior y no perderlo nunca para poder seguirlo después. Esta escena de la mitología griega se usa a veces en psicología para resaltar la importancia de mantener las relaciones con las mujeres que sufren violencias y maltratos en nuestro entorno. El papel de quienes están alrededor es no cortar nunca ese hilo que constituye la única salvación de las que están atrapadas. Desde este programa han ideado un sistema para abrir nuevas ventanas y conectar entre sí a estas mujeres. En el espacio común creado en torno a la radio se lanzan mensajes a través de la música. “Hemos llamado a la iniciativa Canciones y voces para el Encuentro, se trata de poner algunas canciones que les vamos dedicando con mensajes de ánimo para que no se sientan solas. La radio es su gran compañera en este confinamiento”, explica Sonia a El Salto y añade que “al principio iban a ser unas pocas, pero en cuanto se enteraron se animaron a pedir canciones y enviarse mensajes”. La iniciativa comenzó en mayo y se alarga hasta estos días.
Un jueves a las 12 del mediodía en el 107.5 de la fm la voz de la locutora se abre paso sobre un fondo de piano: “Os queremos dedicar estas canciones para que se cuelen por vuestras ventanas y nos tengáis presentes en el aquí y ahora, con la esperanza de poder vernos en poco tiempo. Hoy empezamos dedicándote el ‘Todo cambia’ de Violeta Parra, María”. Después siguen con el tema “Respect”, de Aretha Franklin, y la locutora explica que la mujer adaptó la letra para defender los derechos de las mujeres. Después de otras canciones, la emisión cierra con un poema que envía Teresa. Ana Gil, psicóloga del programa, relata a El Salto que durante julio y agosto van comenzar a desarrollar nuevas temáticas acerca de empoderamiento, de salud, fortaleza con un punto de vista más genérico y divulgativo, incorporando voces nuevas en estos temas.
Encontrar un espacio radiofónico a través del que enviarse mensajes y canciones ha sido fácil gracias a la infraestructura de radios comunitarias de la ciudad. Sonia ya participaba previamente en Radio Enlace, radio comunitaria de Hortaleza, donde se prestaron a colaborar con esta iniciativa. Lo mismo han hecho Radio Vallekas en el sureste de Madrid y Radio Almenara en la zona de Tetuán y la Ventilla. Al tratarse de mujeres de más de 60 años, la brecha digital es notable y muchas de ellas no cuentan con acceso a Internet. Ahora, a la vuelta de sus paseo a las 12 del mediodía, su compañera casera les canta sus canciones favoritas. “No es solo una manera de seguir cuidando y animando, también se abre una ventana que es un espacio de ocio”. Para Francisco Aragón, coordinador de Radio Enlace, esta actividad no solo “recuerda a un modelo de radio clásica que aporta sosiego y empatía en estos tiempos de crispación”, sino que también “demuestra la capacidad de adaptación de las radios a formatos como este de dedicatorias de toda la vida, y es un claro ejemplo de la función social que tratamos de aportar como medios comunitarios”.
La mayoría de mujeres con las que trabajan en el proyecto residen en el distrito de Puente de Vallecas, uno de los más afectados por la crisis del covid19 y con mayor índice de pobreza, aunque también trabajan con mujeres de otros distritos. Son mujeres trabajadoras, jubiladas, desempleadas, con o sin pareja, que pueden haber dejado atrás una situación de violencia o seguir viviéndola. “No trabajamos con un único perfil, hay tanta diversidad dentro de este colectivo como en la misma sociedad, aunque muchas veces no las veamos y el imaginario de mujer mayor esté cargado siempre de estereotipos”, señalan desde la fundación.
Según los datos aportados por el Ministerio de Igualdad, durante el mes de abril de 2020 se recibieron en todo el país casi 8.700 llamadas pertinentes al 016, un repunte significativo coque coincide con el inicio del confinamiento frente a las casi 5.500 en enero, 5.200 en febrero y 6.200 en marzo. Si comparamos las cifras entre marzo y mayo con las de 2019, se da un aumento del 44%. En el caso de las consultas online, casi se quintuplica el número de consultas. Madrid es una de las ciudades donde se registran las tasas más altas dentro de las cifras estatales. No obstante, las cifras oficiales no llegan a ser representativas de una realidad que se escapa a la asistencia pública y privada por diferentes motivos como la “dificultad en la movilidad, exclusión, seguridad o falta de información”, según señalan las trabajadoras.
El Servicio de Atención a las Víctimas de Violencia de Género a través del 016 es la vía principal de acceso a los recursos de protección y ayuda, pero no la única. En el caso de este tipo de asociaciones, las mujeres acuden directamente o derivadas desde la atención socio-sanitaria. No obstante en la mayoría de ocasiones la detección se hace en espacios de proximidad como los Espacios de Mujeres, Centros de Mayores o los Centros de Salud. “Por la situación de confinamiento tuvimos que readaptar el programa cotidianamente. Normalmente funcionamos a través de la derivación de casos desde centros de mayores, servicios sociales o atención primaria. Tenemos nuevas demandas y estamos viendo cómo darles respuesta con la adaptación del programa a las nuevas dinámicas impuestas por la situación”, señalan desde Luz Casanova.
LAS QUE NO ABANDONARON LA CALLE
Desde la asociación AIRES trabajan con mujeres sin hogar en edades comprendidas entre los 30 y 60 años, “mujeres tan diversas entre sí como somos todas las mujeres, de sus historias aprendemos que tanto vivir sin hogar como sufrir la violencia nos puede pasar a cualquiera. Algunas fueron a colegios privados y otras que vivieron una infancia sin esas posibilidades”, señala Ania Pérez, responsable de formación e investigación en AIRES. A través del proyecto La Morada Housing First tratan de facilitar una vivienda digna donde vivir sin límites, además de ofrecer apoyo social y psicológico, algo pionero en Europa.
En La Morada cuentan con ocho viviendas unipersonales por las que han pasado nueve mujeres en lo que va de año. Desde que comenzó el estado de alarma, las derivaciones al proyecto se han triplicado, en gran medida por las derivaciones de servicios sociales. Reconocen que se han visto desbordadas por los recursos y conocen casos de mujeres que han estado confinadas, recibiendo violencia continuada sin tener ni siquiera acceso al teléfono.
El enfoque interseccional que aplican revela que violencias, exclusión, pobreza material y precariedad en la salud están relacionados de forma directa. Según señalan en su investigación Mujeres Invisibles el sinhogarismo en mujeres está oculto y un tercio del tiempo que pasan en esta situación no se contabiliza en los registros. Además, el 100% de estas mujeres ha sufrido algún tipo de violencia, la primera causa de acabar en la calle, a lo largo de su vida, más de la mitad violencia física. Frente a esto, las conclusiones del informe reconocen que las redes de atención a víctimas están dejando fuera a aquellas que puedan sufrir trastornos de salud mental o adicciones.
A pesar de que la violencia que origina muchas situaciones de calle se origina en el seno de la propia familia, en la calle se suma la aporofobia. “Todas las mujeres con las que trabajamos han ido perdiendo sus redes de apoyo, viéndose, en un momento de su vida, sin un lugar seguro donde vivir, ya que en los albergues también sufren violencias”, añaden desde la asociación. Atienden a mujeres que llegan por el boca a boca, pero también derivadas por los servicios sociales.
Reconocen que existe una “falla en el sistema” al tratar de abordar los problemas de violencia, pobreza o salud mental, por separado, como si fuesen etiquetas. “Esta forma de diseñar los recursos ha provocado que, por ejemplo, una mujer que está sufriendo violencia de género pero que tiene una adicción (en muchas ocasiones generada por la situación de violencia) no pueda acceder a los recursos de atención a mujeres víctimas de violencia de género por motivo de esa adicción. Igual pasa con los trastornos de salud mental, muchas veces derivados de la propia violencia”, reflexiona Pérez.
“NOS ADENTRAMOS EN SUS HOGARES Y ELLAS EN LOS NUESTROS”
“Las profesionales del ámbito social estamos acostumbradas a que las personas a quienes atendemos vengan a nuestros lugares de trabajo, pero ahora nos adentramos en sus hogares, y ellas también un poco en los nuestros”, cuenta en el blog de Luz Casanova García-Heras. La cotidianeidad entra a formar parte de las esfera laboral y, en este caso, en las relaciones entre estas mujeres. A esta profesional no deja de sorprenderle “cuánta fortaleza, sabiduría y sentido del humor muestran en mitad de todo lo que están viviendo”.
Al igual que la mayoría de entidades de ámbito social, en estos meses pasados, estos grupos han tenido que adaptar la intervención a los medios telemáticos existentes. En el caso de las mujeres mayores esto se reduce al contacto telefónico. “Esas llamadas son un espacio de compañía donde pueden verbalizar y gestionar todas las emociones producidas por el confinamiento como miedo, tristeza, rabia o incertidumbre”, añaden.
Desde AIRES, Pérez coincide plenamente: “Hemos estado todas confinadas y, en esas llamadas, nosotras las acompañábamos a ellas y les dábamos apoyo psicológico por teléfono, pero ellas también nos acompañaban a nosotras”. El teléfono se torna elemento esencial de conexión y linea de vida.
Gil se pregunta si “esta situación servirá al menos para que la sociedad pueda verlas en lugar de infantilizarlas, despreciarlas y minusvalorarlas” y sueña con un mundo donde sean “miradas y valoradas por sus virtudes, logros y experiencia acumulada con el paso de los años”. Desde la fundación señalan que, ante todo, buscan fomentar el empoderamiento de las mujeres haciéndolas a ellas las protagonistas de los procesos. “Este año habíamos puesto en marcha un proyecto de apoyo llamado ‘Consejo de Sabias’ donde abordaban y ponían en común la soledad desde su vivencia. Ojalá podamos retomarlo pronto”.
La mayoría del trabajo que se realizaba antes de marzo se hacía de forma presencial, por lo que otro de los retos a los que se enfrentan todas estas mujeres es el de generar nuevas formas de poder seguir en contacto entre sí para cuidarse. “Aunque estamos con muchas ganas de poder volver a encontrarnos, creemos que debe primar la salud y la seguridad de las mujeres, ya que hablamos de un colectivo en riesgo que seguramente sea el último en recuperar la supuesta normalidad. Aunque trabajamos para adaptar nuestras metodologías a esa situación, ellas nos marcan el camino hacia dónde seguir”, asegura García-Heras.
La pandemia y el confinamiento han agudizado las carencias de cuidados que preservaban los sistemas de atención públicos a las personas sin hogar. Los pabellones habilitados se han visto desbordados y, como en otros casos, las iniciativas de colectivos de apoyo mutuo ciudadanas, como es el caso de la parroquia San Carlos Borromeo en Vallecas, han tenido que aportar sus propios espacios ante la impotencia del desbordamiento, como ha reconocido en varias entrevistas Javier Baeza, párroco de la iglesia. “Las mujeres con las que tratamos no han estado en un pabellón durmiendo en catres, no han estado confinadas con otras 30 o 100 personas en un albergue, no han estado en la calle. Han podido quedarse en casa, en su casa, porque estas viviendas son para ellas mientras el Ayuntamiento nos lo permita, sin límite de tiempo. Han vivido el confinamiento como una ciudadana más y esto es lo que da sentido a lo que hacemos”, reconoce Pérez.
“Con las mujeres no alojadas ha sido todo lo contrario. Hemos encontrado más dificultades para hacer seguimientos, más dificultades para poder contactar con ellas por teléfono. Algunas sin apoyos no pueden recargar la tarjeta, por ejemplo”. Desde la asociación han lanzado un nuevo proyecto, llamado Espacio Activas, donde proponen un lugar de encuentro y seguridad para reencontrarse con las mujeres sin hogar y poder ayudar en la cobertura de sus necesidades básicas y de protección de un covid19 que no ha desaparecido aún. Un lugar en el que puedan pasar el día seguras y acompañadas.
Álvaro Lorite
Artículo publicado en El Salto