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Privilegios

Sí, va de privilegios. Que una parte sustancial de la sociedad adquiera los derechos que le han robado durante siglos pasa porque la otra parte pierda parte (sólo parte, tranquilos «señoros») de los privilegios. Las mujeres no necesitan que les cedan nada. Demostraron en un 2018 para la Historia que son muy capaces de «asaltar los cielos», de unirse y conseguir lo que se propongan. Lo han hecho a lo largo del pasado y ahora han decidido que el futuro es suyo. Un destacado escritor (y también subrayado machista) decía hace unas semanas que el movimiento feminista (que recordemos, lucha por la igualdad, no por el exterminio masculino) había provocado que muchos hombres tuviesen miedo de acercarse a las mujeres. ¿Qué clase de relación tenía este afamado literato con las féminas de su entorno? ¿Tan difícil es diferenciar ligar de acosar? ¿Proponer de imponer? ¿Colaborar de auxiliar? ¿Respetar de condescender? Un compañero de la prensa defendió en su muro de Facebook hace unos días que sí, que evidentemente tenía comportamientos machistas y que trabajaba a diario para seguir corrigiéndolos y siendo mejor persona. Las reacciones de algunos de sus amigos y conocidos (siempre con la «o») resultó repulsiva. Que si «no todos los hombres somos iguales», que si «no todos somos violadores», que si «eres un calzonazos».

Las mujeres lo aplaudieron y aceptaron que no solo los hombres tenemos comportamientos machistas, también ellas. Es la herencia silenciosa de siglos de discriminación de las mujeres por el mero hecho de ser mujeres. Pero ellas los combaten tan pronto como los perciben porque de lo contrario, directamente, pueden acabar muertas.

El machismo mata. Mata y también vota al fascismo. Más del 70 % de los votantes de Vox son hombres. En EEUU, en las últimas elecciones de hace unos meses, la mayoría del voto a Trump procedió de los hombres blancos, mientras las mujeres blancas repartieron su voto prácticamente al 50 % entre republicanos y demócratas. Eso sí, entre los hombres negros el 88 % votó demócrata, yéndose el porcentaje hasta el 92 % entre las mujeres negras. También los y las latinas se opusieron a Trump mayoritariamente con su voto. Se busca muchas explicaciones sobre por qué los hombres votan más que las mujeres a formaciones de extrema derecha autoritarias, xenófobas o homófobas. Las mujeres huyen porque también esos partidos y esas posiciones ideológicas son misóginas y atentan contra sus derechos. La extrema derecha plantea, sobre todo, que todo cambie para que no cambie nada. Entiende el pueblo como algo estático, visible en el siglo IX y recuperable en la actualidad. Se opone a cualquier tipo de modernización. Por eso teme a las mujeres, que han planteado con su revolución una negación al cómputo total de un ordenamiento que impide que puedan ocupar los espacios empresariales que merecen y por tanto cobrar de forma genérica lo mismo que los hombres; que puedan desentenderse del cuidado de las hijas y la casa porque la sociedad las criminaliza; que puedan permitirse el lujo de dedicarse tiempo a sí mismas porque las miradas de reojo les hacen sentir culpables, que puedan caminar tranquilas por la calle porque son violadas primero por manadas y después por la justicia heteropatriarcal. Sí, aunque no quieras, tú también reproduces comportamientos machistas. Como yo (fuiste valiente, Álex). Y debemos seguir depurándonos. Como también debemos seguir educándonos en democracia y respondiendo a sus nuevos retos. Nunca se es suficientemente demócrata y tampoco nunca se es suficientemente feminista. Mucho me temo que el 8 de marzo próximo volverá a ser histórico. Razones no os faltan, mujeres.

Carles Senso
Artículo publicado en Levante emv

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