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María Casares – “Residente Privilegiada”

“Residente Privilegiada”

Autora: María Casares

Editorial: Argos Vergara. Año:1981 (Renacimiento 2022)

María Casares nació en La Coruña en 1922 y murió en 1996, en Alloue (Francia). Fue una destacada actriz del cine, la radio y las tablas francesas donde alcanzó los máximos galardones de Francia. Emigró con su familia en 1939 con motivo de la guerra civil. Su progenitor fue un destacado líder de Izquierda Republicana, en cuyas filas llegó a ser concejal de la Coruña. En la época de la Dictadura de Primo de Rivera fue encarcelado. El Pacto de S. Sebastián previo a la proclamación de la II República le llevó a ser ministro. Desempeñó varias carteras, llegando a alcanzar la Presidencia del Consejo de Ministros y de la Guerra cuando Azaña fue elegido Presidente de la República. Fue diputado por La Coruña de 1931 a 1939. Dimitió en el momento del golpe militar al no haber podido detener la asonada. Su mujer Gloria y su hija, la futura actriz María, salieron de España en 1936, quedando Esther, su hermanastra, en la Coruña, en territorio de los golpistas, con una niña de 4 años a su cargo. Su marido, Enrique Varela, capitan del ejército quedó en Madrid. Fue secretario de su padre, Casares Quiroga, y después de Juan Negrín. Acabada la guerra acompañó a D.Santiago en su salida de España y desde el exilio francés pudo llegar a México. Volvió a reencontrarse allí con su esposa. en 1955, cuando su hija tenía 23 años.
Esta biografía constituye una magnífica obra literaria. Redactada en primera persona por la propia María Casado, aporta muchos datos de la historia del exilio español y de la cultura de Francia en los años posteriores al período de guerras. Vivió la amargura de la guerra civil como asistente en un hospital junto con su madre cuidando heridos, hasta que se organizó la salida de Madrid hacía París a finales de 1936. El padre quedó en Madrid hasta 1939, luego marchó junto con Negrín a Inglaterra, residiendo ambos cerca de Londres, muriendo luego en París en 1950.

María tuvo que aprender francés hasta dominarlo para completar su formación en un liceo en París que le pareció una fortaleza medieval. Tuvo su formación inicial en Madrid el Instituto-Escuela, bajo una pedagogía moderna y de libertades, que marcaron para siempre su adolescencia. Cuenta su llegada a Madrid con la familia en 1931 con motivo del nuevo destino de su padre. Describe el hotel Florida, donde se alojaron inicialmente cerca de Callao, y sus sucesivos domicilios en Alfonso XI y Alfonso XII, ambos próximos al El Retiro. Sus experiencias en primaria en el Instituto-Escuela en los altos del Hipódromo y luego en la Secundaria, en Atocha, fueron claves en su formación como luminosas experiencias académicas y vitales. Cuenta muchos detalles de las actividades que desarrollaron dentro del nuevo sistema escolar republicano en que el alumnado constituía el eje del aprendizaje. Su afición al baile y a recitar poesía de la mano de su maestra Amalita de la Fuente, apuntaban ya hacia una incipiente vocación para la expresión artística.

En París, en el Liceo Duruy, era una muchacha de 14 años que luchaba por dominar un nuevo idioma, llevando en la mochila el peso de los antecedentes familiares y los recuerdos su infancia en La Coruña, y en las vivencias compartidas con su madre, y a ráfagas con su padre. Revela que las ausencias de su padre generaron un profundo desapego en el matrimonio siendo motivo de amargas quejas que abonaron la presencia de amantes eventuales como el ahijado que adoptó. María recuerda lo agradecida que estaba a la Dictadura de Primo de Ribera, porque la condena que sufrió su padre, le supuso compartir con él su infancia durante su confinamiento por arresto domiciliario en la Coruña. Su padre consiguió evadir, entre otras, una condena severa después de verse involucrado en la sublevación de Jaca.

En la primera época, antes de su partida al exilio, la propia María cuenta sus años de infancia y los antecedentes de su familia y de sus parientes en la Coruña que la vió nacer. Se extiende poco sobre la vida de Esther su hemanastra fruto de la relación de su padre con una mujer en la pensión donde se alojaba en Madrid durante sus estudios de abogado. A su llegada a la Coruña la niña fue encomendada al cuidado de unos amigos y enviada a París para estudiar. No obstante, después su relación con Gloria, la esposa de D. Santiago, su padre, y con el resto de la familia fue siempre cordial.

En el exilio parisiente María Casares logró abrirse paso en los teatros durante la ocupación alemana. Ingresó en el Conservatorio de París y con la ayuda inestimable del actor español Pierre Alcover y de su esposa francesa, actriz de la Comédie Française, con los que empezó a representar sus primeros papeles.

El impulso definitivo le vino de la mano de Albert Camus, el escritor francés, con quien compartió a partir de 1944 un intenso idilio mientras que su esposa seguía en Argelia. Ambos vivieron ese tiempo en París acuciados e inmersos en la resistencia al invasor nazi. El todo o la nada marcó el destino de ambos en la redadas y en el amor. A. Camus compartía su entrega clandestina con la literatura y el periodismo, escribiendo en Combat, uno de los órganos de la resistencia. Llegó la paz y para ella la nada, tan solo ciertos encuentros furtivos. Son tiempos claves en la vida de María Casado. Conoció a Picasso, Sartre, y muchos otros de los intelectuales y escritores franceses. Comenzó a representar obras de Sartre, Jean Anouilh, J. Cocteau, J. Genet y Paul Claudel. En 1949 entró a formar parte del cuadro escénico de la Comédie Française, y poco después en el Teatro Nacional Popular. Fue con motivo de la creación y participación en el festival de Aviñón cuando se consagró.

María fue considerada la musa del existencialismo junto con Simone de Beauvoir. Su entrega al teatro y al cine le otorgaron el impulso necesario para ser reconocida en los medios culturales franceses de ese tiempo y de los años posteriores, llegando a ocupar los principales carteles de teatro en muchos rincones de Francia.

No volvió a España hasta 1976, horrorizada todavía por el final de un franquismo que se resistía a morir. Fue el momento de los fusilamientos de 1975, cuando estaban próximas las libertadas. Volvíó para representar la obra El Adefesio de Rafael Alberti. Lo cuenta al principio de sus memorias cuando viene en tren porque no le gustan los viajes en avión. Prefiere detenerse en la observación de los paisajes oteando el horizonte. Encuentra que los trenes españoles se mueven por un ancho ibérico a diferencia de los ferrocarriles europeos y franceses. Siempre pensó que en esto, como en otras cosas, su país de origen era diferente. Volvió a París enferma de hepatitis con la ilusión de que nuestro país estaba a las puertas de un cambio previsible, pero no por ello menos deseado.

Ha dejado ya atrás la muerte de su madre en 1945 y de su padre en 1950 y la de Albert Camus, su gran amor, en un accidente en 1960. María a partir de ahí se consagrará a la escena. Después de haber tenido algunas parejas del mundo del teatro como Gerard Phillipe y Jean Servais, se casará con André Shlesser Dadé, su última muleta. No tuvo hijos. Las hijas de Camús reconocieron después a través de la correspondencia encontrada, que, efectivamente, María también fue el gran amor de su vida a pesar de las tribulaciones sufridas por ambos en el tiempo y los sinsabores de su relación.

Camús fue para ella el espíritu de la libertad. Rompió pronto con el comunismo acabada la guerra, y se convirtió en un crítico y intelectual heterodoxo. Se le recuerda hoy entre todos ellos como una voz comprometida socialmente, pero amante de la libertad por encima de todo, como A.Koestler y G.Orwell. María amaba en él al hombre y al intelectual por partes iguales.

En 1980 María Casado, Vitolina, adquirió la nacionalidad francesa y es en Alloue donde reposan sus restos desde 1996. Su casa natal de la Coruña está dedicada a su vida y a su obra como museo desde 2007. Se añadieron también fondos del Ateneo republicano de la Coruña, con datos de su paso por allí. En su casa de la Vernge, a orillas del río Charente, se conserva su biblioteca y sus huellas como actriz en la escena francesa, siendo actualmente un magnífico Centro Cultural que lleva su nombre. En esta narración la autora desarrolla una vocación de espectadora de sí misma y de su entorno. Es todo un prolijo tratado de literatura y de historia.

Pedro Liébana Collado

 

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