La búsqueda de esperanza en nuestro tiempo
Entrar y echar un vistazo a las novedades de las librerías nos indica qué necesidades lectoras han descubierto las casas editoriales. La actualidad siempre está presente pero, en los últimos tiempos, la atención se ha dirigido hacia un terreno, digamos, más “atemporal”. En éste tienen cabida nuevos desarrollos sobre la religión, un campo literario y ensayístico que se está introduciendo en las librerías generalistas.
Pero aún atrae más la atención el renovado interés en la filosofía del estoicismo, con la reedición de sus principales protagonistas. Y, ocupando un espacio todavía difícil de definir, han ganado presencia las experiencias de aquellas personas que, en situación de muerte clínica por paro cardíaco y presencia de electroencefalograma plano, han sido “resucitadas” por el personal sanitario. Individuos que, a continuación, han narrado sus recuerdos de aquel tiempo, yendo más allá de las conocidas vivencias sobre la percepción de misteriosas luces blancas.
Es cierto que, en muchos momentos, las anteriores “experiencias” se han contemplado con escepticismo por el mundo científico y han atracado en los puertos del esoterismo. Lo nuevo, si puede llamarse así, es la relación establecida entre consciencia y cerebro, de modo que éste sería una mera antena de aquélla. Una conexión temporal que permitiría la continuidad de la consciencia más allá de la vida física. Incluso el empleo de algunos términos, como el de consciencia cuántica, parecen proporcionar una pátina científica a tal desdoblamiento.
Lo que despierta la atención no es la verosimilitud de las anteriores experiencias, sino que se esté ampliando el abanico de aspiraciones que buscan nuevos puntos de amarre, -de esperanza-, para neutralizar lo que los alemanes llaman la “angst”, refiriéndose a una suerte de angustia vital, de ansiedad o miedo ante la frágil posición de la condición humana frente a las disrupciones del mundo que habitamos. Un ánimo vital desfallecido que conduce a refugiarse, aunque sea con diferentes intensidades, en la resignación estoica o en la búsqueda de un más allá gratificante, incluso cuando el explorador no guarda convicciones religiosas: un más allá redimidor para laicos.
Parece constatarse que el malestar hacia las condiciones ahora vividas encuentra mayor arraigo en los países europeos, empujados por el pesimismo causado por el envejecimiento de la población y la desconfianza hacia la inmigración, la toma de conciencia sobre los efectos del cambio climático, el menor desarrollo de empresas con tecnologías estimuladoras de los salarios y las tensiones políticas que frenan el Estado del Bienestar y su lucha contra las desigualdades. Estaríamos acelerando una transición en la que el dominio material e intelectual de las antiguas metrópolis coloniales europeas habría llegado a un punto de derrota frente al dinamismo de los BRICS y el activismo autoritario, libertario-tecnológico y neocolonial, de EEUU.
Así, ante la constatación de su paulatino declive, y sus efectos acumulativos, Europa estaría experimentando una especie de milenarismo, de creciente visibilidad a partir de la primera década del 2000. Recordemos que el milenarismo genuino, nacido ante la cercanía del primer milenio de nuestra era, condujo a reacciones colectivas de histeria, sacrificio y pánico en la Europa medieval cristiana; en particular, porque con la llegada del año 1000 se presagiaba la venida del fin del mundo. Pero, en términos más amplios y comprensivos de nuestro tiempo, el milenarismo también puede ser contemplado como la manifestación de una racionalidad limitada o incluso el ejercicio de conductas populistas extremas, sustentadas, en ambos casos, sobre juicios muy simples pero capaces de provocar agudas, -y dramáticas-, reacciones humanas.
Es la simpleza de tales juicios y la intensidad de las reacciones que provocan lo que ha prosperado en nuestro reciente pasado y actual presente. Se ha desencadenado una extraordinaria avalancha de lo que se llaman “relatos alternativos”, caracterizados por una o más de las siguientes características: su apelación a la visceralidad o a los miedos básicos; la grosera descripción de la realidad hasta transformarla en ficción interesada; el desprecio hacia la ciencia; y el menoscabo de la racionalidad y del interés general en la confección de la agenda pública. Para sustentar con mayor comodidad tales “discursos” se apela a descripciones o hechos aislados que los apoyen, por más que se eluda la evidencia objetiva.
El tsunami de temor, ira, rabia y desprecio generado por los nuevos “alternativos” llega a la costa de las reacciones humanas gracias a medios de comunicación, -que no de información-, entrenados para excitarlas, desinhibirlas y transformar en materia de fe lo que no son más que opiniones arbitrarias. Creado el ambiente propicio, ya sólo falta la promoción de líderes endiosados o de fanáticos que encarnen la salvación, la seguridad y la defensa de valores que, sin reflexión pero sí con pasión, representan la tradición, la permanencia de las virtudes nacionales, la cohesión patriótica y la negación descalificatoria de quienes piensan y sienten diferente.
De este modo, en los países europeos estamos asistiendo al despliegue de un proyecto de sustitución del Estado de Derecho y de la razón que, mediante el diálogo, busca la mejor verdad para fijar el bien común. Y, en coherencia con esta acidificación de la política y la sociedad, -oxidante y corrosiva-, se nos invita a delegar en la inteligencia artificial lo que son funciones de la inteligencia èrsonal. Como sucedió con las redes sociales, al principio todo parece maravilloso, democrático, liberador de obligaciones penosas, enriquecedor de uno mismo y de su relación profesional. Pero, ¿cómo mantener y aplicar la razón crítica individual si delegamos en una IA homogeneizadora situada al margen de la discrepancia creativa? ¿Cómo evitar la pasiva sumisión intelectual a una “Algoritmocracia” cuajada de sesgos y con un funcionamiento aislado tras la opacidad?
No, no resulta casual la tendencia de los editores a publicar libros que nos invitan a desconectar del mundo y sumergirnos en el estoicismo, la religiosidad o la esperanza en una consciencia humana intemporal ajena a la naturaleza corpórea. Otra cosa es que, al hacerlo, seamos conscientes de que concedemos la victoria a quienes aspiran a dominarnos. A quienes, paradójicamente, cuanto más presente está la IA y más cerca se encuentran de su control, más recurren a la amenaza, la extorsión y la identificación de la manipulación con la libertad de expresión. No, no lo llamemos “inteligencia”, sino vigilancia, control y opresión de muchos por parte de unos pocos privilegiados, Atilas de los valores e instituciones democráticas. ¿Es eso lo que se desea?
Manuel López Estornell
Publicado en Valencia Plaza
marzo 2nd, 2025 at 3:00 pm
ÉS EVIDENT QUE HI HA VALENCIANS LÚCIDS, COM L’AUTOR DE L’ARTICLE, CAPAÇ DE FER UNA RADIOGRAFIA DE L’ACTUAL SITUACIÒ LOCAL I UNIVERSAL ON UNA ALDEA GLOBAL DEMANA UN PODER ABSOLUT I GLOBALITZAT.
«MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA» JA M’ENTENEU.
GRÀCIES SR. ESTORNELL
RESTAREM VIGILANTS.