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Manuel Vicent – «La Regata»

Libro: “La Regata”.

Autor: Manuel Vicent

Editorial: Alfaguara

Año 2017. ……………………………………………………………………….

El libro es un homenaje al Mediterráneo y al azul del cielo que lo cobija. Las descripciones que alberga constituyen una sentida pasión dedicada por el autor al arte de navegar. Este ejercicio se concreta en un itinerario que discurre desde Circea de la Marina (nombre apócrifo de Denia) hasta llegar a Córcega y vuelta. Es una navegación a vela. El camino permite visitar un sinfín de caletas, ensenadas surcadas por diversas corrientes marinas. El itinerario lo hacen los barcos de recreo de un grupo de amigos que pactan las condiciones de la travesía. Es un relato plagado de ironía, colorismo y belleza.

Se inicia con la descripción de una historia de amor. Una pareja de conveniencia entre una aspirante a actriz y un tiburón financiero, ambos se alimentan con la pasión de los viajes que realizan ricos en todo tipo de experiencias y comparten lo mismo la voracidad culinaria que kilómetros de cama. Ella, Dora Mayo siempre disponible, y él, Pepe California, éste con los recursos económicos suficientes para compartir con compañía sus ratos de ocio.

Sorprende que la pasión que viven ambos concluya en la primera parte del relato con la muerte de Pepe California, el afamado tiburón financiero, en los brazos de la actriz. Fue una inesperada e insólita escena de amor en que Dora, la mujer deseada, se encuentra atrapada por las ataduras al lecho y con un cadáver encima. Ni en los escenarios más alternativos de Lavapiés Dora se podría imaginar tener que vivir tal escena.

Pasado el momento tenebroso y el fatal desenlace, la dama después de no pocos esfuerzos, logra zafarse de los puntos de anclaje y consigue escapar del chalet escenario de la tórrida pasión, perdiéndose en la noche tras huir sin parar hasta alcanzar Madrid. Solo las estrellas son testigos de su huida.

Nadie sabe lo que ha ocurrido. Tan solo el casero tendrá noticia al cabo del tiempo del final de la historia al entrar en el alojamiento y encontrarse el cuerpo sobre la cama. Ahora las investigaciones se centran en la acompañante de Pepe California, dado que ha sido visto con una pareja por el puerto y las proximidades del entorno.

Dora consigue llegar a su casa, y asustada por los hechos, determina zambullirse en los ensayos del papel de Lisístrata, trabajo al que se entrega como un naufrago ante un salvavidas.

A partir de ese instante se desarrolla una segunda parte del relato que discurre entre los amigos del finado, que desesperados en la espera, deciden partir del punto de embarque sin contar con el ausente.

La regata de veleros prevista comienza y los personajes que el autor escoge para el periplo constituyen una miscelánea de figuras a medio camino entre lo extravagante y lo singular, entre los que figura un ministro. Es un personaje sospechoso de frecuentes actuaciones irregulares. Son los “Cayetanos” de este país. Manuel Vicent se recrea en detalles de todos ellos aprovechando cada caso para verter sus más aceradas críticas tamizadas de humor.

Manuel Vicent se centra y nos ilustra sobre la navegación a vela. Pasamos en la travesía por las Pitiusas, bordeamos Mallorca y Menorca. Cruzamos las corrientes entre todas ellas, participando de sus vientos y de su geografía como los argonautas bajo un sol dorado que los protagonistas cruzan como un lecho, a veces plácido y otras veces áspero y desabrido. Es especialmente significativa la respuesta de los tripulantes ante el rescate de una patera con la que tropiezan. El autor retrata con magistral belleza sus miedos, sus vértigos y sus pasiones en los más críticos del viaje.

Humor a raudales, trufado de un relato pausado y relajante. Ironía en estado puro. No faltan anécdotas y descripciones coloristas, emocionadas y precisas. Todo un tratado de navegación en medio de un conjunto de desenlaces diversos, repletos de gotas de radiografía humana.

El tramo final está salpicado de una retranca propia de un guión de Azcona, en la que el protagonista de ese grupo humano, que al comienzo de la regata se siente indispuesto, Pepito Cobaleda, acaba por abandonar y termina también por descolgarse de la aventura naval.

Ante lo inesperado de su afección en el pecho y su postración, el Comodoro del Náutico del Puerto, decide llamar a una ambulancia y evacuarlo al Hospital “La Fe” de Valencia. El mismo viaje está salpicado de una divertida peripecia, alcanzando finalmente el deseado socorro. Es otro relato de una navegación por tierra no exento de retranca.

El enfermo llega angustiado y maltrecho. Viéndose morir y ante el riesgo de de fallecer decide solicitar de dos amigos un testimonio de últimas voluntades con una serie de encomiendas antes de entrar al quirófano. Decide hacer tres lotes con su dinero, y otorgarles a sus acompañantes tres objetivos diferentes.

El primer encargo es para que busquen a un cura de una conocida iglesia de Valencia, con el fin de que celebre en su memoria una ceremonia religiosa. Otro tiene como destinatario el dueño de un bar próximo a la Lonja, propiedad de un amigo, para que los más íntimos festejen su muerte y la última voluntad es la publicación de una esquela entre los anuncios de masajes de un conocido periódico anunciando su muerte.

El plan discurre como estaba previsto de acuerdo con la voluntad manifestada, pero el protagonista resulta que no fallece y después de ser dado de alta en plena canícula del mes de Agosto decide verificar el resultado. Cada escena no puede ser más Berlanguiana.

Visita la Iglesia donde el cura está celebrando la ceremonia. Al final de la misma el propio sacerdote le da el pésame en persona pensando que es un familiar. Azorado Pepito no sabe cómo conducirse, si reclamarle parte del dinero o abandonar, no vaya a ser que le pida el certificado de defunción.

De igual modo en el bar de su amigo, enfrente de la Lonja, sufre otro lance divertido. Finalmente, visto el talante de todos, decide irse al Hotel “Las Arenas” en la playa del Cabañal, para disfrutar el final de semana con una enfermera que le ha atendido en  la UVI.

El relato constituye un guiño muy del gusto de Manuel Vicent. Un canto a la vida. Un dilema entre el Eros y el Thanatos, suspendido en la percha de colores de su prosa y con el sabor a mar al fondo.

Este relato nos recuerda el “Contra Paraíso”, el relato de su infancia donde las vistas caleidoscópicas de la costa también cambian de color según el día. En ese caso desde Vilavella, su patria chica. Es un paisaje que el autor conoce bien, desde las partes altas se divisa el mar y sobre ellas las naves de los argonautas.

En medio de la regata el escritor se recrea en la descripción y en las vidas de sus ricos personajes. Humor en estado puro. Dice en su libro que quizá no haya un instrumento más puro y humano que un faro. En este caso, es el propio autor, cuyo faro nos ilumina, y nos conmueve para distinguir lo sustantivo de lo accesorio, y lo hace a través de ese lenguaje puro, transparente, y tornasolado de su prosa.

                                                                       Pedro Liébana Collado

 

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