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CAMUS

El autor ante la tumba de Albert Camus en el cementerio de Lourmarin

Brotaron los recuerdos. ¡Cuánto tiempo transcurrido! Valencia, eran los primeros años setenta. Aquella inteligente profesora de Francés. Y Albert Camus, un autor a considerar y guardar para siempre.

Fue en esta última semana de agosto. Nos encontramos en Francia, zona de la Provenza. Para nosotros es un viaje dentro de nuestro periplo investigador de la historia contemporánea. Nos recibe y acoge una familia republicana del exilio, de raíces valencianas. Su generosidad y su amable atención son entrañables. Ellas nos ayudan en nuestro intento de acercarnos un poco mejor a la trayectoria biográfica de Julio Just, nuestro objetivo intelectual de trabajo.

Entre aquellos valles, mirando las montañas de la cadena del Luberon, hay encaramados pueblos muy bellos, de arquitectura y urbanismo respetuosos con su historia y su tierra. Casas de piedra de una o dos plantas. Grandes campos de viñedos y de lavandas. Pequeñas masas de bosque de encinas entre las que pasear a su sombra.

Sabíamos, previamente, que por esa zona se encuentra Lourmarin, en cuyo pequeño cementerio está enterrado Camus.

Preguntamos a nuestras anfitrionas dónde está Lourmarin y si dista muchos kilómetros. Nos responden que si nos interesa Camus y si nos gustaría visitar su descanso eterno. Que ellas ya le conocían. Era una excursión de una mañana por carreteras de montaña. Y nos citamos para el día siguiente.

Curvas, paisaje, pinos, encinas, múltiples verdes y nuevas curvas. Llegamos a Lourmarin. Es día de mercado. Su cementerio está en la otra parte del pueblo y a las afueras.

Silencio y sol. En la entrada hay un plano indicando la situación de la tumba de Camus. Todos se hallan inhumados en tierra. No hay nichos.

Llegamos ante su fosa. Muy sencilla. A sus pies una piedra con la grabación:

“ALBERT CAMUS

              1913-1960”

Sobre la tierra de la sepultura crece una gran adelfa y otras pequeñas plantas. Han dejado esparcidos, otros visitantes, escritos fascinados sujetos con piedrecillas. Y apoyados encima de la inclinada losa con su nombre unos tallos de lavanda, cuyas flores se han ido desgranando y alimentando el hueco de sus letras y sus fechas. Parece lo más idóneo, la pasión del violeta anudada con la vida de quien ocupa esa última morada.

Luego, me informan mis guías acompañantes que anteriormente hubo un gran romero en lugar de la adelfa.

Es entonces cuando se reavivan nuestros recuerdos. Nuestras juveniles lecturas para un autor sugerido por aquella perspicaz profesora. Van acudiendo títulos, “L´étranger”, “La peste”, “La chute”, “Caligula”, etc. Años más tarde, también leeremos

“Los justos”, “El primer hombre” y “¡España libre!”

Sabremos así, entre otros, de sus interrogantes sobre la violencia revolucionaria, de su polémica del fin y los medios con Jean Paul Sartre; sobre sus evocaciones de infancia y su afecto y gratitud por su maestro. Y sobre su inquebrantable apoyo a la causa del pueblo español y de su defensa de la 2ª República Española.

Queremos recordar con sus propias palabras escritas en 1945:

“Hace nueve años que los hombres de mi generación llevamos a España en el corazón. Nueve años que los españoles la llevan como una herida sin cicatrizar. Por ella han conocido por primera vez el sabor de la derrota y han descubierto, con una sorpresa indecible, que puede tenerse razón y ser vencidos; que la fuerza puede someter al espíritu y que, en muchas ocasiones, el arrojo y el sacrificio no son recompensados.”

Y allí, en el recogido cementerio, agachados a su lado, acariciando su piedra, nos embargan todos los recuerdos de nuestra juventud. Pero sobre todo los testimonios que hemos ido recogiendo de mujeres y hombres, a veces casi anónimos, y de sus ilusiones y esfuerzos por construir un mundo mejor.

Regresaremos a nuestra base de partida por otros caminos. Pero ya nos acompañará en el coche otra presencia, la obra de Albert Camus.

El sol sigue dorando el paisaje. Nuestra anfitriona mayor nos dice que en otoño todos aquellos parajes son todavía más bonitos. Tal vez sea así, seguramente. Y, en esos momentos, de nuevo volveremos a la lectura de Camus.

Nota postdata. – Este escrito está dedicado con afecto a Alegría Just.

Buenaventura Navarro
Artículo publicado en  “El Económico” Diario digital del Camp de Morvedre

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