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Ley trans, corre, corre que te pillo

Como los problemas de las personas que se agrupan bajo el paraguas “trans” son los más importantes que tiene ahora mismo nuestro país, las autoridades competentes (por decir algo), han decidido que hay que aprobarla por la vía de urgencia. ¿Qué quiere decir? Pues que hay que acortar los plazos porque si no la mitad de las personas consideradas “trans” se habrían suicidado para cuando se haya aprobado si se siguieran los cauces normales. Y no es un argumento mío, lo han repetido hasta la saciedad los transactivistas y quienes apoyan este movimiento; de la misma forma que afirman tajantemente que son el colectivo más vulnerable de toda la historia (como si las personas con discapacidad, los gitanos, los pobres y otros grupos estuvieran montados en el dólar), y que tienen el porcentaje más alto de paro y que son los más expuestos a la violencia (en España llevamos ya 31 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas, ninguna trans, que se sepa) y a la discriminación. En ningún caso se aportan datos, porque los pocos que hay están sesgados y no hay estudios rigurosos hechos con metodología científica. Yo, en cambio, veo personas trans ejerciendo en ministerios, portavoces de grupos, dirigentes políticos, modelos, artistas, deportistas, y hasta algunas que se consideran humoristas ¡cuánta arrogancia!.

Por todo ello, y especialmente para que la sociedad no sepa de qué va esta ley, el procedimiento de urgencia reduce los plazos a la mitad, señal inequívoca de que a sus impulsores les quedan tres telediarios, ya llevan dos y quieren aprobarla antes de que acabe el tercero.  Esta Ley no es una “ley menor” como mucha gente cree: esos que te dicen “y a ti qué mas te da lo que hagan los demás”; u otra muy socorrida: “es que estoy por los derechos humanos”. Y no, no va de derechos humanos, porque las personas trans tienen los mismos 30 derechos humanos que tenemos todas las demás personas (pueden consultarlos aquí Declaración de Derechos Humanos). En el art. 23 se dice que toda persona tiene derecho al trabajo, y a igual salario por igual trabajo, y sin embargo el paro en España está en el 12,6%, y la brecha salarial entre hombres y mujeres está en el 24%.

En ningún sitio dice que las personas tengan derecho a cambiar de sexo si así lo deciden. Y esta es la causa por la que la mayoría de las feministas hemos criticado esta ley, porque no va de resolver los problemas de las personas trans, sino de permitir la autodeterminación de sexo, es decir, que toda persona mayor de 16 años (o menor según los casos) pueden ir al Registro Civil y cambiarse de sexo a voluntad, sin ninguna restricción ni requisito alguno, más allá de dar un tiempo de reflexión de varios meses. Cuando le dices a la gente que si se aprueba la ley cualquiera, sin cambiar ni siquiera de aspecto o nombre, puede cambiar de sexo y figurar así en los registros, te dice que cómo va a ser eso, que eso solo es para trans. La mayoría del personal está en la inopia, e incluso los políticos y diputados, como es el caso de Marta Sorlí Fresquet, diputada de Compromís, que reconoció públicamente que los diputados no tienen tiempo de leerse todos los textos o proyectos de Ley. Así que si quienes nos representan en el Congreso no se leen los proyectos de ley cómo vamos a esperar que la ciudadanía lea esos tochos que no entienden ni quienes los escriben.

Así que no, que no nos vendan la moto de que es una ley imprescindible porque es una ley que mezcla churras con merinas. Esta es la otra gran trampa junto con la apelación a los derechos humanos: unir en una misma ley problemas totalmente diferentes. ¿Qué tiene que ver la orientación sexual con el hecho de cambiar de sexo? ¿Qué cosas tienen en común las lesbianas, los gays o los bisexuales con las personas que quieren pertenecer oficialmente al sexo contrario?  Tener una orientación sexual no necesita de ningún cambio corporal, ni físico ni mental. Cambiar de sexo (cosa por otra parte imposible) implica no solo procesos costosos económica, física y psíquicamente, sino que también tiene impacto en toda la sociedad, pues no en vano el sexo es la variable principal que ha estructurado y jerarquizado el sistema social.

Las feministas no estamos contra los derechos de nadie, sino que reclamamos un debate riguroso, serio y público, en el que la sociedad sepa exactamente qué repercusiones tendría que cada uno se identificara como hombre o mujer por su mera voluntad. No voy a repetirlas. Ya lo han hecho en Dofemco, en Contra el borrado de las mujeres, en AMANDA, en el Partido Feministas al Congreso, en Confluencia Movimiento Feminista, en Women’s Declaration International (WDI) en FemeS y en artículos de muchas otras autoras a título personal. Por tanto, infórmense, lean, escuchen los argumentos que se dan y saquen sus propias conclusiones. Algunos dicen que ya se ha debatido mucho este tema, pero los grandes medios de comunicación han silenciado los argumentos y razones del feminismo, decantándose en masa por una ley que seguro tampoco han leído. Así que ya sé que no aporto nada nuevo, salvo que hay acciones convocadas para dentro de unos días con el fin de frenar la aprobación de este disparate que está a punto de colarse por la puerta de atrás, con nocturnidad y alevosía.

Juana Gallego
Publicado en su blog

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