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Cenizas y cenizos

Por mucho que hayamos visto a lo largo de la pequeña historia personal de cada cual, no es posible dejar de sorprenderse a cada dos por tres con las cosas de la Iglesia, tanto de las originales y antiguas como de las nuevas, que no modernas.

Ahora acaban de sorprender al mundo con un nuevo documento (me encanta como titulan) llamado: “Instrucción Ad resurgendum cum Chirsto” Dicho documento es el fruto de años de trabajo, debates y preocupaciones de los prelados más preclaros y se supone, dada la importancia del mismo, sancionado favorablemente por el mismo Papa Francisco, por tanto, una guía muy autorizada para aquellos a los que el tema de la incineración de sus seres queridos les quita el sueño.

Aclaran en dicho documento que la cremación de los difuntos está “en desacuerdo con la fe de la Iglesia” y por tanto prohíbe “esparcir las cenizas, dividirlas entre familiares o conservarlas en casa”. Continúa dejando claro que “para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no será permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos”

Haciendo gala de su conocido amor, tolerancia y respeto por la dignidad humana advierten que ”en el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la Naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias”.

Por si no lo han entendido: si, por poner un ejemplo, eres un refugiado sirio al que, después de una larga marcha huyendo y evitando que guardias fronterizos te impidan el paso hacia lo que imaginas un espacio de libertad o seguridad, tu patera se ha hundido y has perecido ahogado junto a cuarenta y siete más, entre ellos tu mujer y tus dos hijos, tus restos no deberán ser quemados y esparcidos porque La Iglesia te protege de dicha profanación. Y es que “no se pueden permitir actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos de la muerte, considerada como anulación definitiva de la persona, o como momento de fusión con la Madre Naturaleza, o con el Universo, o como una etapa en el proceso de reencarnación, o como la liberación definitiva de la prisión del cuerpo”. Está claro que piensan, al igual que yo, que las cenizas, una vez esparcidas, ni Dios puede volverlas a juntar para estar un poco presentables el día del Juicio Final.

Como todos sabemos la Iglesia, desde sus orígenes, vive preocupada por la muerte. Para ellos es una cuestión muy importante, no hay más que leer el citado documento, elaborado por La Congregación para la Doctrina de la Fe, denominación heredera de lo que fue El Santo Oficio, heredero directo también de La Santa Inquisición. Por tanto se trata de un documento muy repensado y fruto de mucho esfuerzo. Sorprende sin embargo que quienes no tenían ningún problema en quemar a los vivos vean hoy problema alguno en quemar a los muertos. Sorprende. Aunque habrá que reconocer que, sin duda, como también es bien sabido, después de los nazis son los más capacitados en cremaciones. Son muchos años viviendo de la muerte.

Miguel Álvarez.

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