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Este año Hacienda me devuelve dinero

Sí, creo que es la primera vez en mi vida laboral que la declaración de Hacienda me sale a devolver. Y no es gracias a ningún tipo de ingeniería fiscal, sino a la lógica mensual de mis ingresos y mis retenciones.

Hago esta impudorosa confesión porque la realidad, como acaba de decretar un juez, es demasiado burda y me gustaría dejar aquí mi punto de vista sobre las falsificaciones que corrompen la convivencia.

Me aficioné a la poesía en la biblioteca de mis padres. Ser lector y poeta se convirtió en una vocación poderosa en mi existencia. Como comprendí enseguida que no iba a poder mantenerme con mis propios poemas, decidí prepararme para enseñar la lengua y la literatura escrita por los demás. Estudié una carrera, hice una tesina, una tesis, una oposición a profesor titular y otra a catedrático para que me pagaran un sueldo por hacer aquello que iba hacer de todas maneras, aunque no me pagasen: leer libros y hablar de ellos. La vocación y el amor por un saber es la raíz última de los que nos dedicamos a la enseñanza.

El sueldo de profesor de universidad da para vivir. Si se compara con el salario de los profesores en otros países parece más bien modesto. Mucho más modesto resulta si atendemos a las cifras que se barajan en el mundo de los negocios. Pero también es verdad que existe mucha gente que roza la pobreza y que sobrevive con casi nada o salarios mucho más bajos. Así que mejor no quejarse, sobre todo cuando se tiene la suerte de recibir invitaciones para cursos, conferencias, recitales y seminarios.

Me acompañó, además, desde joven la poesía. Mi nombre se dio a conocer y enseguida empecé a colaborar regularmente en medios de comunicación como Ideal de Granada, El País, Público, infoLibre, Canal Sur, Radio Nacional y Cadena Ser. De ahí mi amor por el periodismo y mi preocupación por algunas situaciones que observo.

Tampoco son desdeñables los ingresos que le pueden venir a uno por letras de canciones, textos teatrales y adelantos de libros. Por ensayos y novelas se cobra más que por la poesía, pero todo junto completa bien el sueldo de profesor. Así que me fui acostumbrando a pagar en cada ejercicio un buen pellizco a la hora de la declaración anual, y lo he venido haciendo con orgullo, porque los libros y la poesía también me han hecho solidario con mi sociedad, es decir, con la sanidad y la educación pública, la cultura, los derechos cívicos y los subsidios para la gente que lo pasa mal.

Este año he conocido otro tipo de orgullo.

En 2018 fui nombrado por el Gobierno director del Instituto Cervantes. Como estoy hablando de impuestos, no me extenderé aquí sobre el honor que supone para un filólogo y escritor dirigir una institución dedicada a defender nuestras lenguas, la cultura en español y en las otras lenguas de España. Sólo diré que, por la incompatibilidad propia de un cargo público, uno tiene el pudor de dejar de cobrar las conferencias. Dejé también las colaboraciones cobradas en prensa. Sólo he mantenido, y sin cobrar, esta columna en infoLibre. Como he dicho, siento amor por el periodismo.

Un cargo público, además, te deja sin tiempo para dedicarte a la creación. Mientras uno se dedica por completo a desempeñar su responsabilidad, poco a poco van saliendo los trabajos preparados o casi terminados con anterioridad. Lo de las incompatibilidades y la responsabilidad no es un capricho de poeta, sino una obligación generalizada entre la mayoría de las personas que asumen un cargo público.

El caso es que poco a poco me fui quedando con mi sueldo de director, muy parecido a un sueldo de catedrático con 40 años de servicio en la Universidad. Por eso, y por las altas retenciones mensuales en la nómina, este año mi asesor me dio la noticia de que Hacienda me iba a devolver algo más de mil euros. Yo sentí una nueva forma de orgullo.

No sé si a estas alturas debo explicar las razones cívicas de este orgullo. Sólo quería contarlo para decir que las maniobras burdas que degradan la política son el mayor atentado contra la convivencia democrática. Necesitamos la política. Orgulloso estoy de servir a mi sociedad, orgulloso de pagar impuestos cuando me toca, orgulloso de recibir un sueldo modesto por tener el honor de dedicarme a la representación pública. La política merece respeto, aunque haya algunos políticos empeñados en desacreditarla.

Luis García Montero
Artículo publicado en Infolibre

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