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Valencia, el pronunciamiento

El pacto entre el Partido Popular y Vox en la Comunidad Valenciana es algo más que el acuerdo-marco de los dos partidos de la derecha para caminar juntos durante la próxima legislatura. El pacto de Castilla y León fue vergonzante. Alberto Núñez Feijóo, recién elegido presidente del PP, intentó esconderlo. El pacto de Valencia es ruidoso y desinhibido. Es la despertà (sesión de petardos matinal) de la derecha después del 28-M.

El pacto de Valencia es un manifiesto dirigido a toda la sociedad española. El pacto de Valencia es un pronunciamiento. El anuncio público de un nuevo tiempo político, basado en la dureza gestual, la lucha ideológica hasta la extenuación, el combate frontal con el adversario y la derogación de la obra de gobierno anterior. El pacto de Valencia conecta con otros movimientos de índole similar que en estos momentos se están produciendo en Europa.

Seguramente a la dirección nacional del Partido Popular le habría gustado una puesta en escena un poco más cauta, pero es imposible considerar que Carlos Mazón, líder del PP valenciano y futuro presidente de la Generalitat, haya negociado de espaldas a Alberto Núñez Feijóo. Valencia no es una comunidad secundaria en el mapa político español.

Otras cosa es que a Mazón le hayan podido las prisas ante de las exigencias de Vox y haya querido conjurar el riesgo de una arriesgada repetición electoral con una operación relámpago cuya puesta en escena no ha logrado controlar. Vox se ha apoderado de la escenografía valenciana para soltar un petardazo que ha llamado la atención de toda España. El pronunciamiento de Valencia dice lo siguiente: “El PP gestionará los intereses, nosotros nos encargaremos del lenguaje. A partir de ahora, el lenguaje de la derecha española será el nuestro”.

El nombramiento de un torero simpatizante del general Franco como futuro vicepresidente de la Generalitat Valenciana, encargado, entre otras tareas, del área de Cultura, fue la noticia del jueves. Vicente Barrera Simó, antiguo matador de toros, licenciado en Derecho y vinculado a una familia de vieja raigambre en la Valencia conservadora. Un gesto. Un manifiesto, efectivamente.

Después del torero, las palabras del aspirante a la presidencia de las Corts Valencianes, José María Llanos, negando la existencia de la violencia de género. Vox se ha apoderado del pacto de Valencia, asignándole un significado: con nosotros llega la contrareforma.

Después del torero, las palabras del aspirante a la presidencia de las Corts Valencianes, José María Llanos, negando la existencia de la violencia de género. Vox se ha apoderado del pacto de Valencia, asignándole un significado: con nosotros llega la contrareforma.

Puesto que el alto grado de sensibilidad feminista es una de las novedades más destacables de todos los estudios sociológicos sobre la España actual, el Partido Popular no ha podido mantenerse callado: se estaba jugando ya varios puntos de intención de voto. La política de la izquierda sobre los derechos de la mujer, pese a la pugnacidad entre Podemos y las feministas del PSOE, pese a los errores que haya podido cometer el ministerio de Igualdad, pese a la fragilidad jurídica de la ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual –de la que no se puede responsabilizar exclusivamente a la ministra Irene Montero- ha generado un marco dominante en la sociedad española. Quien se revuelva contra ese marco puede aspirar a llamar la atención, pero no a una mayoría electoral. El PP lo sabe.

En pocas palabras, el Partido Popular deseaba el pacto de Valencia, pero se la ha escapado de las manos su puesta en escena. El PP quería ese pacto porque necesita enviar el que ya está preparado para gobernar y puede contar con los apoyos necesarios para ello. Se puede permitir situaciones de colapso con Vox en comunidades más pequeñas, pero no en el escenario principal. PP y Vox han pactado en Valencia y en decenas de municipios. Unas negociaciones embarrancadas en la Comunidad Valenciana transmitirían un mensaje negativo para los populares en vísperas de las elecciones generales convocadas por Pedro Sánchez para el 23 de julio. Embarrancar en Valencia significaría trasladar el mensaje de que un voto al PP en las generales no se traduce en una gobernación viable.

Por el contrario, Sánchez ha demostrado que puede gobernar con solo 120 diputados en el Congreso tejiendo pactos en diversas direcciones. Esos pactos tienen coste político, pero se han demostrado efectivos: Sánchez ha aprobado tres presupuestos generales del Estado consecutivos, más numerosas leyes y decretos. El pacto de Valencia viene a demostrar que las dos derechas pueden actuar de manera unificada. Pero el PP ha perdido el control de la puesta en escena. Vox le ha ganado la partida.

Hay otro motivo detrás del pacto de Valencia. El acuerdo estratégico con la extrema derecha es hoy la consigna dominante en el Partido Popular Europeo (PPE) bajo la batuta del bávaro Manfred Weber. Este mismo viernes se ha materializado en Finlandia la coalición de gobierno entre los conservadores tradicionales (afiliados al PPE) y la extrema derecha. En Italia, el fallecimiento de Silvio Berlusconi y la probable extinción de su partido (Forza Italia) puede facilitar el acercamiento de Giorgia Meloni al PPE. Ella lo está deseando. La línea de Weber, que no trabaja sincronizado con la CDU alemana, puede dejar aislados a los conservadores alemanes, que siguen siendo contrarios al pacto con la extrema derecha. Recordemos el episodio del lander de Turingia en mayo del 2020, hace ahora tres años: la canciller Angela Merkel desautorizó al líder regional de la CDU, tentado de pactar con la extrema derecha, y se acabó eligiendo a un presidente regional de Die Linke (Izquierda).

Weber no es Merkel. La línea del PPE hoy es otra. La línea de Feijóo, alineado con Weber, hoy también pasa por el pacto con la extrema derecha, allí donde se estime necesario. Los alemanes se están quedando aislados con su política de contención al extremismo de derechas.

No hay que fijarse estos días ni en la luna de Valencia ni en los dedos que la señalan. Hay que prestar atención a esa política de pactos estimulada por Manfred Weber, el hombre que fracasó en 2019 como candidato a la presidencia de la Comisión Europea. Y preguntarse cuál es la idea de Europa que hay detrás de ese giro histórico. Valencia forma parte de ese giro histórico. Valencia es un pronunciamiento. Así lo explicamos en el vídeo-blog de hoy.

No nos equivocamos en ‘La Vanguardia’ cuando un mes antes de las elecciones del 28 de Mayo pronosticamos que el futuro de la política española se decidirá en la Comunidad Valenciana.

Enric Juliana
Publicado en La Vanguardia

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