El hijo de Nati y el Venancio
Domingos perezosos de febrero, aparentemente estériles. Imprevisibles. Días de tránsito entre el invierno y la primavera. Florecieron los almendros, siempre lo hacen en febrero, llenando de belleza los paisajes del Maestrat. Una impresionante floración que marca un cambio en la agenda climática, que abre las fosas nasales y la mirada de quienes siguen esperando la primavera, todas las primaveras.
Desde hace unas semanas, la actualidad viene abrumando y saturando sobre las elecciones de Castilla y León. Alguien ha usado este adelanto electoral para saciar una ansiedad mal gestionada. Pablo Casado, líder del PP, se ha lanzado a la reconquista del país sin medir las consecuencias. Si logran gobernar en la autonomía castellana y también leonesa será de la mano de la ultraderecha, aunque el PP ya lo es, por lo que la situación es delicada y peligrosa.
Casado y el PP, el mismo que actúa en el país, también en València, Alacant y Castelló, ha brindado una ridiculez espantosa. Declaraciones delirantes, desquiciadas, falsas. Las mentiras, graves y evidentes, han regado impresionantes titulares una campaña que ha querido alterar todo el sistema. Las estrategias de la comunicación política electoral de esta contienda deberían estudiarse en las universidades como un hito transgresor, mediocre y disparatado. Pero, cuidado, no es tan descabellado si analizamos los movimientos populistas que han ido evolucionando en los últimos años.
El pasado viernes, en la tertulia de Hora 25, de la cadena SER, la excelente periodista y estimada amiga, Amparo Tórtola, sacó a colación el interesante libro Amado líder, del periodista y escritor argentino Diego Fonseca, columnista de The New York Times, El País y El Confidencial, entre otros medios. Hablar de populismos crecientes es hablar de una sociedad cada vez más empobrecida, cansada y desencantada, que se convierte en el caldo de cultivo perfecto para estos nuevos líderes y charlatanes de toda la vida.
Fonseca advierte que todo líder populista “rompe la construcción del diálogo, genera tensión, fragmentación y polarización, y no hay diálogo sino conflicto”. Se trata de políticos justicieros que encandilan al electorado, que venden un orden social y político necesario para salir de todas las crisis. Y ya nos advirtió el gran Joan Fuster: Tota política que no fem nosaltres, serà feta contra nosaltres.
Con la campaña electoral reciente de Pablo Casado hemos visto crecer estas claves del populismo y de la ultraderecha. Este señor ha sembrado confrontación, ignorancia y una impresionante falta de respeto a la ciudadanía. Ha sido tan patético como grave. El PP parece haber perdido la cordura. Este señor nos recuerda al señorito de la estupenda actriz Gracita Morales y aquello que marcó sus inteligentes papeles cinematográficos: ¿Quiere algo más el señoriiito?.
Pero, hablando de cine, lo más escalofriante ha sido la imagen de la ultraderecha y la derecha de siempre en esta campaña, recordándonos la cruda realidad de la película Los Santos Inocentes, de Mario Camús, basado en el magistral libro de Miguel Delibes. Y sientes que Azarías sigue llorando a su Milana bonita.
Este febrero pasa velozmente, no porque sea más corto, ni loco. Es un mes de cambios ante el descenso de los contagios, ante el deseo colectivo de aplaudir la llegada de una primavera real. El deseo de abrazarnos, de reencontrarnos y de celebrarlo. Y el deseo de sosiego, coherencia y diálogo político y social. Sí, necesitamos calma, ilusiones y esperanza.
La Gala de los Premios Goya, celebrada en València, mostró la imagen de una incipiente normalidad, entrañable, amable, deseada. Abrazos y besos sin mascarilla que ya no recordamos. Una gala en València por todo lo alto, con una buena imagen de la ciudad y con el atractivo que proporciona este evento, que capta las audiencias de los medios de comunicación, sobre todo, de RTVE y la exclusiva de emisión en directo de los Goya.
Añoramos mucho, en el transcurso del acto, a Luis García Berlanga, a pesar de que hablaran sobre “la culminación del Año Berlanga”. La Gala de los Goya no pensó en don Luis, pasaron de puntillas imágenes inconexas. Un evento de estas características, con un importante presupuesto y gasto autonómico, no rentabilizó a nuestro gran cineasta valenciano. Imagino que la organización de la Academia del Cine debe de ir por otros derroteros.
Nos hubiera gustado que la imagen de Berlanga tuviera más proyección, sobre todo, relacionada con el territorio. No olvidemos que Berlanga vivió, la mayor parte de su vida, entre Madrid y Oropesa. Su tierra natal se ciñe a la juventud y poco más. En la Gala de los Goya añoramos una potente imagen de la bella Peñíscola, escenario de Calabuig, u otras imágenes maravillosas de la costa castellonense que plasmó en Novio a la vista. Conocí a Luis y Mª Jesús en los primeros años ochenta, en Orpesa, y siempre me sorprendió el escaso interés hacia su persona, hacia un cineasta que ya había recibido uno de los primeros premios Príncipe de Asturias.
En Castelló conservamos una sobredosis del socarrón, divertido y sabio Berlanga. Sus últimos años en esta costa, antes de la muerte de su querido hijo Carlitos Berlanga, -después ya no regresó-, fueron combativos y vibrantes. Predijo que Oropesa cambiaria con un megaproyecto, entonces solo en papel, que contemplaba una macro urbanización que se llamó, muchos años después, Marina d’Or. Junto a mi querido y añorado amigo, el abogado Enrique Armengot, iniciamos una especia de comando medioambiental junto a Berlanga. Nos reuníamos frecuentemente, promovimos debates, reportajes, con el objetivo de conservar la esencia de un pueblo y una costa que eran parajes bellísimos. Fueron años estupendos, estimulantes. Nunca perdí el contacto con Luis y su mujer Mª Jesús hasta que la enfermedad paralizó sus vidas.
La casa de Luis García Berlanga en Orpesa era una casa marinera, de agua y de luz. Por allí pasaron las y los mejores artistas del cine, también las y los mejores pensadores y cineastas que sortearon el franquismo, que fueron detenidos y, muchos, torturados. Berlanga supo torear. Cuando se analiza su cine, con cintas como El Verdugo, Plácido, Bienvenido Mister Marshall, Los jueves, milagro, Esa pareja feliz, (junto a Juan Antonio Bardem que pasaba sus veranos en Benicàssim, cerca de Orpesa) vamos descubriendo aquel interesante grupo de directores y artistas que lucharon inteligentemente contra la censura. Berlanga, con sus películas, nos iba contando las miserias de este país bajo la dictadura. Después llegaron los títulos de la transición y sus escopetas nacionales.
En la Gala de los Goya también nos hubiera gustado ver más presencia del mundo del cine, la cultura y las artes valencianas, castellonenses y alicantinas. Era un buen momento para promocionar nuestra cultura, nuestra tierra, nuestros paisajes, para dar visibilidad al talento autonómico. No se vieron representantes del cine, de la música, cultura, del sector audiovisual… tan solo unas pequeñas excepciones. Era un buen escaparate para apoyar a la sociedad y a sectores que lo merecen, incluso, para subir la autoestima de este pequeño país mediterráneo.
Mientras pasaron estas cosas en València, Castelló ya prepara sus fiestas de la Magdalena, un reto que es la metáfora de lo bueno que nos espera. Aquí, no hay premios Goya ni otras historias que se detengan en el norte del país de los valencianos. Somos un pequeño trozo del mapa autonómico, pero con una identidad potente y una fuerza territorial imparable.
Berlanga hubiera sido el mejor hilo conductor de los Goya en tiempos tan berlanguianos para este país. Una pena haberlo desaprovechado. Menos mal que el genial José Sacristán, al recibir el Goya de Honor, nos conectó con la realidad, trazando melancolía, mostrando que la humildad es sublime, por encima de la mediocridad, de los charlatanes y de la ostentación. Muy emocionante. El hijo de la Nati y el Venancio encendió las grandes luces de los Premios Goya.
Publicado en Castellón Plaza