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El peligro de los «payasos mesiánicos»

No hay época histórica-social sin convulsiones. Ahora bien, desde que empezó el siglo XXI, y llevamos ya casi un cuarto, no ganamos para sobresaltos, cada vez más profundos y amargos. Parece como si estuviéramos dentro de un furioso huracán.

Una época contradictoria donde se es capaz de averiguar la edad de la luna o mapear el cerebro, mientras siguen llegando migrantes a las costas cada vez en mayor número; se solapan las guerras con conflictos enquistados y crueles, dispuestos a aniquilar al “otro”, que hacen inviable los acuerdos de paz; la emergencia climática rompe las costuras de la Tierra, y vemos imágenes inauditas da igual que sea Andalucía o Escocia, en un imparable grito climático; y la globalización económica se ceba con países enteros a los que sume en la pobreza y el hambre que ha aumentado globalmente, y provoca una desigualdad social que hunde en la incertidumbre, la desesperación y la falta de oportunidades a miles de millones de personas.

Una compleja situación poliédrica en la que aparecen los tiburones más sangrientos. Son los “payasos mesiánicos”, como ha calificado el Papa Francisco a aquellos usurpadores de la política, ultraderechistas, populistas y demagogos, mentirosos e indecentes, sin moral ni educación.

Y no es uno ni dos, sino que estamos viendo cómo aparecen por cualquier rincón, capaces de tejer alianzas internacionales, y de romper desde dentro las instituciones democráticas. El primero fue Trump, siguieron los ultraderechistas europeos, apareció Bolsonaro, y ahora nos encontramos con el más payaso de todos: Javier Milei, quien no se oculta de proclamar su admiración por el gobierno dictatorial de Argentina, uno de los más crueles y sangrientos de toda la historia latinoamericana, al tiempo que con una moto sierra en la mano y la ridiculez en sus mítines, se jacta de aniquilarlo todo sin criterio ni razón. Un negacionista del cambio climático, con un discurso incendiario, con una estética de estrella del rock, con frases efectistas, y con un partido que le llama “Libertad avanza”. ¡¡Ay, cuánta manipulación en nombre del término “libertad”!!

Por cierto, ¿tiene algo que decir el PP por el apoyo mostrado a este tipo de Isabel Díaz Ayuso?

Resulta sorprendente que sea la ultraderecha, recalcitrantemente católica y patriótica, quien reniegue continuamente del actual Papa, a quien llaman por su nombre, negándole toda autoridad. Y se ha rizado el rizo con las críticas descarnadas del propio Milei acusándolo de ser “el representante del maligno en la tierra” y de estar aliado “con los comunistas asesinos”. Increíble.

El primer Papa latinoamericano de la historia, concretamente argentino, tiene que lidiar con las críticas que surgen de su propio país.

Pero estos “payasos mesiánicos” no son una broma, aunque no demos crédito de lo que dicen y cómo lo dicen, de sus actos y sus formas, de su agresividad y violencia, de su odio, y sus continuas payasadas. Son un peligro. Ahí están, y mucha gente les vota, les sigue, les admira, y creen sin razones ni discernimiento, las consignas totalitarias que escupen. Se está instalando el odio, la mezquindad, la división del género humano, la violencia, el enfrentamiento más allá del verbal, y las mentiras con un alto grado de impudicia.

Afortunadamente han fallado las encuestas en Argentina, y se ha conseguido frenar en primera instancia a la ultraderecha. Aunque todavía no dormiremos tranquilos hasta que no se realice la segunda vuelta de las elecciones.

Lo que no falla es la realidad en la que la sociedad argentina está inmersa: Argentina tiene una inflación cercana al 140%, va camino de la estanflación –recesión e inflación al mismo tiempo–, le debe 44.000 millones de dólares al FMI, el 70% del gasto público va a beneficios sociales o subsidios, su índice de pobreza ronda el 50% de la población y una terrible sequía ha acabado con el 40% de la producción agrícola.

En situación económico-sociales tan dramáticas, la memoria individual se debilita, se pierden las referencias históricas, y la confusión hace mella en la desesperanza. El 19 de noviembre se decidirá el futuro de un país en crisis permanente, y junto a él, de una gran parte de Latinoamérica.

Y mientras, seguiremos mirando horrorizados la pantalla del televisor viendo como se suceden las víctimas, los muertos, los heridos, los ahogados, los sin patria, … enterrados en conflictos bélicos que pueden desembocar todavía en mayores tragedias.

Ana Noguera

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