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José María Aznar, ‘drama queen’

Feijóo lleva semanas reclamando que le reconozcamos como el verdadero ganador de las elecciones, pero resulta que quien primero le ignora son los suyos. No esperan siquiera a matarlo políticamente

Disiento de quienes consideran un error y un sindiós convocar un AMPNI –acto de movilización política no identificado– la víspera de tu sesión de investidura para protestar porque el investido vaya a resultar otro. Muy al contrario, Núñez Feijóo y el Partido Popular pueden estar sorprendiendo y acertando a la vez con otra estrategia política rompedora e innovadora al tocar a rebato para ese acto del 24S que no será una manifestación, pero es a pie de calle y es de partido aunque será abierto.

Ya lo hicieron al proponer al sanchismo un pacto para derogarlo a plazos y por partes, o negándose a hablar con Junts pero escuchándolos al mismo tiempo. Ahora apuntan a un salto cualitativo en un terreno clave de la política contemporánea: la búsqueda de estrategias efectivas de movilización del electorado.

Donde otros ven una capitulación ante el aznarismo más severo y el ayusismo más agitprop, se descubre, a poco que se observe con cuidado, la perspectiva de una hábil estrategia de fidelización política. Si su obsesión por mantenerse en la centralidad pactando únicamente con la extrema derecha no le impidiera ver el bosque, el PP ya estaría en plena campaña de promoción entre las bases.

Las posibilidades se antojan infinitas. Repartir una cartilla y cupones y si acudes al AMPNI de Madrid y a la manifestación de Barcelona, te regalan un juego de sartenes o una freidora de aire. Pedir a los votantes que manden a la sede de Génova imágenes de sus redes sociales acreditando que, en su día, recogieron firmas contra el Estatut, acudieron a Colón y acudirán ahora al AMPNI del 24S o a la demostración del 😯 para obtener así el derecho al carnet VIP de militante del PP, con fabulosos descuentos en todo el catálogo FAES. O mi gancho favorito: quien demuestre haber llevado además a familiares y amigos a Colón, al AMPNI y a la mani de Barcelona, entrará en el sorteo de dos butacas en primera fila para asistir a la próxima defenestración del siguiente líder popular que caiga. Cuantos más amigos y familiares se acredite haber movilizado, más posibilidades de ganar esos asientos de privilegio en el palco de la historia.

Cuando Feijóo iba a ser presidente, no tenía nada que objetar y todo le parecía bien. Pero el expresidente no llora, el expresidente factura. Que Aznar es un drama queen, necesitado de que la unidad de España se halle en peligro mortal cada seis meses para actualizar así su tarifa como conferenciante –con los socialistas siempre dispuestos a relanzar su carrera–, constituye una de las certezas de nuestra agitada vida pública. Que esa necesidad promocional se convierta en un problema político y de supervivencia para Feijóo supone el verdadero drama de la derecha española: el pasado no le deja ver el futuro.

Feijóo lleva semanas reclamando que le reconozcamos como el verdadero ganador de las elecciones y rechacemos falsos profetas, pero resulta que quien primero le ignora como tal son los suyos. Tan poca fe le tienen y tan escaso respeto como ganador le guardan que ya están convocando a protestar contra quien consideran el verdadero triunfador: Pedro Sánchez. No esperan siquiera a matar políticamente a Feijóo para empezar a ignorarlo. Aznar convoca a las masas como si el candidato popular fuera invisible y Díaz Ayuso se apresura a anunciar su comparecencia a la manifestación de Barcelona en su calidad de líder nacional in pectore del partido. Ya sabe lo que tiene que hacer si no quiere que las masas se presenten en las puertas de la sede popular reclamando su cabeza.

Diputado arriba, diputada abajo, los resultados de las cuatro últimas elecciones generales mantienen una constante invariable. Si la derecha o la izquierda españolas quieren gobernar España, deberán pactar y entenderse con los nacionalistas. Eso no va a cambiar en los próximos años porque esa es la realidad. No se trata de que la gente se equivoque o vote desinformada. Eso es lo que quiere porque entiende que eso es lo que somos.

El líder popular reclamó tiempo para armar su investidura. Exigió que el foco de la atención pública girase sobre él. Dos semanas después seguimos sin saber para qué lo quería. Tanto protagonismo sólo le ha servido para agudizar sus propias contradicciones y para que visualicemos con nitidez que carece de opciones y apenas tiene con quien hablar. Que lo malo no es perder sino la cara que se te queda ha vuelto a probarse una verdad universal.

Volver a la calle a manifestarte contra la realidad devuelve a Feijóo y al PP al extremo del cual no pueden salir porque nadie quiere ir tan lejos a buscarlos, aunque sólo sea para hablar; ni los nacionalistas catalanes, ni los vascos, ni los gallegos, únicamente la extrema derecha y porque ya estaba allí y el territorio les pertenece.

Antón Losada
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