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Viejas prácticas en la nueva política

Eran muchas las expectativas que la caída del régimen de corrupción generalizada establecido por el PP en tierras valencianas generaron entre amplias capas de la población, especialmente entre los más afectados por la crisis-estafa, pero también en las filas de los activistas de las distintas izquierdas locales. Tras una importante reacción del electorado, vergonzosamente tardía a juicio de propios y extraños, el tablero de la política colocó a muchos de los resistentes de la eterna oposición en los lugares clave de salida. Y junto a ellos, como lamentablemente era de esperar, a muchos otros que, por oportunidad o necesidad provocada por los tiempos que corren, aspiraron simplemente a colocarse, bien fuera en las instituciones públicas o en los llamados aparatos de los partidos con opción de gobernar.

Los errores cometidos en este período inicial son explicables, en buena medida, por la inexperiencia provocada por veinte años de exclusión de la gestión pública „por no mencionar los doce años de aquellos que rechazaron entrar en la vía socialdemócrata y posteriormente socio-liberal, pero también, y no en menor medida, por las distintas herencias de sectarismo, cainismo y clientelismo propios de las viejas izquierdas. Efectivamente, los titulares de estas herencias, nada deseables por cierto, tras unos meses de asunción del poder, han alentado con fiereza la exclusión de numerosos y numerosas activistas de gran valía. Personas éstas que han sido marginadas sistemáticamente desde las cúpulas de algunas organizaciones por ser portadores de voces críticas e insobornables con una fuerte capacidad de movilización y, en algunos casos, sencillamente porque era necesario fulminar a compañeros y compañeras con amplia experiencia y conocimientos que podían hacer sombra a quienes se acomodaban en aquellas.

Las prácticas reprochables desatadas en los primeros meses del cambio político en algunas de estas fuerzas políticas de la izquierda fueron silenciadas rápidamente bajo el pretexto de su posible aprovechamiento por la potente derecha mediática y consentidas por sus víctimas por el miedo, comprensible, por otro lado, a ser primero señalados y luego ninguneados internamente, como así ha pasado en muchos casos. Como consecuencia de esto, no se alcanzaron en bastantes ocasiones las condiciones de transparencia y democracia interna que tanto se venían anunciando como signo de distanciamiento ante las prácticas denostadas del bipartidismo y la vieja política.

Es en este contexto en el que se han desarrollado las cuestionables actuaciones de la cúpula dirigente de Verds-Equo, desde su toma de posesión como dirección del partido hasta el inicio de la presente legislatura, el acceso a los cargos públicos por la cuota correspondiente en Compromís y los posteriores y polémicos procesos de destitución y abandonos sobrevenidos en la propia Secretaría Autonómica de Medio Ambiente.

De esta forma, el aterrizaje en Verds-Equo y en ese departamento de Julià Álvaro, un exempleado de Canal 9 con un incierto futuro laboral, sin militancia previa en ningún tipo de movimiento ecologista ni social de carácter mínimamente democrático y participativo, en alianza con personas provenientes de la vieja izquierda con ambiciones desmesuradas y ademanes autoritarios unido a una inexplicable entrega de llaves por parte de determinados militantes de Els Verds-Esquerra Ecologista del buen hacer de la formación a una camarilla clientelar sin complejo ético alguno, ha significado el nombramiento de un círculo férreo de personal de confianza y adhesión inquebrantable a la dirección del partido y de asesores y altos cargos que en vez de seguir las directrices de la ecología política prefieren ser utilizados para socavar la credibilidad de la consellera Elena Cebrián. Tan ecologista de verdad como el que la quiera cuestionar en la dirección política de esa consellería.

Frente a las maniobras y ambiciones personales de quien ha acumulado numerosos cargos y funciones en Verds-Equo, controlando por entero su reducido aparato y sirviendo el partido en bandeja como pieza instrumental para la variable correlación de fuerzas en el seno de Compromís, cuando se le acumulan numerosas pruebas de su arbitrariedad y talante nada dialogante, expulsión de militantes históricos agrupados en la Plataforma por la Transparencia y la Democracia Participativa, cese fulminante de la prestigiosa bióloga e investigadora María Diago como directora general, crítica inapropiada a la legítima decisión de la consellera de cesar a dos de sus cargos de confianza, conflictos internos por el control de Equo Federal, etcétera,  su respuesta ha sido, nada más y nada menos, que la paranoica teoría conspiratoria de la instigación de la empresa Ecoembes. Y cuando la falsedad ha decaído por falta de pruebas, no ha dudado en echar mano de la tan consabida maniobra de enrollarse con la bandera del partido identificando las legítimas críticas a su gestión con los supuestos ataques mediáticos y políticos a la organización, por lo que se ponen en marcha las demostraciones de adhesión patriótica al líder y su cúpula y las socorridas fotografías estilo Alfonso Guerra´s boys.

Es por todo ello, y con el ánimo de poder contribuir a los procesos de transparencia y democracia interna en una de las formaciones que históricamente ha tenido mejor imagen entre el electorado favorable al cambio político, los partidos verdes y de la ecología política, por lo que un grupo de militantes históricos de esta opción, expulsados de forma totalmente irregular y antidemocrática, hemos decidido interponer una demanda judicial frente a esta decisión, tras no haber sido escuchados por ningún organismo de garantías dentro del propio partido y haber sido objeto de injurias y ofensas públicas e internas, forzándonos finalmente a dar a conocer estas graves actuaciones que ponen en riesgo la credibilidad de una de las formaciones que integran el nou govern del canvi.

Miguel Ángel Ferris Gil
Artículo publicado en Levante.emv

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