Convicciones
No soy analista. No tengo los datos ni las capacidades para serlo. Soy más anímico que
analítico. En realidad solo pertenezco a eso que llamamos ciudadanía (negando lo
rural) y trato desde el cada día manejar mis ideas.
La pregunta es ahora, después de las elecciones, ¿qué hago con mis convicciones que
se han quedado detrás de lo que quiere la mayoría? No se puede ser demócrata solo
cuando se gana, y el resultado dice que hay más gente con opiniones diferentes de las
mías, incluso contrarias. Otra vez soy minoría.
Es el juego de la Democracia, dicen, pero la Democracia no es un juego, en absoluto,
porque los votos conllevan una manera de convivir colectiva, esa que nos afecta a
todas y todos.
Conceptos como la nueva movilidad, la ciudad de las plazas, la infraestructura verde, el
valor de las personas, la participación, todos esos argumentos que han convertido a
València en una ciudad reconocida en el mundo por ser más vivible, ahora han
quedado en entredicho o, al menos, no ha sido reconocido el trabajo de sus mentores.
Ese cambio de la Ciudad de las ocurrencias a la Ciudad de las convivencias, no se ha
valorado. Los límites necesarios se han entendido como atentados contra la libertad.
Menuda palabra.
Es difícil saber lo que vendrá ahora. Es como si un nuevo cambio climático llegara a la
ciudad y fuera a cambiar el clima, pero de la convivencia. No sé si el puerto sonríe y las
playas lloran. No sé si los coches se frotan las manos y las bicis vuelven al trastero. No
sé si la enseñanza y la sanidad están en riesgo, y también los docentes, y el alumnado,
y los sanitarios y los enfermos. Y acerca de todo eso, no sé si mis convicciones están
equivocadas o simplemente no son compartidas por la mayoría. Es verdad, son
minoritarias, pero son mías. Y cuando las reflexiono y las vuelvo a reflexionar,
milagrosamente se reafirman. No tienen marcha atrás.
Los amigos y amigas, fieles, me dicen que el viento, en cualquier caso, sigue soplando,
incansable, como las ideas. Sigue, y siempre acaba hinchando las velas del progreso
con fuerza. Es verdad que se puede ir más deprisa o más despacio, con tropiezos y con
aciertos, pero el camino siempre está ahí, pidiendo ser recorrido.
Vamos despacio porque vamos lejos, decían unos. Dos pasos adelante y uno atrás,
parafraseaban otros. Pues ahí estamos, con las convicciones en la mochila, y mirando
al horizonte. Al fin y al cabo en minoría, y aunque sea un poco más complicado,
seguimos con las intenciones inequívocas de cambiar el mundo.
Otra vez hay que empezar a volar con los pies en el suelo.
Rafa Rivera
junio 14th, 2023 at 6:38 pm
Conozco a Rafa Rivera muchos años, desde el 1971 aproximadamente, siempre me han gustado sus reflexiones,sus comentarios y siempre tan certeros,para mí Rafa,rozas la perfección en tus escritos, un abrazo.