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Josefina R Aldecoa – “La fuerza del destino”

Libro: “La fuerza del destino”(Trilogía de la memoria-3)

Autora: Josefina R Aldecoa

Editorial: Alfaguara. Año: 1997

Josefina R Aldecoa fue una escritora española nacida en la Robla (León) en 1926. Cultivó la literatura y la pedagogía como directora del colegio Estilo de Madrid.

Su obra literaria esta encuadrada junto con su marido, Ignacio Aldecoa, de quien tomó su nombre literario, en lo que los especialistas han denominado la generación de los años 50.

Su literatura está ligada a la memoria pedagógica y literaria de este país y a la semblanza de su familia y de ella misma, comprometida ideológicamente con la II República española, y con los logros de ésta en el entorno educativo. Hija de maestra a la que acompañó de niña en sus vicisitudes, extrajo de sus vivencias muchos y sabrosos motivos para cultivarse en ambas facetas, tanto de su vida educativa, como inspiración para su vida literaria alcanza en ambas facetas un notable éxito.

A través del papel de una maestra inspirada en su madre, Gabriela, nos abre el camino a la reflexión y a la memoria histórica y democrática de este país. Historia de una maestra, es su obra capital para entender el pasado. El texto en realidad es una trilogía, por la que discurre la historia de la protagonista. A través del personaje de Gabriel se suceden las vicisitudes del esplendor de la educación durante la II República. El trabajo en las aulas de los niños y las niñas, sus experiencias, cómo convivieron en un marco diferente al que luego vivieron los españoles durante la Dictadura.

Su compromiso con el período republicano está recogido en ese relato sosegado de Gabriela, y su marido, también maestro, socialista, en una zona rural de una España diferente a la actual, donde la mayoría de la población vivía en el campo y la tarea de la alfabetización se extendía no solo a los niños y niñas, sino a los padres, porque en ese contexto de los años treinta amplias capas de la población vivían en el campo y eran analfabetas. La propia autora emprendió la empresa de crear un nuevo colegio en Madrid bajo los parámetros de la Institución Libre de Enseñanza, pedagogía y valores en los que su madre se educó. Sus ecos llegaron a configurar también su propia vida.

El golpe militar triunfante supuso el fusilamiento de su primer marido y la salida de España de la protagonista hacia el exilio mexicano con su hija Juana a su lado.

En esta obra, la vida de Gabriela que ha dejado atrás se ha llenado de nuevos  episodios. Todos ellos han quedado recogidos en las otras narraciones de la trilogía y sobre la que volverán a aflorar algunas de las experiencias del pasado. En México tuvo lugar su segundo matrimonio con Octavio, el de su hija Juana, y el nacimiento de su nieto Miguel. La separación posterior de su hija y de Alejandro, su marido, y padre del muchacho, estimuló la vuelta a España de la madre y el nieto en 1972.

Tras largos años en el extranjero, transferida y trasplantada a otro entorno donde conoce nuevas vivencias, retorna a España donde ya vive su hija, y su nieto buscando en el final de su vida el refugio de una vejez digna bajo los recuerdos de su mundo anterior. Es su propia familia la que le empuja a volver.

Es 1975, muere Franco, y la llamada de la vuelta recobró inusitado valor para todos aquellos que tuvieron que salir y romper con su vida anterior. Fue en realidad para muchos la señal concluyente y definitiva del final de la guerra civil. Ese sentimiento de pertenencia aún le impulsa a reencontrarse con sus señas de identidad y recoger los fragmentos del pasado aunque Gabriela ya ha cumplido 71 años.

Ya no está en el estadío de volver a empezar como muchos de los que aún marcharon siendo niños, y su vuelta supuso un impulso vital suficiente para emprender una nueva vida. En caso de Gabriela, el margen es muy pequeño y las opciones escasas. Pero está su hija y su nieto que le esperan, y ese es un factor que ayuda a encajar de nuevo otro episodio más de sí misma dentro de sus nuevas aspiraciones vitales.

Volver a tirar de los recuerdos es como tirar de un ovillo que no se ve y no se encuentra a primera vista. La autora va desgranando despacio el pasado. A veces se cansa y abandona. Otras veces acierta y tira y tira con firmeza para deshacerlo. Entre tanto, Juana, su hija, y su nuevo marido, Sergio, le comunican su deseo de comprometerse con los nuevos tiempos, con el deseo  de comprometerse en construir una sociedad democrática, diferente a los años anteriores, oscuros y difíciles, marcados por la Dictadura.

Su vida sufre un nuevo traspiés cuando le comunican su hija y Sergio el deseo de irse a vivir en un adosado fuera de Madrid. Resistente a mudarse también, asume el destino en solitario. Vuelve a sentir de nuevo el amargo sabor de la soledad. Tan solo la compañía de un perro y la fugaz visita de los suyos de vez en cuando. Quizá ese sentimiento de soledad que siente Gabriela a su vuelta de México, es el mismo que percibía la autora en Mazcuerras, en la casona que tenía en ese pueblo de Cantabria y que su hija se empeñó en comprarle. Un mundo retirado y recoleto donde acabó sus días.

Gabriela solo se alegra cuando vuelve a ver a su nieto Miguel. Han pasado los años de instituto y le ve crecer cada día más. Ya es alumno de Universidad y sus conversaciones son un consuelo para la maestra.

El libro está construido sobre un monólogo redactado en primera persona en que Gabriela va desgranando sus nuevas vivencias entreverado con recuerdos de su pasado. Al nieto Miguel le fascina su vida en África. Allí tuvo que ejercer de maestra en su primer destino como funcionaria en Guinea, antes de su vuelta a León para conocer a Ezequiel, su primer marido. Fueron los amargos momentos de la revolución de Octubre y la guerra civil cuando todo se le precipitó encima y cuando Ezequiel fue detenido, fusilado y tratado como un despojo. Incluso cuando conoció que Ezequiel la traicionaba con Inés.

Aun confiesa en el monólogo su amor por Emile, un médico negro que ejercía en Guinea, entregado a salvar la vida y la salud de sus conciudadanos, una pasión que la marcó para siempre. Algo diferente de su relación con Ezequiel o con Octavio, el rico viudo de origen mexicano con quien compartió el exilio en su país. Alguna vez comentó esto a su hija sin darle muchos detalles.

En algunos momentos se le escapan los recuerdos entre los hilos de su memoria y viajan al Paraíso, la hacienda que en México le dio cobijo y donde vivió con Octavio hasta su muerte.  Conoció también la traición de Octavio con Soledad, la criada. Allí nació su nieto, hijo de Juana y Alejandro, un antropólogo mexicano silencioso y callado, todo lo contrario de Juana su hija. Allí le enseñó a leer a Miguel y le vio crecer. Luego ya de zagal, al separarse su hija de su marido mexicano, madre e hijo decidieron volver. En ese momento Gabriela decidió rechazar el retorno porque aún vivía Franco y no estaba dispuesta a cruzar esa línea roja a pesar de la insistencia por volver todos juntos a España.

Juana ya había decidido cambiar su destino uniéndose a Sergio, su amor de juventud, cuando estuvo estudiando en la Universidad española viajando desde México para perfeccionar sus estudios. Ahora era un divorciado con dos hijos, profesor de Universidad, y libre. Había desaparecido la sombra de su madre que se había interpuesto entre ambos. Quería volver a encontrar el hilo dejado del ovillo de antaño en su apasionada experiencia juvenil.

Gabriela está descolocada como todos los que volvieron. Este es otro país, ya no es el suyo, el que conoció porque ya no es el mismo por el que luchó. Tan solo le queda Crezy, su perro lobo, y Miguel, su nieto. Estas son sus señas de pertenencia. La vida social y política es ya de otros. De su hija, de su nuevo marido y de su nieto. No es indiferente, mantiene el compromiso. Pero no quiere saber de los que quedaron en las cunetas, ni de la reposición del magisterio, una distinción merecida que algunos aún lograron recoger. Otros ni siquiera pudieron hacerlo.

Pedro Liébana Collado

 

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