María Martín: “A nosotros, que no somos nada, el mundo entero nos da la espalda” (24 julio 2014)
María Martín, paradigma del sufrimiento de las víctimas del Franquismo, ha fallecido esta madrugada. Nunca pudo recuperar los restos de su madre, Faustina López, asesinada en 1936 y enterrada al pie de una carretera. Tampoco saber si su primera hija había sido robada.
Hace dos meses la llamé otra vez. Su voz, ya completamente rota, me transmitía que estaba muy cansada, mucho más que cuando la conocí, en 2011. Me preguntó por mi familia y le dije que estábamos bien. Me deseó mucha suerte y me dijo que ojalá nos volviéramos a ver. Ayer la volví a llamar. Quería saber si seguía viviendo en la misma casa o vivía con alguno de sus hijos, pues quería enviarle una carta y unas fotografías de una proyección de Vencidxs en Barcelona, donde ella había sido la protagonista, como le conté la última vez. No me atendió las llamadas, pero su hijo me llamó después. Me dijo que ya no tenía voz. Le dije que le dijera que había llamado. Me dijo que sí, que seguramente se acordaría de mí, que seguía teniendo mucha memoria. Esta mañana su hijo me llamó con la esperada noticia: María había dejado de sufrir.
Víctima por ser arrancada de los brazos de su madre, Faustina, que fue asesinada por no pagar un chantaje de 1000 pesetas a los falangistas. Víctima del saqueo de sus verdugos, recuerda cómo se repartían todas sus posesiones con Faustina de cuerpo presente. Víctima de las palizas que propinaban a su padre, que le hacían llegar a casa con la carne del brazo colgando. Víctima del aceite de ricino y de las guindillas, que le hacían tomar a ella y a su hermana desde los 6 años hasta los 17. También a las mujeres embarazadas, como a aquella que le hicieron tragarse el doble de ración por defenderlas. Mujeres que acababan inconscientes, en la cama, exhaustas de dolor y humillación. Víctima de los encuentros callejeros con algunas gentes de derechas, que amenazaban constantemente con matarla como a su madre. Víctima del presunto robo de una niña, y digo presunto por ser lo periodísticamente correcto, porque me imagino que una madre sabe estas cosas. Víctima de la indiferenciade las autoridades a las que constantemente pidió ayuda sin recibir respuesta, hasta que la construcción de una carretera acabó con la posibilidad de recuperar los restos de Faustina.
Nunca más pude volver a abrazar a María. Ayer llamé a mi compañera Mónica Solanas diciéndole que teníamos que preparar un buen reportaje sobre María, pues tenía un mal presentimiento. Tampoco nos dio tiempo. Pero ya da igual. Hoy sólo me gustaría hacer tragarse esta historia a todos y cada uno de los que nos gobiernan y que jamás han sido capaces de resarcir tanto dolor, porque son personas inmaduras que no saben separar sus intereses personales de las necesidades de quien todo lo perdió. Me gustaría aplastar el ego de quienes utilizaron la memoria de María en beneficio propio y que luego jamás la ayudaron. Me gustaría no creer en la frase de María que hoy escribo para titular este artículo y que tanto ha resonado en mi cabeza desde que la conozco. Me gustaría creer en Dios para pensar que María por fin se ha reencontrado con su madre, a la que no ve desde los 6 años, y que ya ahora descansa en paz.
La historia de María
La historia de María Martín López está recogida en el proyecto Vencidxs (documental+libro+web de testimonios que comenzaremos a liberar tras el verano). El libro lo puedes comprar en este link. La historia de María fue cedida íntegramente a Periodismo Humano.
Aitor Fernández
Artículo publicado en Los Ojos de Hipatia