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El soviet de los pajes

Es cuestión de días, apenas unas horas: España está a punto de vivir la operación más audaz de su historia. También la más terrorífica. Y sin embargo los españoles, que todavía andan espolsándose el confeti de Nochevieja, parecen adormecidos, como si aún no se hubieran recuperado de la ingesta de cava, incapaces de compender lo que se avecina. Y eso a pesar de los desvelos de Cayetana Álvarez de Toledo por prevenirnos ante la “investidura contra los cuatro Reyes”. Sí, los cuatro, aunque por suerte la seguridad de Felipe VI durante la Pascua Militar parece garantizada por el arrojo del general Fulgencio Coll.

Aunque afortunadamente el cambio climático impedirá el diluvio universal, las tragedias que nos aguardan no serán menos funestas. La subida de impuestos a ese 1% de la población que no ha dejado de enriquecerse durante estos años traerá la parálisis de la economía, mientras las empresas del Ibex 35 se verán obligadas con dolor de corazón patriótico a destruir miles de empleos ante la perspectiva de una derogación de la reforma laboral que les impedirá seguir despidiendo trabajadores por abusos injustificables como una baja médica por tratamientos de cáncer. No menos dañinas serán las consecuencias para la educación, donde está previsto sustituir la enseñanza religiosa por perversas doctrinas masónicas disfrazadas de valores cívicos. O para nuestro glorioso pasado nacional, tan bien cantado por preclaras mentes como la de Elvira Roca: al calor de la memoria histórica está previsto declarar festiva la conmemoración de Paracuellos.

Claro que para entonces poca importancia tendrá la historia de España si tenemos en cuenta que en pocos días España habrá dejado de existir. No porque Catalunya o el País Vasco consigan la independencia, no. El plan es mucho más perverso: el soviet supremo de los pajes entregará España a los pérfidos independentistas que no solo prohibirán los toros, las sevillanas y la paella sino que nos obligarán a vestir con el burka de una txapela, unisex por imperativo de las doctrinas de género, y eliminarán todas las figuritas de los belenes excepto el caganer. Y frente a todo esto no habrá oposición posible ya que, como nos advierte Rosa Díaz, lo que se nos aguarda es el exterminio. Porque ese es el objetivo último de la eutanasia que bajo la excusa de acabar con el sufrimiento inhumano de los enfermos se preparan a despenalizar: acabar con los españoles de bien que pudieran sumarse a la resistencia. Más aún, respaldado por un sanguinario ejército de feminazis, el nuevo régimen revolucionario se aplicará a fondo con implacables campañas de abortos generalizados para que esos infelices españoles ni siquiera lleguen a nacer.

Todo esto es lo que se prepara mientras los españoles, en su candidez, todavía no se han espolsado el confeti de la Nochevieja. Es lo que tiene esa pereza vital que tanto daño ha hecho a este país donde todo va muy despacio: solo basta comprobar lo que les cuesta a tantos compatriotas espolsarse la caspa franquista de las hombreras mentales. Muchos se lamentarán dentro de un año, cuando el nuevo régimen celebre el primer aniversario de la revolución rescatando el ignominioso traje de rey mago de Manuela Carmena. Pero para entonces será demasiado tarde y el único Rey de Oriente que podremos venerar será Kim Jong-un, quién sabe si como nuevo inquilino de la Zarzuela.

José Manuel Rambla
Artículo publicado en ElDiario.es

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