Que pague el que más tenga

He hablado varias veces en mis artículos de «billonarios» que lo son gracias a las inmensas fortunas que han acumulado. En particular, los gigantes tecnológicos propietarios de Facebook o Google, entre otros. Sin embargo, no se trata de emprendedores ejemplares, sino de personajes que han recibido sustanciosas ayudas de sus gobiernos con el dinero de nuestros impuestos.
Viven alejados de la realidad y quizás ha llegado el momento de decir «¡basta!» y obligarlos a descender junto al resto de la humanidad. Corre una leyenda que pone en boca de María Antonieta, la última reina francesa, la expresión «pues que coman pasteles» cuando le preguntó a un cortesano por qué estaba enfurecido el pueblo francés, y este le respondió «porque no tienen pan, majestad». Su falta de empatía la llevó a la guillotina.
¿Cómo conseguirlo?
El primer paso, saber cuáles son sus defectos y debilidades. En el caso de Facebook, Instagram, X, Amazon o Google, desarrollan una política que exprime la atención de sus usuarios hasta secar sus cerebros, como hacen los «narcos» con los drogadictos o las compañías petrolíferas con los yacimientos. Son máquinas de manipulación que controlan el mercado. Por tanto, hay que «bombardear» sus objetivos.
Un primer «torpedo» sería crear plataformas éticas alternativas que frenasen sus excesos. En ellas, podríamos denunciarlos y avergonzar a sus trabajadores, por su ilimitado cinismo, ya que declaran sin el menor atisbo de vergüenza que solo organizan la información que nosotros les hacemos llegar. Mienten, porque la venden a empresas que nos manipulan por medio de la publicidad y obtienen beneficios billonarios. También saben que hay temas especialmente atractivos, los relacionados con el odio, y los desarrollan para beneficiarse aún más.
Un segundo «torpedo» consistiría en educar a la población quitándoles atractivo a las pantallas para que las visitásemos menos.
Un tercer «torpedo» está relacionado con el papel de los Estados. Es necesario exigir a nuestros representantes políticos que elaboren una legislación que las frene, aunque resulte difícil de conseguir. Facebook, por ejemplo, ha invertido 52 millones de dólares desde 2009 en lobbies para evitarlo. Con todo, hay varias vías para conseguirlo.
La primera, obligar a las compañías que controlan las redes sociales a abolir sus cláusulas de «irresponsabilidad», cosa que sí hacen con los editores.
La segunda, imponer multas y penas de cárcel a monopolios y oligopolios si ponen precios excesivamente bajos para hundir a la competencia o si son demasiado elevados cuando ya no tienen competencia. Hay que imponer precios que no discriminen a los usuarios. En el caso de Amazon, prohibido privilegiar sus productos frente a los de otros vendedores y obligarle a garantizar un acceso abierto e igualitario a la competencia.
La tercera, evitar que se creen más monopolios y oligopolios.
La cuarta, controlar los que ya existen limitando su poder mediante la restricción de beneficios y el control férreo en ámbitos como el agua, la electricidad, los ferrocarriles, las empresas telefónicas… ¿Cómo? Convirtiéndolos en un servicio universal.
La quinta, que paguen más impuestos quienes más ganan. Las grandes empresas tecnológicas pagan un 9% frente al 23% de las empresas tradicionales. Las leyes fiscales han quedado obsoletas y los gobiernos deben cambiar radicalmente dicha situación. Asimismo, prohibir actuaciones egoístas como la de Países Bajos, Irlanda o Luxemburgo, que ofrecen condiciones fiscales ventajosas para atraer la riqueza de los billonarios. Si existe una Comunidad Europea, la legislación debe tratar por igual a todos sus ciudadanos y entidades. Más aún, exigir que, dentro de cada país, proteja a la ciudadanía y no a sus explotadores. En caso contrario, denunciar al Estado que no cumple, llevarlo ante los tribunales y que pague.
La sexta, crear un impuesto de patrimonio equitativo que cargue contra los más ricos y salve del naufragio a las cada vez más explotadas clases trabajadora y media. Veamos el caso de la vivienda: todos los gobiernos del mundo saben que un impuesto progresivamente más elevado para quienes tienen más viviendas y solares y muy bajo para quienes viven alquilados o tienen una sola vivienda es la única solución. En poco tiempo, los grandes tenedores soltarían sus propiedades y bajarían los precios. Del mismo modo, los bancos que nos prestan dinero para las hipotecas dejarían de sangrarnos.
¿Por qué ha ocurrido?
Porque el neoliberalismo que empezó a imponerse a partir de los primeros 1970 lo facilitó. Se lo debemos a personajes como Ronald Reagan en los Estados Unidos o a Margaret Thatcher en Gran Bretaña, «marionetas» de quienes realmente mandaban.
Los Estados se acomodaron rápidamente y consiguieron que cada vez pagasen más las clases trabajadora y media y mucho menos la minoría billonaria. En la actualidad, Trump, que tiene muy poco de emprendedor y mucho de depredador, es el fantoche de los «mandamases», aunque también obtiene beneficios personales y familiares.
El neoliberalismo trajo dos «epidemias agregadas»: que lo único que importa es la felicidad de los particulares — ¿les suena lo de la cervecita de Ayuso, la presidenta de la Comunidad Autónoma madrileña? — y que el único objetivo de las empresas es ganar dinero, no acrecentar y consolidar el bienestar social.
Beneficios para el pueblo si pagan los que más tienen
Primero, potencia la consolidación de las clases media y trabajadora. Segundo, fortalece la democracia y el estado de bienestar. Tercero, debilita los fascismos.
Es tan efectivo que los muy ricos le ven las orejas al lobo e intentan convencer a la ciudadanía de que el recaudador de impuestos, aunque primero va a por ellos, nosotros somos su objetivo. Lo ha hecho hasta la saciedad Elon Musk, pero es falso. Sin embargo, las clases media y trabajadora se lo han creído…
Con todo, resulta sorprendente que la prensa, incluso la más progresista —palabra con trampa—, reitera hasta agotarnos que es imposible controlar la riqueza de los más ricos para que paguen impuestos. Debe de haber bajado mucho el nivel formativo y profesional de los periodistas actuales…
Cuánto tienen que pagar los más ricos
En 2021, 136 países de la OCDE firmaron un pacto que establecía un impuesto mínimo global del 15% que hiciese la vida más difícil a los evasores fiscales. En 10 años, se recaudarán 150.000 millones de dólares.
El economista Thomas Piketty, experto en el estudio de la desigualdad económica, le contó al periódico «El País» que esa decisión presentaba dos problemas. El primero, que la cuota era muy baja para las empresas que más beneficios obtenían, mientras que las pequeñas y medianas pagaban entre un 30% y un 40%, y eso era radicalmente injusto. El segundo, que los países que acogen a las grandes empresas son las que más riqueza impositiva acumulan, lo cual es injusto también. Ambos problemas se solucionarían si la riqueza se redistribuyese de forma proporcional a la población. Así se conseguiría diez veces más dinero y se fortalecería una sanidad, una educación y unas infraestructuras mejores y más igualitarias.
Estamos viviendo una situación pre-revolucionaria como la anterior a la Revolución Francesa: la deuda pública aumenta porque los más ricos no pagan o pagan muy poco y nosotros cada vez pagamos más y tenemos menos. Antes no pagaba la nobleza; ahora, los billonarios…
Pepa Úbeda Iranzo



