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Ana Noguera: «El siglo de las contradicciones»

Querido Hugo,

Desde que te fuiste seguimos reunidos, activistas, comprometidos y reflexivos. Como hacías tú. Al menos lo intentamos. Porque aquí está Marita, incansable, preguntándonos siempre “¿cómo ves lo que ocurre?”.

Lo que pasa es complejo porque todo ha cambiado mucho en este siglo XXI, al que accedimos sin brújula y vamos dando pasos a ciegas, llenos de incertidumbre, con más miedo al futuro que nunca tuvimos, y con contradicciones colosales que dificultan un proyecto solidario internacional como aquel “Trabajadores del mundo. ¡Uníos!”.

Somos más fuertes que nunca, más número de personas que jamás hubiéramos imaginado, en 50 años se ha duplicado la población mundial y seguimos creciendo. Además, vivimos más años, la ciencia alarga nuestra longevidad. La tecnología se ha convertido en nuestras manos, como antes lo fue el arado; con un teléfono móvil disponemos de noticias en tiempo real de cualquier parte del mundo, accedemos a todo el conocimiento que albergan las bibliotecas, nos comunicamos con cualquiera en cualquier lugar, compramos, leemos, vemos, hablamos, y tantas cosas que hace 50 años serían de ciencia ficción.

Son buenas noticias para la especie humana que, casi roza con los dedos, la divinidad al ser capaz de clonar o modificar las células dañadas.

Sin embargo, también somos nuestro propio peligro. La Tierra está herida por nuestro consumo irracional; todo acaba contaminado y los recursos naturales esquilmados. No respetamos ni los bosques ni los ríos ni los mares. Cada año aumentan las temperaturas del planeta e incendiamos hasta rincones tan insospechados como el Círculo Polar Ártico. Atentamos contra la fauna y la flora. Ese es nuestro mayor problema. Porque sin planeta Tierra no tendremos hogar.

Tú entiendes bien lo que es huir de la propia casa. Las migraciones del siglo XXI son más masivas que nunca. Se huye de la guerra, de la pobreza, pero también de la escasez en un planeta de sobreabundancia. Pese a nuestra razón y nuestro corazón, nuestra cortedad de miras y nuestro egoísmo hace que seamos incapaces de repartir bien. La desigualdad social es el segundo de los grandes problemas. A pasos agigantados, los más ricos se hacen más ricos porque se ha hecho realidad el dicho de que “el dinero llama al dinero”. Mientras tanto, la inmensa mayoría sobrevive como puede, y muchos deben huir cruzando los mares en pateras, sorteando concertinas, eludiendo fronteras y muros, para acabar encerrados, aislados, o construyendo ciudades ficticias de tiendas de campaña donde habita la miseria y la desesperanza.

El siglo XXI no se entiende sin la globalización. Ni tampoco sin las contradicciones que genera. Por ejemplo para la democracia. Los Estados-Nación que nacieron en el siglo XIX y se construyeron en el XX, hoy son más naciones que estados. Nos refugiamos en identidades para sentirnos protegidos, pero incapaces de construir proyectos colectivos. Confundimos el interés público con el particular o partidista, imperan los mensajes simplistas que extreman las posiciones y elevan diferencias y odios. La democracia se utiliza como excusa para legitimar intransigencias. El orden internacional ha cambiado: China se ha convertido en una superpotencia que disputa cara a cara con EEUU, transfigurada en una mala caricatura por culpa del impresentable de Donald Trump. China no conoce la democracia ni lo pretende. Hoy no se puede decir que EEUU practique la democracia bajo el mandato de quien engaña, miente, amenaza y atenta abiertamente contra quien opina diferente.

En medio, navega errante la Unión Europea debatiéndose entre ser competitiva de fronteras hacia dentro o retomar la senda perdida, sin poder ocultar las vergüenzas como esconder a los refugiados o dejar morir a los migrantes mientras la extrema derecha crece políticamente como si hubiéramos olvidado el holocausto.

El cuarto de los grandes problemas, no menos importante, son los jóvenes. La generación que vivirá peor que sus padres, apenas encuentra empleo estable, sufre una crisis detrás de otra, y es la mejor preparada de la historia pero desconoce la visión humanista de los clásicos. A nuestros jóvenes les hemos dejado un futuro incierto. Aunque lo más positivo es que es ¡futuro!, y por ello es inédito y por escribir. Y nuestros jóvenes son ¡jóvenes!, fuertes, llenos de vida, inquietos, preparados, con otras miradas. Ya no se llenan las sedes de las asociaciones y de los partidos políticos, pero eso no quiere decir que los jóvenes no estén concienciados. Se mueven de otra forma, utilizan las redes y la tecnología, se movilizan por el planeta y por la democracia.

También hay buenas noticias. El mundo y la historia son más feministas. Las mujeres luchan pacíficamente, de forma global, reconociéndose, aportando su mirada, sin bajar la voz. Las manifestaciones de las mujeres están siendo verdaderos acontecimientos sociales y políticos, haciendo real el lema: “lo personal es político”.

Aunque no te voy a engañar. Como siempre, hay de todo: quienes siguen sentados en el sofá viendo pasar la vida, quienes protestan y dicen ser “apolíticos”, y quienes se implican con compromiso. Eso no es nuevo. Como tampoco son nuevas las tensiones políticas y sociales, acrecentadas porque la magnitud de los problemas trasciende las fronteras nacionales. Porque todo nos afecta. Porque el mundo globalizado nos ha “hermanado” en lo bueno y en lo malo, nos hace ser más especie que nunca. Así lo estamos viviendo.

El año 2020 no podremos olvidarlo nunca. Comenzó con un virus en Wuhan, una ciudad de China, y comenzó a extenderse de forma tan inimaginable que, en cuestión de días, se confinó una ciudad de once millones de personas. Dos meses después, España estaba confinada, sin salir de casa. Y hoy, no queda ni un solo país a salvo de un enemigo invisible que está poniendo en jaque el conocimiento de la ciencia y en riesgo la salud de los humanos. Si antes vivíamos con miedo, ahora además vivimos tapados con una mascarilla, sin contacto social y sin abrazos ni besos. Vivimos mutilados. Hemos perdido a muchos familiares y amistades de los que no hemos podido ni despedirnos. La herida sangrará durante bastante tiempo. Espero que no olvidemos esta cura de humildad ante nuestra soberbia.

Seguimos reflexionando como podemos, un poco inútiles e incapaces. Además no estamos todos. Nos falta, entre otros, nuestro amigo Alfonso Goñi. Nos dejó a Carmen para que no nos sintiéramos tan solos ni desamparados con su sonrisa y buen hacer.

Tiempos difíciles y convulsos, de incertidumbres y contradicciones, pero estoy convencida que el mundo de mañana será más ecologista, más feminista y un poco más justo.

Ana Noguera

  1. Flora Says:

    Querida Ana, hago mías todas y cada una de las lineas de tu texto.
    Quiero enfatizar la necesidad que tenemos de generar
    pensamiento costructivo que, aunque lejos ya, de la perdida inocéncia , nos aleje de la melancolia ; necesitamos que
    todo el saber, que toda la bondad, que toda la belleza que nos rodea sea puesta en valor, y que como consecuencia, hagamos una potente puesta en común que nos aliente para gritar: otro mundo es necesario, hagamoslo posible!!!

  2. Ana Says:

    Muchas gracias. Así es. Por muchas dificultades y problemas que nos encontremos, no serán más dañinos que los vividos en otras épocas. Sencillamente seran diferentes. Pero estamos obligados a seguir adelante, a no quedarse parados, a poner manos y mente a disposición de un camino más justo. A pasitos, lo vamos logrando!!

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