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Incómodo Forn de Barraca, incómodo Puerto de Valencia

Operativo de la Guardia Civil espectacular, con helicóptero incluido. De madrugada, casi al alba. Desalojo por la fuerza de diez activistas y cuatro detenidos. Masiva indignación en las redes sociales, también de destacados líderes de Compromís y Podemos. La Generalitat Valenciana sorprendida, nadie les había avisado de una operación en territorio valenciano, en la huerta de Alboraia, para derrumbar, por las bravas, la alquería de Forn de Barraca , símbolo de la resistencia ciudadana a la ampliación de la V21, que erosionará 60.000 metros cuadrados de huerta, de terreno cultivable.

Llamadas durante toda la mañana desde la Generalitat Valenciana al Delegado del Gobierno, Juan Carlos Fulgencio; que no han encontrado la respuesta esperada; tampoco del subdelegado del Gobierno. Llamadas al ministerio de de Fomento, que gestiona José Luís Ábalos, valenciano y socialista. Trabajo intenso de despacho de la vicepresidenta Mónica Oltra y del titular de Infraestructuras valenciano, Arcadi España, primero para saber qué estaba ocurriendo; también para intentar amortiguar los efectos. (La versión ofrecida por el jefe de gabinete de Fulgencio es diferente, asegura que ha intentado toda la mañana contactar con el ejecutivo valenciano sin éxito).

Imágenes de la excavadora derrumbando las paredes de la alquería: “si no tuviera posibilidad de trabajar en los despachos estaría con la gente den Forn de Barraca”, apuntaba esta mañana, indignada, Mónica Oltra. La construcción simbólica ha desaparecido, tras más de una semana de resistencia de aquellos que observan, con razón crítica, que se haya ejecutado la operación el mismo día en el que todo el mundo, en sentido geográfico, reivindica la lucha por proteger el medio ambiente, contra el cambio climático. El ecologismo ya es la principal corriente ideológica del siglo XXI, pero parece que cierta clase política sigue sin entenderlo. El cambio sociológico es profundo, especialmente entre la gente joven, que observa estos episodios con tristeza y rabia, no están dispuestos a tolerarlo. La V21 ya no es sólo una carretera, es la línea que separa una visión del mundo con otra más antigua, envejecida, peligrosaun pensamiento involucionista.

Acabada de derruir, el Puerto de València acuerda su ampliación, con el voto en contra del alcalde de València, Joan Ribó. Se avecina otra batalla contra una infraestructura cuya ampliación tendrá un efecto inevitable en el litoral valenciano, en las playas, en los barrios cercanos y en el paisaje. Se decide sin haber atendido todas las peticiones para conocer los efectos de un megaproyecto de mil millones de euros, bendecido hasta la saciedad por la derecha valenciana. El Puerto de València, por torpeza de sus gestores, es ya otro símbolo, no tanto de riqueza y crecimiento, sino de erosión del medio ambiente, en un momento en el que la sensibilidad está a flor de piel.

Compromís y Podemos asumen la bandera, mientras el PSPV titubea, con expresiones torpes como la de su síndic en las Cortes, Manolo Mata, “hablamos de 60.000 m2 de huerta que no alteran absolutamente nada”. El ecologismo fractura sensibilidades en el Botànic II: Compromís y Podemos observan la oportunidad de arrebatar esta línea de pensamiento a los socialistas, una vez se han apoderado casi del relato de la exigencia de una mejor financiación autonómica. El PSPV es víctima una vez más de su ambigüedad condicionada por el Gobierno de España, del PSOE. Y eso que en la tradición socialista el ecologismo siempre formó parte de su ADN. Les están robando la cartera.

Incómodo Forn de Barraca, incómodo Puerto de València, y todo en un mismo día. La sociedad digital, dinamizada por los jóvenes, no perdonará las debilidades, pues es tiempo de firmezas, cuando del cambio climático se trata. Más aún en este Mediterráneo frágil, proclive a la tragedia cuando los cielos se enfadan. El Forn de Barraca y el Puerto de València van a ser ejes de un relato nuevo, durante toda la legislatura. Sorprende que algunos aún sigan sin darse cuenta o no se atrevan a darse cuenta. Siempre hay gente a la que el futuro le agobia.

Salvador Enguix
Artículo publicado en La Vanguardia

 

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