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Vuelve la mujer

«Llamo delirio queer a mantener que el sexo no tiene existencia real sino que es
una construcción performativa»
Amelia Valcárcel

Continúa la brega para dilucidar quién seguirá teniendo poder y un cargo público y quién es relegado a puestos en los que difícilmente se comerá un torrado. Por mucho intríngulis y mucha pasión que le pongan al contarlo, tengo la seguridad de que es exactamente eso lo que está dificultando la tan ansiada unidad de la izquierda de la izquierda. De programas y de disensiones sobre temas concretos hemos oído y oiremos poco, aunque las haya.

Lo curioso es que mientras se desmiembran con poca camaradería, la mujer ha vuelto. Desde el Ministerio de Igualdad se ha retomado la palabra tabú, la que eludían, evitaban, rehuían, sorteaban y esquivaban durante la mayor parte de su mandato; la palabra MUJER. Estos días han aparecido tuits, sin necesidad de irse hasta la puerta de Tannhäuser, en los que hablaban de mujeres. No de personas menstruantes ni de útero portantes ni de cismujeres, no; de mujeres a secas. Hasta la inefable Pam ha pasado por el aro, lo que indica que tienen una leve idea de por dónde les han venido muchas leches, aunque no quieran reconocerlo. Creo que han descubierto lo difícil que es mantener un pulso con el feminismo tradicional y con la racionalidad, todo a la vez, ante la evidencia de que no haber ni siquiera recibido a las feministas de toda la vida, o sea a las feministas, las ha colocado en el disparadero. Vuelve la mujer, pero no como volvía el hombre apestando a Otelo, sino por sus fueros.

Feijóo, que no es tonto del todo, está dispuesto a jugar esa baza. De hecho, comenzó a prepararla desde su llegada a Génova. Ya el año pasado se reunió con un centenar de asociaciones feministas agrupadas en la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres, «ante la deriva queer» propugnada desde el ministerio de Montero y asumida de facto por todo el gobierno y sus socios. Una cuestión sobre la que se ha extendido una censura tácita basada en el miedo a los ataques que esperan a cualquiera que intente mostrar sus razonamientos antigeneristas (que no antitransexuales). Si no que les pregunten al psicólogo Errasti y al catedrático Pérez Álvarez por la campaña para impedir que presenten sus libros incluso en las universidades.

Decía que Feijóo puso en marcha su olfato para penetrar en ese voto y que confió a cargos LGTBI de su partido pulir la estrategia. Ayer, en una entrevista, culminaba su posicionamiento ofreciendo la derogación de la llamada Ley Trans —en realidad, ley transgénero de autodeterminación de sexo registral— pero dejando claro que habrá una legislación de los derechos transexuales, como de facto existía antes. ¿Va a conseguir Feijóo el voto de las feministas de izquierdas? No lo creo, pero sí que, cubriendo ese espectro y con las propuestas que lanzó ayer, impide que la campaña del lobo feroz fuerce el respaldo de estas a otros partidos. El líder de los conservadores se posicionó ayer en un punto que hasta muchos votantes socialistas moderados respaldarían: una ley de derechos transexuales que contemple la disforia y el refrendo de la ciencia; el mantenimiento de una ley de eutanasia con algún retoque y la asunción de la ley de plazos del aborto, de la que ya afirmó que no hará cuestión. En sus declaraciones ni siquiera atacó la nueva legislación laboral, aunque sí mencionó una reducción de carteras que dejaría sin ministerio a Igualdad, lo que, como drama para movilizar al votante progresista, es escaso. Zapatero también prescindió de este en una remodelación, pasando a Bibiana Aído a secretaria de Estado de Igualdad, dependiente del ministerio de Sanidad y Políticas Sociales que regía Pajín. A fin de cuentas de lo que se trata es de realizar políticas para la igualdad efectiva de hombres y mujeres y no de si estas rotulan un ministerio que en realidad se dedica a otras cosas.

No pretendo afirmar que las feministas socialistas y tradicionales vayan a cambiar de espectro ideológico, sino que ni a Sumar ni al PSOE les va a bastar en este campo con amenazar con el coco Feijóo. En aras a la claridad, todos los partidos deberían especificar cuál va a ser su posicionamiento futuro respecto a esta cuestión. No solo porque hay muchas mujeres dispuestas a votar en blanco, testimonialmente a la Alianza Feminista o incluso a abstenerse, sino porque a todos los ciudadanos les interesa saber quién sigue empecinado en pelearse con la racionalidad y con la ciencia, para decirnos que no existe un sexo biológico y que se trata de un mero sentimiento. No es cuestión baladí saber si tu partido de referencia se pelea con la evidencia y con la razón y se apunta al brillibrilli del pensamiento mágico. No lo es, doy fe de ello. Cuando un político está dispuesto a abrazar lo irracional en un tema grave por mero interés, nada te dice que no lo haga en otros.

Feijóo busca con este movimiento más posibilidades de gobernar en solitario. No está seguro de si el cabreo y la decepción del movimiento feminista clásico le llevará los votos, pero dándoles lo que quieren y prometiendo no tocar el resto, se asegura una desmovilización hacia el otro bando que le favorece. Si él no asusta con la agenda feminista, ya no es obligado para muchas votar a quienes las han agredido esta legislatura para contrarrestarlo. Cuando Irene Montero, por cuya continuidad se está matando y muriendo ahora mismo, le contesta que «es un nuevo intento de disciplinar al movimiento feminista y LGTBI que está a la vanguardia del avance de derechos del todo el mundo», olvida que el cachazudo líder de la derecha sí ha hablado con las feministas que ella despreció y que es muy infantil pretender que la nueva religión queer es más moderna y más chachi que cualquier otra creencia castradora de la razón y las libertades.

Verán cuando terminen de pactar las listas y tengan que explicar en campaña por dónde va a ir su feminismo en el futuro. Verán cuando el PSOE se escabulla de explicar por qué apoyó tal delirio legislativo, incluso contra sus propias huestes. No saben cuántas mujeres estamos hasta el gorro de que una nueva inquisición haya querido borrarnos y resignificarnos por puro interés electoral. Ahora lo revolucionario es exigirles a los gobernantes que nos devuelvan nuestro lugar, el de la mitad de la humanidad. Por eso se atraganta tanto que Irene Montero vuelva al hemiciclo y, Dios no lo quiera, al Gobierno donde no ha sabido sino relegar las verdaderas luchas de las mujeres.

Vuelve la mujer, pero a las urnas.

Elisa Beni
Publicado en El Nacional.cat

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