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Carlos Paris Amador – “Memorias sobre medio siglo”

“Memorias sobre medio siglo”. (De la Contrarreforma a internet)

Autor: Carlos París Amador

Editorial: Ediciones Península. Año: 2006.

Carlos París fue un filósofo y escritor nacido en Bilbao en 1925 y muerto en Madrid, en 2014. De procedencia conservadora, evolucionó con el tiempo hacia posiciones antifranquistas, llegando a ser miembro del comité central del PCE. Órgano que luego abandonó. Fue Decano de Filosofía en la Autónoma de Madrid, director del Departamento de Filosofía del CSIC, y presidente, también, del Ateneo de Madrid.

Carlos París forjó su infancia en el seno de una familia vasca, quedando muy influido por su madre y sus hermanas, que, al fallecer su padre, con 16 años, se ocuparon de apoyarlo. La familia emigró a Madrid donde pudo estudiar. A la muerte de su padre la entidad bancaria donde trabajaba aportó los recursos necesarios para la sostenibilidad de la familia. Su educación fue religiosa. Progresivamente sus dudas fueron abriéndose el camino, y con ello, su alejamiento del culto.

Carlos París estudió la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad Central, unos estudios con cierta presencia de mujeres que entonces se asomaban a la Universidad.

Cuenta que una de sus aficiones de ese periodo estudiantil era acudir a las tertulias literarias como la de Gambrinus, lugar donde forjará una estrecha amistad, entre otros, con Miguel Sánchez Mazas, José Luis Rubio y José María Valverde, con quienes mantuvo una estrecha amistad. En sus memorias califica esta tertulia como la Universidad de Gambrinus. En el mismo establecimiento, por esa época, tenían la suya Juan Benet y Luis Martín Santos y otro grupo de amigos, aunque ésta de carácter más existencialista.

En 1951 se convierte en un joven catedrático de Fundamentos con destino en la Universidad de Santiago de Compostela. Acude a la toma de posesión con su esposa Juanita, su compañera en ese tiempo. Juanita y Carlos París se habían conocido no mucho tiempo atrás, convirtiéndose en una pareja inseparable. Fueron momentos felices con su pareja y agradables en lo académico. El relato se llena de un vademécum de anécdotas en que se recogen las fuertes rivalidades entre la Falange y el Opus en el seno de los cuerpos docentes. Es un momento en que ambos se reparten en el ámbito académico los puestos de responsabilidad en las Universidades españolas tanto en el organigrama docente, como en el administrativo. Explica cómo se cocinaban las vacantes en función de los niveles de compromiso con cada uno de los dos poderes en el seno del régimen franquista. Hay algunas anécdotas sabrosas de las estrategias para no dejar pasar a nadie que no perteneciera a la servidumbre de esos dos núcleos de presión política. Así fue el caso de Manuel Sacristán y de otros aspirantes que fueron descabalgados en sus pretensiones. En el caso del Opus Dei el dispositivo de ocupación de las Universidades se gestó desde el CSIC donde D. José María Albareda detentó una influencia y un poder absoluto. En los años siguientes, en la década de los 50, a medida que las cátedras de los afines a Albareda fueron ocupando espacios universitarios, se reducía la influencia de los colectivos procedentes de Falange. La estrategia del Opus Dei se reconduzco después hacia la ocupación de los Ministerios y los altos cargos en la Administración con la ley de 1959 propiciada por el Plan de Desarrollo. Las memorias de Carlos París recogen alguna de estas vicisitudes en el ámbito universitario a lo largo de los años hasta incluso los albores del período democrático.

Otro de los pasajes en los que se recogen en sus memorias son los de su trabajo como director del colegio Mayor S. Clemente. Fue el comienzo de su apertura ideológica al concentrar en ese tiempo las conferencias y ciclos de actividades culturales que hicieron famoso su mandato. Siempre con la complicidad de personalidades ajenas al régimen político, algunas como Eloy Terrón, José Antonio Bardem, Alfonso Sastre y Eva Forest y con la ayuda de su amigo Carlos Alonso del Real. Ese tiempo también le sirvió para conocer el entorno gallego y sus paisajes, ayudado por una vespa, que fue su primera motorización.

El tiempo de iniciarse en su perfeccionamiento académico le llegó visitando centros en el extranjero. En los primeros años del franquismo no era fácil salir a perfeccionar sus estudios fuera de España. Son sus viajes a París, Alemania, Italia, Suiza y Bélgica los que tienen como objetivo clave: conocer los antecedentes y los autores más destacados en la Filosofía de la Ciencia que fue su especialidad. En esos viajes conoció a Juan Antonio Maravall, director del Instituto de España en París con el que concitó una amistad duradera. También logró trabar relaciones con los responsables de la Filosofía y la Ciencia de Francia. A su vuelta a Madrid concita el apoyo del Instituto de Cultura Hispánica que le abre las puertas para dar conferencias. A partir de ahí, Carlos París se prodigó en congresos aflorando sus primeras publicaciones.

En uno de sus referencias recogidas fue su militancia en el SEU, el sindicato de estudiantes del régimen. Se vio en la tesitura de participar en el seno de la SUT, una Asociación Universitaria que combinaba la enseñanza con los trabajadores. Estas actividades de trabajo le sirvieron para conectar la Universidad con el mundo laboral. Así conoció el mundo minero en las minas de Barruelo, al norte de Palencia, lugar donde conoció el entorno fabril. Acabó después recalando y conociendo las experiencias del Padre Llanos en el Pozo del Tío Raimundo, y del padre Diez Alegría, otro cura comprometido con la explotación urbanística y con la pobreza de los suburbios de un Madrid olvidado. Este nuevo capítulo vital le aproximó a los compromisos ideológicos que fue adquiriendo con el tiempo, y que le llevaron a militar finalmente en el PCE.

Murió su mujer, Juanita, durante su estancia en Santiago. Fue un golpe tremendo por lo que se refugió en los cursillos de cristiandad en los que pretendió ocupar su mente ante la ausencia de su pareja. Se sobrepuso al cabo del tiempo, y en los años sesenta Carlos París conoce a Emy, y decide convivir con ella, Emy, la hija mayor de numerosa familia gallega, y con un perfil muy distinto a la anterior. Ese cambio se compaginó con ejercer la docencia durante ocho años en Valencia. En ese nuevo entorno entró en contacto con López Piñero, una autoridad en Historia de la Ciencia, y donde conoció a Francisco Brines y a Joan Fuster, dos importantes referentes culturales. Carlos París anota que la Universidad de Valencia es mucho más activa que las conocidas. Va adquiriendo una mayor agitación, mayor que la de los años 50. Será el momento del nacimiento de sus 3 hijos y su aproximación a la Antropología. Son años de ciertas estrecheces económicas por el volumen de la familia: Son los años de un compromiso mayor por su parte. Son los años de la expulsión de algunos conocidos profesores de Universidad de cuyo desenlace se libró. Corre el año 1965.

Luego vino su traslado a la Universidad Autónoma de Madrid (Cátedra de Filosofía y Metodología Científica) ya en los 70. La represión del régimen era más severa. Se planteó irse a Argentina iniciativa que no prosperó. Son los tiempos también de la disolución del SEU y de la aparición de los sindicatos democráticos de estudiantes. Se aprueba la Ley Villar de 1970, y la creación de los ICES, organismos que ayudó a diseñar y se confeccionó el Libro blanco de la Educación. Fue un momento de nuevas experiencias y amistades de diversas disciplinas. José Ramón Lasuén, Miguel Artola, Fernández Galiano, Juan José Linz, Sánchez Agesta, María Ángeles Durán y Ramón Tamames. Tuvo colaboradores señeros en el departamento de Filosofía como Javier de Sádaba, Tomás Pollán, Fernando Savater o Javier Muguerza. Se involucró también en el movimiento vecinal de Tetuán. En lo profesional fue nombrado director del ICE y tuvo que hacer frente a la demanda del CAP (Certificado de idoneidad para docentes) ya ubicado en el edificio de Cantoblanco. Le llegó luego la represión franquista. Fue destituido de todo. Su departamento fue cancelado por orden del Rector, Julio Rodríguez, miembro del Opus Dei. Ya en democracia, su vida personal tuvo otro rumbo, al fallecer su segunda esposa. La tercera persona que le acompañó hasta su final fue Lidia Falcón.

Las memorias que ofrece el autor de Hombre y naturaleza o Filosofía, Ciencia, Sociedad, constituyen un paseo por la Universidad española durante el periodo franquista, quedando recogidas y acuñadas innumerables anécdotas.

Pedro LIébana Collado

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