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Año Nuevo, ¿vida nueva?

Los estudios evidencian que los propósitos de año nuevo no suelen cumplirse. Sin embargo, son buenos para resetear y por eso seguimos intentándolo año tras año.

En diciembre, las ciudades se llenan de luces, las tiendas de personas deseosas de encontrar el regalo perfecto y las agendas de comidas y cenas festivas. También es el mes en el que no pocos españoles deciden casarse: según datos del Informe del Sector Nupcial 2024, que elabora Bodas.net, diciembre es el mes favorito para comprometerse. Lo es por un margen escaso, cierto es, pero aun así es el que encabeza el ranking. Un 12% de las parejas formaliza el compromiso en diciembre. Le siguen los meses de agosto y septiembre, que son fechas en las también solemos hacernos propósitos, con un 11% cada uno. ¿Suenan campanas de boda porque se acerca el final del año?

Aunque si lo pensamos fríamente poco cambia cuando el reloj da la media noche del 31 de diciembre, subjetivamente lo hacen muchas cosas. Percibimos el fin de un año y el inicio de uno nuevo como una especie de momento de borrón y cuenta nueva: es una oportunidad para hacer mejor las cosas, para conseguir finalmente cumplir los objetivos (sean lo que sean), para ser mejor persona.

Ahí está la noticia siempre clásica de todos los meses de enero que habla de cómo se han disparado las altas en los gimnasios y ha crecido la asistencia a las clases. Con el nuevo año, sentimos que es el momento de por fin hacer deporte de forma regular (aunque, como dejan claro siempre esas noticias, el empujón no siempre dure).

De hecho, hacer propósitos de Año Nuevo es tan habitual como luego no cumplirlos. Un estudio de la consultora OnePoll señala que el 68% de las personas reconoce no haber conseguido jamás realizarlos. Y, según datos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), el 66% tira la toalla ya en el primer mes. Un estudio británico afirma que solo el 35% de las personas consigue cumplir con su lista.

En parte, este fracaso viene conectado con los propios propósitos que nos marcamos, excesivamente ambiciosos o genéricos. «El propósito es algo muy personal y debería haber tantos propósitos como seres humanos, porque cada persona es distinta, pero a menudo nos planteamos propósitos inapropiados. Cuanto más genérico sea nuestro propósito, más probabilidades tiene de fracasar», asegura Enric Soler Labajos, psicólogo relacional y profesor de la UOC. A eso se suma que nos acabamos dejando llevar por las rutinas y no incorporamos las novedades buscadas a nuestra vida diaria.

Pero, si cumplir esos planes es tan difícil y caer en el fracaso parece tan fácil, ¿por qué seguimos año tras año haciendo propósitos? De entrada, está justamente esa parte emocional y subconsciente de sentir que el fin del año y el arranque del siguiente es una oportunidad para rehacer las cosas. Es un cierre simbólico, como apuntan las voces expertas.

Y si algo gusta a nuestro cerebro es aprovechar los simbolismos. Las investigaciones científicas hablan desde la necesidad que tenemos de organizar nuestra vida en capítulos, dándole una narrativa, hasta de la importancia que tiene en la construcción de esa historia la presencia de hitos temporales. El Año Nuevo es uno de ellos (un poco como ocurre con septiembre, el principio de curso que rige la organización del tiempo mientras estudias), así que exista la sensación de llegar al equivalente vital de lo que sería una nueva temporada en una serie.

Igualmente, la propia naturaleza de la Navidad y de cómo cerramos el año empuja a tomar este tipo de decisiones. Tras los excesos de las fiestas, prometerse ser mejor en algo parece casi natural.

Para continuar, lo que incluimos en la lista y cómo tampoco permanece al margen del momento en el que vivimos. Los propósitos de Año Nuevo no son exactamente una novedad: las cartas de la familia de Mark Twain demuestran que a mediados del siglo XIX ya existía la pulsión de aprovechar el cambio en el calendario para modificar o incorporar hábitos. Sin embargo, cabe preguntarse si en una época obsesionada con la productividad y con la mejora personal los propósitos de Año Nuevo no son un icono de esas problemáticas. Como se pregunta Anne Helen Petersen en Culture Study, ¿es una cuestión de resoluciones de mejora o es una cuestión de dinámicas del capitalismo?

En la última década, la lista de los propósitos de los estadounidenses se ha ido llenando de cosas que quieren lograr que abarcan cada vez más y más terrenos, desde hacer más deporte a tener menos estrés pasando por comer mejor. Es una lista demasiado ambiciosa –y casi se podría decir que imposible de cumplir– pero que está muy conectada, recuerda la experta, con toda la clase de productos y servicios con los que ahora mismo nos bombardean en los anuncios. Mejorarse como persona es cada vez más integrarse en la sociedad de consumo.

Raquel C. Picó
Publicado en Ethic

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