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La sombra de la contaminación es alargada

Y letal. Un problema de salud pública que mata más que los accidentes de tráfico: cerca de 5,5 millones de personas mueren prematuramente por respirar aire contaminado. Para 2050, cuando los núcleos urbanos alberguen al 70% de la población, la cifra podría duplicarse.

La OMS, en una reciente investigación, asoció 101 enfermedades a los efectos generados por la insalubridad del ambiente −a la polución del aire habría que añadir la contaminación del agua y del suelo, la exposición a los productos químicos, el cambio climático y la radiación ultravioleta−. El estudio alertaba de un aumento de patologías respiratorias como el asma o la EPOC, cardiovasculares como la arteriosclerosis o neurológicas como la hiperactividad o la demencia. Así como de un mayor riesgo de padecer ciertos tipos de cáncer, concretamente de pulmón, riñón, vejiga y colon.

La mala calidad del aire incide, además, en el desarrollo de los niños desde antes incluso de nacer: puede provocar nacimientos prematuros, una disminución del peso de los bebés o una merma de la capacidad intelectual en su proceso de crecimiento.

En definitiva, no nos alejamos de la realidad si afirmamos que la contaminación es la epidemia del siglo XXI. A esa conclusión llegan los distintos autores del informe El aire que respiras: la contaminación atmosférica en las ciudades, elaborado por Observatorio DKV de Salud y Medio Ambiente y Ecodes.

Según se extrae del estudio, unas 93.000 personas han fallecido en España en la última década por causas relacionadas con la contaminación. «Los datos demuestran que hay una correlación directa entre la calidad del aire y la salud. Quizá es menos evidente que en algunas ciudades de China o India, pero los niveles que se están alcanzando en ciudades como Madrid y Barcelona son peligrosos a largo plazo y tienen efectos múltiples», ha advertido Josep Santacreu, consejero delegado de DKV, durante la presentación del informe, celebrada, no por casualidad, en uno de los pulmones verdes de la capital: El Retiro.

Quizá, asistir a un evento en mitad de ese emblemático parque tenga algo que ver con la especial atención del público a las explicaciones de los ponentes. Las palabras de Santacreu le dan sentido a la hipótesis: «La capacidad de aprendizaje, según diversos estudios, va en función de la distancia que se tenga con los árboles».

«En la encrucijada que vive el planeta, o aprendemos a cooperar para resolver, entre todos, los desafíos de la humanidad, o nos enfrascaremos en conflicto tras conflicto, en problemas tribales, y nos iremos desangrando, perdiendo energía y fuerza para lograr ese gran objetivo», ha argüido Víctor Viñuales, director de Ecodes.

En opinión del periodista y divulgador ambiental Clemente Álvarez, tratar de mejorar la calidad del aire en las ciudades pasa fundamentalmente por cambiar de forma profunda cómo se mueven los ciudadanos y conseguir reducir el uso del coche. Hay ejemplos, asegura Álvarez, de políticas públicas municipales muy implicadas. «Ya no tenemos que buscar referencias en Copenhague o Estocolmo. Pontevedra, Vitoria-Gasteiz, Sevilla o Madrid están llevando a cabo medidas drásticas dirigidas a mejorar la calidad del aire que están mejorando la calidad de vida de las personas». El documento incluye un capítulo con información detallada y numerosos gráficos sobre los planes desarrollados en esas cuatro ciudades.

Sigue habiendo muchas resistencias, recuerda este experto, «pero también las hubo cuando la ‘ley antitabaco’, y hoy nadie se cuestiona sus beneficios».

Laura Zamarriego
Artículo publicado en Ethic

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