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Te recuerdo, Amanda

A pocos días de cumplirse cincuenta años de su asesinato en el Estado Nacional, tras ser brutalmente torturado, la Corte Suprema chilena ha dictado sentencia definitiva de 15 años de prisión para los siete militares responsables. Aquel recinto deportivo, que fue presidio de miles de partidarios del gobierno de Salvador Allende, lleva hoy su nombre: Estadio Víctor Jara.

Han pasado cinco décadas, y te recuerdo, Amanda. Cómo recuerdo perfectamente dónde y quién me puso en las manos el número 573 de la revista Triunfo, que había salido a la calle el 22 de septiembre de 1973. Su estremecedora portada, toda ella en negro, solo contenía una palabra en grandes letras blancas: CHILE.

Para los antifranquistas, Allende y la Unidad Popular eran una referencia lejana pero amiga. Aunque con escasa información sobre la complejidad del proceso chileno, el fatal y dramático desenlace de la llamada Vía al socialismo fue interpretado como una tremenda derrota de quienes soñaban en la España de los primeros setenta con una sociedad más libre y justa; una sociedad a la que se identificaba con una etiqueta que era casi como un conjuro de progreso y de libertad: socialismo.

A partir de esa derrota dramática, Chile y lo que aquel lejano país representaban se convirtieron en una referencia para los demócratas del mundo. Todavía hoy, la experiencia chilena constituye un recuerdo indeleble para los de mi quinta y anteriores. Es por ello que te recuerdo, Amanda: «La calle mojada / Corriendo a la fábrica / Donde trabajaba Manuel / La sonrisa ancha / La lluvia en el pelo / No importaba nada / Ibas a encontrarte con él».

Pero ni ese amor, ni tantos otros, pudieron impedir la tragedia, porque él «Que partió a la sierra / Que nunca hizo daño / Que partió a la sierra / Y en cinco minutos quedó destrozado / Suena la sirena / De vuelta al trabajo / Muchos no volvieron / Tampoco Manuel».

Aquel 11 de septiembre se rompió también el sueño del Venceremos, el himno de la Unidad Popular, victoriosa solo tres años antes: «Venceremos, venceremos, / mil cadenas habrá que romper, / venceremos, venceremos, la miseria sabremos vencer (…) Sembraremos las tierras de gloria, / socialista será el porvenir, / todos juntos haremos la historia, / a cumplir, a cumplir, a cumplir».

Resultó que aquello de que el pueblo unido jamás sería vencido no fue exactamente así. El pueblo, entendiendo por tal los sectores populares, antes y ahora es más heterogéneo de lo que algunos quieren creer. Más allá de otras consideraciones, Allende y la Unidad Popular habían obtenido en 1970 el 36 por ciento de los votos, populares y de clase media; pero el 64 por ciento restante había votado por las derechas, y entre ellos había también muchos votos de sectores populares. Así pues, la idea de un «pueblo unido» era hermosa, aunque más idealista que real: «El pueblo va a triunfar / Millones ya / Imponen la verdad / De acero son / Ardiente batallón / Sus manos van / Llevando la justicia y la razón / Mujer / Con fuego y con valor / Ya estás aquí / Junto al trabajador / Y ahora el pueblo / Que se alza en la lucha / Con voz de gigante / Gritando: ¡adelante! / El pueblo unido, jamás será vencido».

Pese a la dura y cruel derrota que padeció la Unidad Popular aquel 11 de septiembre del 73, los chilenos nunca dejaron de luchar por un futuro en el que -como dijera Allende en su última alocución- las grandes alamedas se reabrieran para que, algún día, los hombres y las mujeres libres pudieran construir una sociedad mejor.

En aquellas fechas, muchos adquirimos un compromiso con Chile: «pisar las calles de lo que fue Santiago ensangrentada». Y lo hicimos, tiempo después.

Muchas veces, antes de pisar aquellas calles, durante los años en los que en Chile se luchaba contra la dictadura y en España se hacía lo propio por avanzar en la democratización de un país devastado por cuarenta años negros como la noche negra, cantamos con Pablo Milanés aquello de «Más temprano que tarde sin reposo / Retornarán los libros, las canciones / Que quemaron las manos asesinas / Renacerá mi pueblo de su ruina / Y pagarán su culpa los traidores / Un niño jugará en una alameda / Y cantará con sus amigos nuevos / Y ese canto será el canto del suelo / A una vida segada en La Moneda / Yo pisaré las calles nuevamente / De lo que fue Santiago ensangrentada / Y en una hermosa plaza liberada / Me detendré a llorar por los ausentes».

Cincuenta años después, ¿cómo olvidaros?, ¿cómo olvidar a Víctor y a Manuel, Amanda?

Joan del Alcázar
Publicado en Levante.emv

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