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Juan José Tamayo: “El negacionismo de la jerarquía de la Iglesia española la ha convertido en cómplice de los pederastas”

«Hay una incompatibilidad profunda y radical entre las posiciones de Vox y el PP y los valores que defiende el cristianismo. Los valores auténticos están en las antípodas de los planteamientos de esos partidos políticos», asegura el autor de, entre otros libros, ‘La internacional del odio’

Juan José Tamayo (Palencia, 1946) es teólogo, profesor, autor de decenas de libros, conferenciante, pero sobre todo un firme defensor del espíritu primigenio del cristianismo. Y esa pelea le ha llevado a ser uno de los mayores críticos de la Iglesia Católica española. La considera fuera de la realidad de la diversidad del mundo actual. Machista, cómplice de la pederastia, egoísta en sus privilegios, enfrentada al papa Francisco y a sus condenas del neoliberalismo y cercana a las posiciones de la extrema derecha y de los sectores más ultras del Partido Popular. Así lo ha denunciado en sus últimos libros (La compasión en un mundo injusto, La internacional del odio) y así lo refrenda en esta entrevista.

¿Qué opina del estado de negación de la Iglesia Católica española ante la pederastia?

La expresión que mejor define la actitud de la jerarquía católica es el negacionismo. Hay un negacionismo de base, que es lo que lleva luego al silencio, al ocultamiento, a la falta de denuncia, al encubrimiento ante tamaños crímenes. ¿Cuál es el problema de la jerarquía en relación con estos temas? No es que no los conociera, sino que más bien los niega. En vez de colocarse del lado de las víctimas y decir ‘las vamos a apoyar, vamos a tener todo tipo de solidaridad con ellas’, se han situado en el lado de la institución y han decidido salvarla. Han hecho todo un discurso, toda una construcción ideológica que empieza por decir que son muy pocos casos. ¿Pero cómo pueden decir eso cuando ni siquiera han investigado? En este caso, negarse a investigar está en total contradicción con otras conferencias episcopales como la alemana y la francesa, que han encargado incluso las investigaciones a agencias externas para mayor objetividad.

¿Y la jerarquía eclesiástica española, por su estado de negación, se ha convertido en cómplice?

Sí, esa negación ha llevado a la Iglesia española a una complicidad con los pederastas. Y esto es terrible. Ser cómplice de un crimen, ser cómplice de un comportamiento antihumanitario es también ser responsable. Y luego está el desprecio a las víctimas, al no escuchar su testimonio, al dudar de su veracidad, incluso a mandarles en épocas pasadas guardar silencio y amenazarles en el caso de que hicieran públicos esos testimonios. Se estaba revictimizando a las víctimas. Eso es terrible. Y luego el cinismo de la Conferencia Episcopal. Por una parte, el presidente Omella, que en el discurso de la última plenaria, y luego en una peregrinación que hicieron a Santiago, expresó la petición de perdón por esos terribles abusos. Pero, por otra parte, el secretario de la Conferencia Episcopal en esos mismos días dice que no van a investigar. Se intenta reducir a casos particulares un problema que es público, que es estructural. Es decir, no son casos aislados, sino que supone una responsabilidad estructural. Esto me parece que es algo realmente sangrante. [Un día después de realizarse esta entrevista el obispo de Bilbao anunció la apertura de una investigación sobre este asunto].

¿Por qué en la Iglesia Católica se dan tantos casos de pederastia? ¿A qué se refiere cuando dice que es un problema estructural?

Me refiero a la estructura que conforma la Iglesia Católica que es patriarcal, de masculinidad hegemónica y de masculinidades sagradas. Es decir, tenemos una pirámide: en el vértice está el poder absoluto, luego los representantes de ese poder y, debajo, la base, que es la que sustenta y tiene que poner en práctica las orientaciones de ese poder absoluto. Pero además, a eso hay que añadir que todo el poder en la Iglesia está en manos de varones, es un poder caracterizado por la masculinidad hegemónica, que en el caso de la Iglesia es masculinidad sagrada. Porque sólo los varones, desde su poder, están representando a Dios.

¿La Iglesia tiene entonces un problema de machismo sagrado?

Claro. Y es mucho más difícil desmontar el patriarcado religioso que el patriarcado político. Porque el patriarcado religioso está sustentado sobre una masculinidad sagrada en cuanto que son los varones los que representan a Dios, a quien previamente le han dado toda una serie de atributos varoniles. Ahí está, yo creo, la clave de estos fenómenos. En el fondo, la pederastia es la colonización de los cuerpos, la colonización de las mentes, la colonización de las conciencias, hasta el punto de que esa colonización lleva a padres y madres a fiarse de esas personas que consideran representantes de Dios y que luego utilizan esa representación divina y ese poder masculino para abusar sexualmente. Ese es el problema: el poder. Y ese poder no tiene ningún límite, no tiene ningún control. Porque además, cómo se va a cuestionar el poder de una persona sagrada que representa a Dios.

El discurso político conservador español está muy en sintonía con posiciones católicas ultramontanas… Parece que ya no son ni demócratas ni cristianos. ¿Qué fue de la llamada democracia cristiana?

Ha sido borrada del mapa. Sobre todo porque lo que ha quedado ha sido muy ultraconservador: la Asociación Católica de Propagandistas, que es un nicho de voxianos y de integristas cristianos que ya no son ni siquiera neocons o teocons, sino que son ultracons, y las comunidades neocatecumenales de Kiko Argüello. Son dos movimientos que tiene una extraordinaria influencia en sectores populares, aprovechando su falta de conocimiento político, y en el ámbito de las élites económicas, financieras y políticas en el caso de la Asociación Católica de Propagandistas.

Estos movimientos están siendo aprovechados por algunos políticos. ¿Cómo interpreta usted, por ejemplo, las declaraciones de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, a raíz de la carta que escribió el papa Francisco a México pidiendo perdón por la intervención de la Iglesia Católica durante la colonización de América?

Hay que interpretarlas no desde el punto de vista religioso, sino desde el punto de vista político, porque declaraciones del tipo de las del papa Francisco ya las habían hecho los Papas anteriores. Juan Pablo II pidió perdón más de cien veces y, en concreto, pidió perdón por los abusos en la conquista. Y luego Benedicto XVI también volvió sobre el mismo tema. Entonces, ¿por qué cuando Francisco hace esas declaraciones se le echan encima VOX y la parte más integrista del PP? En el fondo, es porque consideran que el Papa descalifica su política ultra y, por ejemplo, su neoliberalismo, su comportamiento de legitimación de las diferentes violencias, de los diferentes discursos de odio. Esa es la clave.

Usted a esto le ha llamado el cristoneofascismo…

Sí. La idea y la propia palabra se me ocurrió de manera espontánea, dictando un curso de teología en varias universidades de Brasil. En una de las clases, un alumno, creo recordar que era sacerdote, dijo que en la iglesia les prohibían hablar de política, y sin embargo, Bolsonaro estaba constantemente haciendo teología. Y yo, expresando sorpresa, pero sólo externamente, pregunté si es que Bolsonaro era teólogo. «No», me respondieron, «pero se pasa todo el día hablando de Dios, citando la Biblia y relacionándose con las mega iglesias». Entonces dije que le podíamos definir como el teólogo y el predicador del cristoneofascismo. La gente prorrumpió en un prolongado aplauso. Escribí un artículo con ese mismo título y me di cuenta de que esa alianza de la extrema derecha política, judicial, oligárquica y religiosa de Brasil estaba prácticamente extendida por todo el continente americano.

¿Y se puede aplicar a la situación española actual?

Totalmente. Porque esa alianza se está produciendo entre los partidos de la extrema derecha y un sector muy importante, cada vez más creciente, del Partido Popular. Y todos estos movimientos integristas y reaccionarios ultraconservadores como son HazteOír, la Asociación de Abogados Cristianos, el Yunque y un sector muy importante, en torno al diez o el doce por ciento de los obispos españoles.

¿Y esos obispos son muy influyentes?

Por lo menos paralizan cualquier iniciativa de apertura y de cambio dentro de la Conferencia Episcopal Española. Y ciertamente tienen una gran influencia, una gran repercusión y un gran apoyo en los medios de comunicación. Por tanto, me parece que al final esa imagen que ellos proyectan queda muy grabada en el imaginario social. Y lo más preocupante es que un sector importante de la sociedad identifica los valores cristianos con los planteamientos reaccionarios y ultraliberales de este sector del episcopado.

¿Los valores cristianos son otros?

Evidentemente, los valores cristianos están recogidos en la carta magna del cristianismo, que son las bienaventuranzas. El valor de la opción por las personas en situación de vulnerabilidad. La solidaridad con las víctimas. La opción por las personas y los colectivos empobrecidos. El perdón. Tanto la petición de perdón como el perdonar. La no violencia. El compromiso por la justicia. La igualdad entre seres humanos, hombres y mujeres. Y todos esos valores son transgredidos o son, diríamos, negados por los discursos de odio y las prácticas violentas en las que desembocan estos discursos.

Casi todos esos valores que usted describe entran en contradicción con los discursos de la extrema derecha y de parte del PP. Para algunos ahora eso es comunismo. Incluso Díaz Ayuso llegó a utilizar esa definición en su polémica con el Papa tachando de comunismo lo que ella llamó indigenismo.

Esa mujer tiene una confusión mental que se traduce en confusión terminológica. El indigenismo no es precisamente una corriente que defiende los valores de los pueblos y de las comunidades originarias e indígenas, el indigenismo es la teoría que construye esos pueblos y a esas comunidades conforme a la mentalidad occidental. Por lo tanto, la afirmación de Ayuso demuestra una ignorancia enciclopédica y una confusión terminológica.

En todo caso, si consideramos el comunismo no como una teoría política aplicada en el este europeo, sino como una concepción de compartir los bienes, de dar a cada uno conforme a sus necesidades y colaborar para el bien común y hacer una legítima redistribución de los bienes. Ciertamente, si eso es comunismo, también hay que considerar que es compatible con la concepción, por ejemplo, del ‘Sumak kawsay’ de los pueblos originarios. Es esa concepción de la vida que consiste en estar vinculado con la naturaleza, cuidarla, tratarla con respeto, el mantener una relación de armonía con las comunidades del entorno. Es el bien vivir, que no es vivir mejor ni la buena vida a costa de quienes están sufriendo, sino que es esa relación armónica con la trascendencia, con las deidades, con los ancestrales. Por tanto, si comunismo significa eso, está en perfecta sintonía con los valores de los pueblos originarios. Lo que pasa es que Ayuso y todos estos grupos, a partir de la confusión terminológica y de su propia ignorancia, lo que hacen es una descalificación inaceptable.

¿Es compatible con el cristianismo la posición de estos movimientos y de la propia Iglesia Católica española cuando hablamos de migrantes, feminismo, derechos LGTBI…?

Totalmente incompatibles sus valores o sus contravalores con los valores originarios del cristianismo que están siendo practicados hoy por las comunidades de base, por los movimientos cristianos de solidaridad, por las teologías de la liberación, por la teología feminista. ¿Cómo pueden ser considerados valores cristianos afirmaciones como que las feministas son feminazis? ¿Cómo puede ser considerada un valor cristiano la islamofobia, es decir, el odio a las personas musulmanas, a quienes posiblemente nunca han visto pero tienen esa imagen y esa construcción puramente ideológica e interesada? Y del discurso del odio se llega a prácticas violentas. ¿Cómo se puede considerar que el movimiento LGTBI es una enfermedad, una desviación de la naturaleza, un pecado? ¿Cómo se puede descalificar la teoría de género despectivamente llamándola ideología de género? ¿Cómo puede ser un valor cristiano la condena o la expulsión de las personas migrantes, cuando realmente si hay algo que caracteriza la tradición judeocristiana es acoger al inmigrante porque vosotros también fuisteis migrantes en Egipto? Por eso, desde cualquier punto de vista que se mire, pero ahora mismo lo estamos analizando desde el punto de vista religioso, no hay mayor contradicción que la defensa que dicen hacer estos sectores de los valores de la tradición cristiana con el espíritu originario del cristianismo.

¿Entonces, un cristiano jamás debería votar al PP o a Vox?

Creo que hay una incompatibilidad profunda y radical, porque los valores que defiende el cristianismo, los valores primigenios, los valores auténticos, están en las antípodas de los planteamientos de esos partidos políticos. Y la jerarquía católica española tiene una cierta responsabilidad. No he escuchado ninguna descalificación, ninguna crítica de estos movimientos; una condena desde el punto de vista evangélico, porque yo no digo desde el punto de vista político, solamente desde el punto de vista evangélico, desde el punto de vista del movimiento originario de Jesús de Nazaret.

¿Y por qué cree que callan?

Por una razón muy sencilla: porque parte del programa de estos partidos coincide con los planteamientos de la jerarquía católica. Por ejemplo, en el caso del matrimonio igualitario, pues igual que están en contra el PP y Vox, lo está también la Conferencia Episcopal Española. En el caso del colectivo LGTBI, todos sus pronunciamientos son en favor de la heteronormatividad y de la binaridad sexual. Si la jerarquía católica dice que la norma son la relaciones heterosexuales y si la identidad sexual se reduce a dos géneros, el masculino y el femenino, pues ya están apoyando y fomentando de alguna manera el odio contra todo ese movimiento.

¿Y esta posición de la Iglesia española no choca de una manera frontal con el papa Francisco?

Sí, creo que choca muy directamente. En realidad me parece que la reforma de Francisco no ha pasado los Pirineos. Creo que hoy no existe en España ningún obispo, arzobispo o cardenal que se mueva en esa actitud profética, crítica y de denuncia del Papa Francisco. La denuncia, por ejemplo, del neoliberalismo, que dice que el neoliberalismo es injusto en su raíz. Yo no se lo he oído todavía a los obispos españoles. No he oído una actitud de acogida a las personas inmigrantes. No he oído un discurso de denuncia contra las autoridades políticas que tienen esta actitud xenófoba y racista hacia las personas de fuera. No he oído un discurso, por ejemplo, contra la aporofobia, que es el desprecio y el maltrato al pobre. Todas esas grandes reivindicaciones que hace el Papa. Los obispos españoles siguen todavía ubicados en esas negociaciones que quieren llevar a cabo con el Gobierno, pero no para prescindir o renunciar a sus privilegios, sino para conseguir ser incluso actores en el diálogo, en cuestiones fundamentales, como son cuestiones de Estado. El gran problema de la jerarquía católica española es que siguen ubicados en un contexto de Iglesia privilegiada.

Ese es un concepto predemocrático…

La jerarquía católica española siempre se ha encontrado más a gusto en ámbitos dictatoriales que en ámbitos democráticos. Le ha costado mucho ubicarse en la democracia. No ha querido perder los privilegios que le vienen, ya no del franquismo, sino de la larga historia de España.

Han pasado 43 años desde que el gobierno de Adolfo Suárez, en 1979, firmase los acuerdos con la Santa Sede. Unos pactos que garantizaban a la Iglesia una posición de privilegio social y económico, ¿ha llegado la hora de cambiar esa situación?

Lo primero que hay que hacer es llamar a estos acuerdos firmados el año 79 por su verdadero nombre: es un Concordato encubierto, una revisión del Concordato del año 1953. Esos acuerdos además son preconstitucionales, pues se negociaron durante el debate constitucional, con nocturnidad, de una manera absolutamente discreta. Y se firman el día 3 de enero, apenas un mes después de la aprobación de la Constitución en el referéndum del 6 de diciembre. Son preconstitucionales, y al mismo tiempo creo que son también, como dicen muchos eclesiasticistas, anticonstitucionales.

No respetan la neutralidad del Estado en materia religiosa. No reconocen la igualdad de todas las religiones ante la ley. Y sí reconocen un privilegio constitucional a la Iglesia Católica. Ese es el gran problema. La base de esos acuerdos y de ese privilegio constitucional ya está en la Constitución. El artículo 16.3 es el más contradictorio: dice que ninguna confesión tendrá carácter estatal, perfecto. Pero claro, la segunda parte dice que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones religiosas. Y eso supone un privilegio constitucional: se considera a la Iglesia Católica por encima de las demás confesiones.

¿Cree que el actual Gobierno puede cambiar esto?

Es absolutamente prioritario que ese artículo sea revisado, pero no va a ser posible porque el PSOE cuando esta en la oposición tiene un discurso laicista de separación Iglesia-Estado, pero cuando está en el gobierno la cosa cambia. El Partido Socialista tiene una gran responsabilidad en esto, pero también el resto de los partidos. Mi tesis es que todos los gobiernos de la democracia desde el año 77 hasta nuestros días, de derechas, de izquierdas y de centro, han sido y siguen siendo rehenes de la Iglesia Católica. Incluso el actual Gobierno de coalición entre el Partido Socialista y Unidas Podemos.

¿Qué papel cree que deberían tener las mujeres en la Iglesia del siglo XXI?

Rebelarse. Una rebelión de mujeres y hombres de forma que se desvinculen de esta estructura patriarcal basada en la masculinidad sagrada y construyan sus propias comunidades igualitarias entre hombres y mujeres al modelo del movimiento de Jesús de Nazaret y de las primeras comunidades cristianas. Hay que crear estas pequeñas comunidades de base en las que la igualdad sea la característica fundamental, la igualdad de género en el reparto de las responsabilidades, en la gestión del poder. Es decir, lo que no se puede seguir defendiendo es que el lugar de las mujeres sea estar al lado de la cruz de Cristo sufriendo con él.

¿El enfrentamiento de los movimientos ultracatólicos con el papa Francisco puede dar lugar a un cisma en la Iglesia?

La ruptura entre distintos paradigmas y modelos de Iglesia Católica lleva tiempo produciéndose. El origen se encuentra en la interpretación que se hace del Concilio Vaticano II. Esa ruptura, que se inicia en la segunda parte del mandato de Pablo VI, se acelera cuando asume el papado Juan Pablo II. Hay un debate entre la tendencia más conservadora que interpreta el Concilio Vaticano II como una especie de fracaso del catolicismo y el otro sector que considera que es el punto de partida para una renovación profunda de la Iglesia en todos los campos. En la medida en que va avanzando el papado de Juan Pablo II y luego el de Benedicto XVI, esa ruptura se hace más profunda. Pero se invierte la relación de fuerzas con Francisco. El Papa ha conseguido algo inesperado a lo largo de la historia de la Iglesia. Ahora los sectores más conservadores son anti papistas y los sectores más progresistas, tanto dentro de la Iglesia como laicos, somos más papistas. Francisco sintoniza plenamente con los problemas y la realidad de nuestro tiempo y tiene las antenas bien levantadas, como demuestra en sus viajes, en sus discursos, en sus cartas pastorales y en sus encíclicas. Y eso es lo que le lleva a identificarse con los movimientos populares y con las comunidades de base dentro de la Iglesia.

Gumersinda Lafuente
Publicado en ElDiario.es

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