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El bosque de alimentos contra el hambre ideado en Alzira se expande por el mundo

El proyecto iniciado por Juan Antón hace treinta años en su campo se ha replicado por Europa, África y América Latina

Consiste en un modelo de agricultura ecológica en el que conviven decenas de frutales

El proyecto contra el hambre del alzireño Juan Antón ha cruzado fronteras para expandirse por el mundo como un modelo desafiante al sistema agrario hegemónico que emplea pesticidas y fertilizantes. El bosque de alimentos surge como un objetivo personal de un activista social que, al dejar de fumar, decidió destinar el dinero a la compra de semillas en lugar de cajetillas de tabaco. El propósito es terminar con el hambre a golpe de árboles frutales y naturaleza.

El proyecto se basa en la plantación de diversos árboles frutales que conforma un bosque comestible con apenas intervención humana. En la actualidad, las cuatro hanegadas de terreno que tiene en Alzira cuentan con más de 30 especies y más de 400 ejemplares.

Con todo, el precedente de esta experiencia se localiza en Honduras en el año 2000 cuando Antón y su esposa, Mari Creu Carrió, plantan 1.500 árboles que diesen alimentos. Antón acude al país centroamericano y prolonga su estancia durante meses. Relata que el consistorio decidió de forma repentina sufragar la compra de 500 árboles, y cuando atónito preguntó el porqué, le contestaron que había conseguido algo que ellos no «y es entusiasmar a toda esta gente». A su vuelta, el concepto de crear un bosque frutal autosuficiente estaba igual de clara que su propósito de erradicar el hambre.

Antón desarrolla a su regreso el proyecto de Alzira y su idea se expande con el tiempo hasta convertirse en referente internacional. Las visitas de curiosos y de personas de diferentes países que desean replicar el modelo del alzireño se multiplican. «Yo calculo que al menos 1.000 personas habrán venido aquí, a visitar este espacio único», comenta Juan Antón.

Bosques por toda Europa

Desconoce cuántas veces se ha reproducido en otros lugares. «Llevo 30 años con este proyecto, y a día de hoy me llegan fotos de los bosques que han hecho los holandeses, franceses, belgas, y alemanes que me han visitado. De forma que te puedes hacer una idea», dice.

Juan confecciona un tipo cultivo en Alzira en el que, con pocos recursos económicos y de tiempo, se pueda abastecer de alimentos a familias enteras. «Espantado» por el auge de productos tóxicos para hacer la tierra fértil, pero que fracasan y contaminan el suelo y acaban con los organismos vivos durante años, Juan Antón se decanta por emplear los recursos naturales en bruto, sin manipulación humana.

Antón, rodeado de vegetación en su bosque de alimentos.

El nombre de bosque nace de la escasa intervención humana, de la independencia de un hábitat productor de alimentos. Antón realiza mínimas tareas con materia orgánica, recopila las hojas caídas bajo el tronco del árbol para que se produzca un abono sostenible. «La propia vegetación expulsa semillas que posibilita la creación de más árboles sin que yo intervenga», declara.

Para regar, emplea una balsa en la que tiene diversos peces, que nutren y lavan el agua, y que permiten el baño humano sin necesidad de cloro durante todo el año. La misma agua se emplea más tarde para regar mediante las acequias que articulan el bosque y que lo dividen según la necesidad de irrigación. De esta forma, el gasto energético es nulo.

Adaptación internacional

Cuando Antón afianza este modelo, no duda en reproducirlo en otros países interesados. Alejado del asistencialismo, y de la mano de los habitantes, planta bosques de alimentos en la República Democrática del Congo, en Senegal e incluso en la arena del Sáhara.

La idea de Juan parte de «desaprender lo aprendido», en términos que ni las plagas ni los temporales se convierten en perjudiciales en la producción de alimentos. «Cuando las personas ven las frutas que puede dar un bosque sin necesidad de alterar el ecosistema con plaguicidas o fertilizantes, flipan», comenta entre carcajadas.

Juan Antón cuenta con 88 años, ha construido más campos en la Ribera Alta y su libro de visitas está repleto de dedicatorias, de agradecimiento y de amor en todos los idiomas. Si se le pregunta si ha logrado su objetivo de acabar con la crisis alimentaria en el mundo, dirá que no y contará sus próximos proyectos, pero la verdad es que para muchas personas, a golpe de árboles, ha acabado con el rugir de su hambre.

Pablo Antón
Publicado en Levante.emv

  1. Ana Says:

    Todo ello se traduce en”AMOR” a la naturaleza y a las personas.
    Necesitamos más personas así

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