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La Izquierda frente al espejo

Se acerca la hora de la verdad. Antes de que acabe el año habrán elecciones generales y la ciudadanía tendrá la oportunidad de elegir sus opciones políticas. En mi opinión, estos comicios tienen dos características que las hacen especialmente relevantes y pueden suponer un salto cualitativo en el escenario político imperante hasta la fecha. La primera es que tienen lugar tras un periodo en el que los ciudadanos y las ciudadanas nos hemos visto sometidos a un durísimo plan de reformas laborales y recortes tanto económicos como sociales, que han dejado muy maltrecho el incipiente estado del bienestar que se había ido construyendo durante las pasadas décadas. Para ello se ha utilizado como coartada la gran estafa del sistema financiero a la que se ha venido en denominar crisis y que ha reducido drásticamente el nivel de vida de una mayoría de la población condenando a la pobreza sistémica y a la exclusión social a sectores muy amplios de nuestra sociedad. Esto da lugar al surgimiento de una nueva realidad, el denominado “precariado”, que se cierne como una amenaza sobre el panorama presente y futuro de millones de personas y condena, especialmente a las generaciones venideras. a vivir y desarrollarse en una sociedad mas desprotegida, injusta y desigual, de cuantas habíamos conocido hasta ahora en el continente europeo. A ello hay que añadir la corrupción que ha contaminado de manera transversal a una buena parte del espectro político, incluida la Corona, y que ha devaluado gravemente la calidad de la democracia recuperada tras muchos años de dictadura franquista.

La otra característica, vinculada a la anterior, es la modificación del panorama político preexistente mediante la irrupción de nuevos sujetos tanto en el ámbito de la derecha como en el de la izquierda. Me centraré en estos últimos. Parece claro que la crisis no solamente está teniendo consecuencias devastadoras en el terreno socioeconómico de las personas sino que también está  sacudiendo fuertemente los aspectos políticos y morales del conjunto de la población. Una cierta revolución de las conciencias se está produciendo aunque ello no afecte a todo el mundo por igual.

Estas elecciones generales van a ser un buen indicador para señalarnos cual es el alcance y la profundidad de dicha revolución y en qué medida las diferentes fuerzas progresistas están captando este fenómeno y, lo que es más importante, cómo se posicionan frente a él.

Los hasta ahora principales actores, PSOE e IU, tienen en común su crisis de identidad, en ambos casos esta crisis hace que se resienta la cohesión interna y cause importantes fracturas en las respectivas estructuras organizativas. El dilema de IU estriba en permanecer fiel a su actual identidad de raíces históricas  o subsumirse en un movimiento más amplio de la izquierda aunque ello conlleve su desaparición. Para resolver ese dilema se necesitará lucidez y generosidad. Confío en que esta formación dispondrá de ambos ingredientes y superará con éxito este reto.

El caso del PSOE es más complicado ya que su crisis de identidad afecta no solamente a su existencia como formación política sino a su esencia como corriente ideológica. En realidad son dos crisis en una. Es decir, participa a la vez de la crisis general de la socialdemocracia europea y su alianza estratégica con los neoconservadores para salvaguardar los fundamentos del sistema y los poderes económicos que lo controlan generando fuertes contradicciones cuando no un explicito rechazo en amplios sectores de las capas populares que no se reconocen es estas políticas y, como consecuencia de ello, le abandonan electoralmente. Y, además, trae como consecuencia la posibilidad real de que el socialismo español vea muy mermada su influencia política llegando hasta la irrelevancia en los casos mas extremos. Como contrapunto a esta situación emerge otra formación política de nuevo cuño denominada Podemos que ejerce frente a amplios sectores del electorado de izquierdas como un “alter ego” de la decadente socialdemocracia. A falta de un proyecto sólido y potente que la unifique y la dote de sentido en el momento presente, la izquierda nominal se presenta con dos almas: Una, la mas histórica (el PSOE), totalmente imbricada en el sistema e irremediablemente impregnada por éste, que defiende el posibilismo como la única estrategia política y que acaba con ello justificando su entreguismo ante los grandes poderes del mercado. Y otra, aparentemente nueva (Podemos), que para llegar a las instituciones aspira a ganarse a las capas populares marginadas y desencantadas de la política mediante un discurso y una acción política que rompe con el lenguaje y los conceptos de la izquierda clásica y que se sumerge en las poco transparentes aguas de un  populismo inspirado en las tesis del pensador argentino Ernesto Laclau. Ambas opciones actúan como el anverso y el reverso de un mismo anhelo destinado fundamentalmente a la consecución de la hegemonía social y  la conquista del gobierno. El acuerdo entre ambas es muy problemático porque el desarrollo de una de ellas supone la aniquilación de la otra y viceversa. Probablemente, nunca como hasta ahora habían aparecido reflejadas tan explícitamente las contradicciones de la izquierda y las dificultades que conlleva ser fiel a los valores y consecuente con los principios que nos identifican como sujetos políticos a quienes nos vemos reflejados en esos valores. Ciertamente muchos son los obstáculos que tenemos que salvar en la izquierda para mejorar el estado de cosas en la sociedad. Pero no es menos cierto que entre esos obstáculos, y ocupando un lugar destacado, quizás debamos incluirnos a nosotros mismos.

Josep Antoni Román
Filosofo y Consultor Psicológico

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