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Los nacidos en el 2000: nuevos votantes

En las elecciones del 28 de abril, votarán los jóvenes que nacieron en el año 2000.

¿Cómo son y qué piensan? ¿Cómo ven su futuro? ¿Cuáles son sus sentimientos de identidad? ¿Entienden lo que es “clase social”? ¿Qué piensan de la familia?

Les cuento una anécdota. Cuando me casé (hace ya treinta años), coincidí con un compañero de trabajo que vive en un pueblo cercano a Valencia. Él vivía en una casa de pueblo, ocupada la planta baja por sus padres y el corral reconvertido en garaje. Había construido una segunda planta para vivir él; y había levantado los cimientos de una tercera planta para ¡¡sus hijos!!

Hoy, mi amigo tiene dos hijos. Y, como casi toda la generación de jóvenes cercanos a los 30 años, viven fuera de España. Empezaron con el Erasmus, luego el máster, luego buscando trabajo, y finalmente, uno está en Londres y el otro en Shangái. Una circunstancia absolutamente normal en estos momentos. Los padres, de entre 55 y 70 años, tienen a sus hijos trabajando fuera de España, y su mayor preocupación es que los ven una vez al año, y que la mayoría encuentra su vida familiar a miles de kilómetros. No solo es una cuestión de sentimientos, sino también de modificación de estructuras sociales.

¿Quién compondrá las futuras familias españolas?

Pero, esto se ha acelerado y ampliado en la generación que hoy se convierte en mayor de edad. El mileurismo empezó el año 2000, y hoy ya no es síntoma de malos salarios, porque la situación ha ido empeorando.

Los sociólogos les denominan la generación de las cuatro G: es decir, la generación, el gusto, el género y lo glocal. Su identidad ya no está vinculada a la clase o la ideología, sino que se relacionan con los de su misma edad, con aquellos con los que comparten aficiones, con relaciones de género, y con una mentalidad “glocalista”, porque su mundo traspasa las fronteras de lo nacional. Su identidad está conformándose como ciudadanía de una forma claramente diferenciada a la nuestra. Incluso sus necesidades de consumo son distintas: un móvil es hoy mucho más importante que un coche.

Esta nueva generación no se asemeja a sus padres, ni tampoco a los llamados “generación perdida” que son los de 30 (¡qué mal poner nombres en vez de solucionar problemas!). Esa generación que ha sido la mejor formada de la historia de España a la que no hemos podido ofrecer salidas laborales.

Estos nuevos votantes tienen por delante una amplísima oferta de grados universitarios que a veces les resultan confusos. Saben que tienen que saber inglés sí o sí. Que todos deben hacer un Erasmus para aprender a emanciparse. Que no les queda más remedio que hacer un máster, o dos. Y que, por la experiencia precedente, una magnífica formación no les garantiza un trabajo bueno en España. Eso sí, mucho peor es no tener formación universitaria, porque entonces las condiciones laborales resultan paupérrimas.

La emancipación resultará tardía. En su futuro no está irse de cabeza o formar una familia (eso resulta algo ya muy remoto). Y ya no elaboran un plan para comprarse una casa, pues no saben ni dónde vivirán, además de los precios inaccesibles de la vivienda. Hace 30 años, todos realizábamos nuestros planes de vida, incluida la emancipación, a través de la compra de una vivienda. Hoy esto es una irrealidad, sobre todo, por la carestía de la vivienda combinada con sueldos paupérrimos.

No saben dónde trabajarán, pero seguramente no estarán en España. Ya no parece preocuparles. Lo tienen asumido. Porque las cifras sobre desempleo juvenil y precarización laboral hablan por sí solas: becarización, precarización, pseudo contratos, un paro juvenil en torno al 46%, empleos temporales de un 29%,  a tiempo parcial de casi un 16%, o un 33,5% están subempleados.

Pero Europa no parece ser ahora mismo la salida más estable a su futuro. Según el Estudio Eurostat (2016), hay unos cinco millones de jóvenes europeos, entre 20 a 25 años, que ni estudian ni trabajan. Por eso, la mirada está puesta más allá de nuestras fronteras europeas.

Los nuevos votantes, estos jóvenes de 18 años, me despiertan una enorme curiosidad. Ellos son el voto con mayor incertidumbre y, en cambio, ellos son el futuro.

Sabemos sus problemas, pero no sabemos dar respuesta porque el espacio nacional de las soluciones políticas no coincide con sus espacios vitales.

Ana Noguera

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