BLOG | Artículos de Opinión

No hay médicos para animales como vosotros

Israel no solo asesina a palestinos; instituye, junto a EEUU, un orden mundial donde los palestinos o cualquiera que defienda una vida en la que no se les someta deja de contar como humano

“Nos han golpeado, nos han arrastrado por los suelos, nos han vendado los ojos, nos han atado de pies y manos, nos han metido en jaulas, nos han insultado”. No es un fragmento de una novela distópica ni un testimonio de los campos de concentración de hace ochenta años. Es el relato de los miembros de la flotilla humanitaria secuestrada por Israel hace unos días. Personas que llevaban harina, tratadas como si transportaran bombas. No las dejaron llegar a Gaza, claro. Está prohibido entrar allí con nada que pueda sostener la vida.

En 1948, el mundo firmaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En ese mismo año nacía el Estado de Israel. Dos nacimientos simultáneos: uno afirmaba que todo ser humano tiene derechos por el mero hecho de serlo; el otro se ha encargado durante más de siete décadas de recordarnos que hay vidas que no valen lo mismo. Que no todos los seres humanos son, en efecto, humanos. Entre esas dos fechas gemelas se dibuja la paradoja más obscena de nuestro tiempo: la coexistencia entre la utopía moral de la humanidad y su negación práctica.

Conviene precisar. La deshumanización consiste en representar a un grupo como animal, insecto o amenaza. El antihumanismo, en cambio, va más allá; es la abolición del propio principio de humanidad como valor universal. Ya no se trata de decir “los palestinos no son humanos”, sino de decretar que la humanidad entera es prescindible si se opone al poder. El filósofo camerunés Achille Mbembe lo llamó necropolítica: el poder de decidir quién vive, quién muere y quién puede ser abandonado a morir. Gaza es hoy un laboratorio que pone a prueba al mundo entero.

En Gaza asistimos a esa transición de la deshumanización al antihumanismo. No se busca solo destruir a un enemigo, sino borrar la idea de que toda vida merece respeto. Israel no solo asesina palestinos; instituye, junto a los Estados Unidos, un orden mundial donde los palestinos o cualquiera que defienda una vida en la que no se les someta deja de contar como humano. Y lo más inquietante es que buena parte del mundo mira hacia otro lado o aplaude desde la grada. El mismo mundo que se indigna por un perro abandonado en Tik Tok asiste en directo al exterminio de un pueblo entero con la serenidad de quien ve una serie más.

La Unión Europea, que tan fan de los derechos humanos fuera en otros tiempos, firma declaraciones los lunes y contratos de armas los martes. Estados Unidos, cómplice y beneficiario principal del genocidio, propone tramposos planes de paz mientras financia drones. Occidente lleva décadas perfeccionando la técnica de mirar hacia otro lado con lágrimas diplomáticas. Jean-Paul Sartre llamaba mala fe a esa actitud de quien actúa como si no tuviera elección, como si su libertad no existiera; Eichmann como ejemplo. La mala fe se ha convertido en doctrina de Estado, y Occidente, en su cómplice complaciente.

Cuentan los que han vuelto ya de la flotilla que al pedir insulina y atención médica para un compañero diabético que llevaba tres días sin inyectarse, los secuestradores israelíes respondieron “No hay doctores para animales como vosotros” y uno no puede evitar acordarse de algunos artículos de la Declaración Universal: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” “Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado”. Qué cosas tan bonitas somos capaces de escribir.

No sé si queda algún gesto humano eficaz ante la barbarie, quizás solo nos quede no acostumbrarnos. No aceptar que haya jaulas para quienes llevan pan. No mirar hacia otro lado, no callar. Porque mientras callamos, mientras aceptamos que unos cuerpos valen más que otros, que unos niños merecen ser llorados y otros no, no es solo Palestina la que está desapareciendo sino la idea misma de humanidad. La humanidad, ese club tan selecto y esa cosa tan prescindible.

Paco Cano
Publicado en Ctxt

¿Quieres dejarnos algún comentario?

Tu email no será publicado, únicamente tu nombre y comentario.