Dos barcos para la historia

La historia se repite por más que se intente evitar, un suceso ocurrido hace un breve tiempo en Madrid ha vuelto a recordar dos sucesos significativos de la misma:

Un alcalde de Madrid, ante el aliento de Vox, elimina la placa de la calle del Sinaia tras un esfuerzo ciudadano por la normalidad democrática, para volver a poner la placa del Crucero Baleares puesta en su día por el Franquismo.

Es bueno rememorar qué significado para la historia tienen esos dos barcos: el Sinaia fue un barco civil que salvó y ayudó a organizar muchas vidas de españoles en México, el Crucero Baleares es un destructor que es conocido por el terrible suceso de los bombardeos sobre la población civil en la huida de Málaga ante el avance del ejército franquista y el terror que producía.

Esta es la historia de un barco, el Sinaia:

Era un buque de pasajeros de bandera francesa contratado para llevar a México a los refugiados españoles aceptados por Lázaro Cárdenas. El 25 de mayo de 1939 embarcaron en él 1599 personas, unas 300 familias, que venían de los campos de concentración y de retención de Francia. Niños, mujeres y hombres bregaron en los muelles, como los afganos en el aeropuerto, por embarcar hacia una vida lejos de la guerra y el sufrimiento.

Iban hacinados, el barco se sobrecargó, como los aviones que hemos visto estos días.

A bordo viajaba parte de la élite intelectual española, lo mejor del país, los que querían una España moderna pero acabaron construyendo el gran México de los 50. Junto a obreros y gente de toda condición viajaban las mejores mentes de España y con ello se organizó como se pudo la vida en el barco.

Cuando cundía el desánimo, de alguna parte, sonó “Suspiros de España”. Lo estaba interpretando la Orquesta Sinfónica de Madrid, exiliada en gran parte con sus instrumentos como casi único equipaje. Los hoy supervivientes, entonces niños, tienen marcadas a fuego las lágrimas del momento.

Se organizaron exposiciones, conferencias, fiestas con lo que había. Era la Guerra de la Sonrisa contra el miedo sobre el abismo del desarraigo y el dolor.

Allí viajaban José Gaos, Manuel Andújar, Pedro Garfias… y Ramón Gaya.

Siempre he pensado que fue el hombre más triste del mundo aquel 25 de mayo de 1939. Había perdido a su mujer, Fe Sanz, en el bombardeo franquista contra la población civil de la estación de Figueras. Su hija, de dos años, sobrevivió. Él, junto a los escritores de la revista “Hora de España” cruzó los Pirineos con el ejército republicano y fueron internados en el campo de concentración de Saint-Cyprien. Allí nuestros vecinos franceses los rodearon de alambradas, los sometieron al hambre, al frío y los piojos. Cuando salió fue a Cardesse, donde estaba la casa de su amigo el pintor inglés Cristóbal Hall, que se hizo cargo de su niña. Había perdido su familia, su país, su idea de un futuro para España y tantas cosas más.

En aquel barco se editó: “Sinaia. Diario de la Primera Expedición de Republicanos Españoles a México” dirigido por Isidoro Enríquez Calleja, del que se publicaron 18 números gracias a un mimeógrafo. Estaban camino del exilio y editaron una revista para su gente, con la que dieron consejos, consuelo en forma de textos de todo tipo. Gaya escribió un maravilloso artículo, que deja ver que hay una fuerza interior capaz de superar todo cuando la vida se debe abrir camino.

En aquel barco murieron al menos dos exiliados y nació una niña a la que pusieron Susana Sinaia Caparrós.

Tras 19 días tan duros llegaron a Veracruz, donde los recibió el secretario de gobernación junto a 20.000 personas apiñadas en los muelles.

En su discurso dijo:

“No os recibimos como náufragos de la persecución dictatorial a quienes misericordiosamente se arroja una tabla de salvación, sino como a defensores aguerridos de la democracia republicana y de la soberanía territorial, que lucharon contra la maquinaria opresora al servicio de la conspiración totalitaria universal. El Gobierno y el pueblo de México os reciben como a exponentes de la causa imperecedera de las libertades del hombre. Vuestras madres, esposas e hijos, encontrarán en nuestro suelo un regazo cariñoso y hospitalario”

El Ayuntamiento de Madrid retiró la placa que daba una calle al Sinaia y volvió a colocar la placa que recordaba el barco más sangriento de la guerra, aquel que disparó sobre la carretera mientras la gente huía de Málaga. Junto a los aviones nazis e italianos mató a unos 5.000 civiles desarmados, muchos de ellos niños, que huían a Almería. El cuadro que podría reflejar bastante la situación de La Desbandada es el Guernica.

Respecto a la retirada de la placa de la calle, … cada uno sabrá escoger cuál es su barco.

Alfredo Liébana Collado