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Todo lo que he aprendido

En su primer debate electoral, Kamala Harris (Oakland, 1964) se dio a conocer con una frase que marcaría el ritmo de su camino hacia la Casa Blanca: «Estoy hablando». En su biografía ‘Nuestra verdad’ (Península), la primera mujer que llega a la vicepresidencia de Estados Unidos –y la primera persona negra y de ascendencia asiática– narra los momentos decisivos de su carrera.

La sabiduría esencial de mi madre; el estímulo y la orientación de los miembros de mi familia, amigos y mentores de confianza; y los poderosos ejemplos que he presenciado, tanto buenos como malos, que me han hecho comprender lo que se necesita para dirigir con eficacia, lo que se necesita para alcanzar los objetivos que te has marcado, y lo que nos debemos los unos a los otros en el proceso.

Estas lecciones las he aprendido a través de mi propia experiencia de vida y han ido dando fruto a medida que las aplicaba a lo largo de mi carrera. Hoy las puedo expresar en una serie de frases breves, que los miembros de mi equipo oyen tan a menudo que probablemente se rían cuando lean este capítulo. Un año, mi equipo llegó a hacer pelotas antiestrés de color azul con la frase «Falsas dicotomías, no» impresa en blanco.

Las palabras tienen la capacidad de empoderar y engañar, el poder de calmar y también el de herir. Pueden difundir ideas importantes, pero también equivocadas. Pueden incitar a la gente a la acción, para bien o para mal.

En primer lugar, cómo llamamos a las cosas y cómo las definimos determina la opinión de la gente sobre ellas. Demasiado a menudo, usamos las palabras para quitar importancia a las impresiones que nos genera un tema, o para menospreciar a los demás. Por eso insistí en usar una terminología más adecuada en mi trabajo con jóvenes víctimas de explotación sexual. No era correcto referirse a estas personas como «prostitutas adolescentes». Eran jóvenes que estaban siendo explotadas y de las que los adultos abusaban.

Y, en segundo lugar, porque quiero decir la verdad. Aunque sea incómoda. Aunque genere inquietud en la gente. Después de escuchar la verdad, las personas no siempre se van a casa de buen humor y, a ve- ces, no te gustará su reacción cuando se la digas. Pero, al menos, todo el mundo se va sabiendo que la conversación ha sido sincera.

Si tenemos la suerte de estar en una posición de poder, si nuestra voz y nuestras acciones pueden movilizar el cambio, ¿no estamos especialmente obligados a ello? Ser un aliado no puede consistir únicamente en asentir con la cabeza cuando alguien dice algo con lo que estamos de acuerdo, por muy importante que sea hacerlo. También hay que pasar a la acción. Nuestro trabajo es defender a los que no están en la mesa donde se toman las decisiones que afectan directamente a sus vidas. No solo a las personas que se parecen a nosotros. No solo a los que necesitan lo mismo que nosotros. No solo a los que han podido hablar con nosotros. Nuestro deber es mejorar la condición humana, de todas las maneras posibles, para todos los que lo necesiten.

He pasado por muchas cosas durante mis años de servicio público. Y lo que he aprendido no se puede resumir en pocas palabras. Pero creo firmemente que la gente es en esencia buena. Y que, llegado el momento, echarán una mano para ayudar a sus vecinos.

Permíteme que te diga una última verdad: a pesar de nuestras diferencias, de los enfrentamientos, de las peleas, seguimos formando parte de una única familia estadounidense y deberíamos actuar como tal. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Necesitamos pintar un cuadro del futuro en el que todos puedan verse representados, y todo el mundo salga. Un vivo retrato de unos Estados Unidos vivos, donde se trata a todos con la misma dignidad y cada uno de nosotros tiene la oportunidad de sacar el máximo provecho de su vida. Esa es la idea por la que vale la pena luchar, nacida del amor a la patria.

Mi reto diario es formar parte de la solución, ser una guerrera alegre en la batalla que está por venir. El reto que te propongo es que te unas a este esfuerzo. Para defender nuestros ideales y nuestros valores. No tiremos la toalla cuando llegue el momento de arremangarnos. Ni ahora. Ni mañana. Ni nunca.

Dentro de unos años, nuestros hijos y nuestros nietos mirarán hacia atrás y nos clavarán su mirada. Nos preguntarán dónde estábamos cuando había tanto en juego. Nos preguntarán cómo fue. No quiero que solo les digamos cómo nos sentíamos. Quiero que les digamos lo que hicimos.


Este es un fragmento de ‘Nuestra verdad’ (Península), la biografía de Kamala Harris.

Kamala Harris
Publicado en Ethic

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