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Coronavirus

Como borreguitos al matadero, así nos llevan. No parece que lo hayan
provocado adrede, o por lo menos, los que así lo creen no presentan pruebas ni
siquiera argumentos que medio lo justifiquen. Pero parece claro, y su silencio así lo
pregona, que el capital está encantado con el coronavirus (nunca las coronas fueron
buenas).

Sea intencionado o no, el gran capital está aprovechando la ocasión para
conseguir, por lo menos, dos objetivos que le benefician en grado sumo.

El primero ha sido el de, utilizando un pánico convenientemente alimentado por
todos y cada uno de sus medios de comunicación (difusión e ideologización),
convertirnos a todos en un rebaño manejable que va obedeciendo una a una todas las
órdenes de los pastores (los mayorales, a su vez, obedecen las órdenes del amo). Os
metéis en casa, os estáis calladitos, os quedáis sin comer si es preciso, y alabáis in
tino y sin mesura los mismo aparatos sanitarios y políticos a los que antes maldeciáis.
Os quedáis sin gimnasios, sin espacios verdes, sin bares, sin viajes, sin deportes, ya
tenéis la tele, y mucho ojito con rechistar. Ahora ya pueden hacer lo que quieran con
nosotros. Y como la salud es la única salvación dentro del capitalismo y Dios no tiene
nada que ver con todo esto, qué le vamos a hacer…, humillarse y callar.

El segundo objetivo es demostrar que el método mejor para que el capitalismo
perdure no es la democracia, sino regímenes autoritarios, de modo que el mercado no
esté controlado por la “mano invisible” (que hay que ver lo mal que lo hace), sino por
la férrea mano del gran hermano, como es el caso de China (y antes del nazismo). Una
sociedad subordinada para un sistema político con capacidad de controlar los excesos
del capital, pero respetando una cierta autonomía y garantizando sus beneficios,
parece la mejor opción en estos momentos para los del dinero, dada su incapacidad
para resolver los problemas democráticos, ecológicos y estructurales, especialmente
el de la revolución tecnológica.

En esas andamos. Y lo que te rondaré, morena.

Juan García Caselles.

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