Carta a Pérez Reverte
Antes de seguir, ratifico el derecho que tiene cualquier autor a contar la historia como le pete. Incluso a hacer con ella falsa moneda con la que compra un éxito dudoso. Faltaría más. La libertad literaria es sagrada. Lo que ya no es tan sagrado es pretender sentar cátedra y falsear los conceptos que se vierten, no en la novela, sino en la realidad, cosa a la que usted, señor Pérez Reverte, con su logorrea característica nos tiene acostumbradas. Flaco favor hace a la historia, flaco favor hace a las víctimas de esta triste historia de España.
Usted, señor Pérez Reverte tiende a confundir el exabrupto verbal, la exclamación retórica con la verdad. Es como aquel borrachillo de bar que expande manos y gritos asegurando que “esto lo arreglaba yo con dos hostias bien dadas” Puro y genuino Pérez Reverte con menos clase si cabe pero con idéntica retórica.
Nos cuenta, señor Pérez, que han sido los politicuchos los que han desenterrado la memoria y con ello abrieron heridas donde todo estaba sanado. Poco sabe de ello si de verdad cree lo que dice. Poco ha escuchado a la gente (desgraciadamente ya escasa porque han ido muriendo de asco casi siempre) que protagonizó los hechos que cuenta en su libro. Usted, que se precia de documentarse para lo que cuenta con suficiente ayuda y medios, se le ha quebrado el tercio. Si hubiera escuchado a los protagonistas observaría el dolor y la impotencia ante el sentimiento de injusticia que les invade a todos. Perdón, no a todos, solo a los que perdieron la guerra. Esa guerra que, usted, señor Pérez Reverte, refleja como algo sin ideología, que solo era amasijo de sangre, sudor y lágrimas. Una guerra a su medida o a la medida de literatura de chiriguito de aeropuerto. Acción, gritos y aventura. Como la visión que da de todas las guerras que ha vivido…O dice que ha vivido. Cuestión de gónadas, como todo lo suyo, amigo Pérez.
Y no, detrás de una guerra hay una historia. Lícito es obviarla pero no me diga usted que hace un libro sobre unos hechos históricos, porque no es así. Como mucho será libro de aventuras. La guerra de España, como tantas en las que los pueblos se tienen que levantar ante una violencia ejercida desde el poder, fue justamente lo que usted dice que no es. Ideología.
Parte del pueblo español se levantó una mañana con un golpe de Estado propiciado por unos militares africanistas patrocinados por las potencias del Eje, que luego provocaron la II Guerra Mundial. Usted quiere hacer de la Guerra Civil una batallita como de Hollywood y no está mal, pero no es historia, es bestseller de aeropuerto.
Parte del pueblo español no estaba de acuerdo con el golpe y se levantó en armas. Parte del pueblo español tenía ideas de progreso , libertad, igualdad, liberación de un feudalismo obsoleto, de una iglesia opresiva y de un patriarcado asesino. Y quería otra cosa. Y no es que yo divinice a la parte republicana, que bien sé que las cosas se desmadraron en la retaguardia con sucesos duros de asimilar por los que amamos la paz. Pero es que en las guerras a una acción suele seguirle una reacción. Si bombardean una ciudad y matan niños los aviones alemanes, la gente enfurecida se toma la justicia por su mano. Jamás se me ocurriría justificarlo, solo entenderlo. Concedido.
En una guerra los quintacolumnista, reales o supuestos, son siempre muy maltratados porque es genuino que la violencia emborracha y ciega. Pero no podemos olvidar qué, quién y cómo (preguntas muy periodísticas que usted, Pérez Reverte, olvida con frecuencia) Qué: fue un golpe de Estado. Quien: Lo dieron los militares. Y se aliaron con el fascismo y el nazismo para doblegar a un pueblo en una dictadura duradera que aún colea. Y no, no lo dicen los políticos que han andado siempre detrás del pueblo en eso de la Memoria Histórica y hubo de sacarles las leyes a manotazos porque no les interesa en absoluto conocer la historia. Por qué: para mantener el orden establecido en la España anterior a la República, un sistema corrupto, una monarquía caduca que permutaba el feudalismo medieval en su provecho.
La historia de la República y la guerra no se conoce, querido señor Pérez, porque ni se estudia en las escuelas ni se cuenta en los sitios donde se debiera, por eso, si la sacamos es por dar la versión de la otra parte, porque la oficial, la que nos han venido contando durante ochenta años, es la conocida. La estudiada en los colegios; si tiene dudas mire lo ocurrido estos días en Madrid con el nombre de las calles dedicadas a Indalencio Prieto y a Francisco Largo Caballero. O las frases que Ortega Smith dedicó a las 13 Rosas.
No me diga que han sido los políticos quienes abrieron las heridas. En absoluto. Las heridas estaban supurando, y siguen bien abiertas porque nunca cerraron. No hubo interés más que en propagar la venganza. En las cunetas del pueblo español, en las iglesias como en la Macarena de Sevilla, donde yace entre honores un tal Queipo de Llano y tantos más, que se permitían asesinar una vez conseguida la victoria, insultar a las mujeres vencidas y hacer befa del derrotado, como hacen siempre los mal nacidos.
No, no hemos abierto heridas, querido señor Pérez Reverte, porque estaban gangrenadas. Mientras los luchadores españoles de la II Guerra Mundial, se batían y caían en campos de concentración y al ser liberados no tenían a donde volver. Eran apátridas porque el régimen franquista no los reconoció como españoles. El resto tornó a sus países como héroes, los españoles vagaron por el mundo en un triste exilio que no cerró heridas.
Usted no se ha documentado en absoluto, porque con que hubiera preguntado a los hijos o nietos de los luchadores le hubiéramos contado las lágrimas que vimos tragar, el doloroso silencio, las humillaciones que sufrieron y sufrimos. Compartí internado con la hija de un prisionero de campo…¿Sabe señor Pérez que la superiora me llamó para desaconsejarme su amistad en base al rojerío de su padre? Y no le hablo de la prehistoria porque una calza canas pero no tantas, corrían los setenta. Mi amiga tuvo y tienen heridas sin cerrar porque su padre vivió más de veinte años en un campo de concentración y en las cárceles franquistas. Como mi abuelo. Así que no me hable de heridas cerradas porque jamás nos dejaron cerrarlas.
Si hubiera hablado con alguno de los contendientes, cosa imprescindible para documentarse, hubiera constatado como sigue doliendo la Memoria. Sin rencor, porque puedo asegurar que jamás vi rencor en ninguno de los derrotados y derrotadas pero sí una búsqueda de justicia, de reparación de una memoria muy digna que representa a las ideas por las que lucharon.
Y pasamos a la segunda premisa que niega con alevosa altanería: la ideología. Cuenta usted que en las guerras que ha trasmitido nunca vio ideología. Puede ser. No le niego su experiencia aunque se ha discutido mucho por sus propios compañeros y compañeras. Tan solo le digo que a veces la propia mirada distorsiona la realidad. Usted dice de sí mismo que no tiene ideología (si eso fuera posible, que no lo es, porque siempre hay ideología y más cuando se niega) puede ser que su visión de los conflictos fuera meramente exportación de la bravuconería masculinista de la que alardea sin mesura. Porque, señor Pérez Reverte, para usted los razonamientos no existen, tan solo los cojones y la decisión brava del machote carpetovetónico. Y eso puede ser que distorsione la realidad.
En la antigua Yugoslavia había ideología, en Sarajevo cuando los serbios mataban como a conejos a todo el que osara cruzar una calle era justamente por ideología. No lo dude, los serbios hicieron limpieza étnica sobre musulmanes por ideología y por ideología defendían la patria yugoslava mientras se descomponía como melón podrido. Puede ser que no nos entusiasmara la ideología que practicaban pero existía. Siempre existe. Cuando un pobre se levanta contra el poder. Cuando un poderoso defiende privilegios. Cuando una fe se quiere imponer por la fuerza. Cuando una idea, raza o pensamiento quiere imponerse, y otro bando se defiende, es por ideología. Luego esa ideología es utilizada por otros poderes… seguro, pero se empuña un arma, se mata o se muere por ideología.
Lo que obvia usted es que hay ideologías e ideologías. No quiero ser maniquea, líbreme Dios, pero nunca será igual luchar por la libertad de un pueblo, por la igualdad, por los pobres de la tierra, por el pan, que defender privilegios, defender poderosos. Nunca puede ser igual porque entonces igualamos a la víctima con el verdugo y nos convertimos en bestias.
Si en la guerra de España no había ideología, no se luchó por ideas y ambos bandos eran iguales, los campos de concentración (fiel consecuencia del ideario de los amigos de Franco) no son condenables. Meras trapacerías del triunfador que quiere limpiar la raza ¿no es así, señor Pérez Reverte? Si negamos la legalidad republicana y la traición de un militar sublevado apoyado por el fascismo, entendemos que lo de Austria, Polonia fue una forma de ampliar espacio. Y todo igual.
No. Claro que había dos bandos bien diferenciados sin posibilidad de equidistancia porque jamás, jamás podemos equiparar a la legalidad con el golpe fascista. Me podrán hablar de los fallos de la II República, que los tuvo, pero sabemos que en el mundo civilizado cuando las cosas no nos gustan luchamos para cambiarlas dentro de un civismo legal. O de una revolución, que también. Lo que no es lícito es aprovechar las armas y la formación que el pueblo dota a su ejército para que éste se vuelva contra el propio pueblo. Eso, amigo Pérez, es un golpe de Estado, cosa muy fea e ilegal.
Por eso, niego que fueran dos bandos enfrentados, como usted e historiadores a la violeta, nos pretenden hacer creer. Dos bandos iguales, equidistantes. No, jamás lo fueron. Fue un golpe que no triunfó aun teniendo al capital y a las potencias fascistas a su favor y parte del pueblo que se levantó en armas, en total desorganización, sin apoyo ninguno (el ruso tardó en llegar y lo hizo de forma harto cuestionable) Hablar de equidistancia, igualar los bandos no hace más que faltar a la verdad e insultar a los vencidos.
Que por otro lado, han recibido ya tantas vejaciones que una más les(nos) resbala. Lo triste y lo que impele a escribir esto, es la mentira histórica que ustedes pretenden difundir a las generaciones venideras. Mentir en la historia es pecado mayor que suele pagarse caro. Ya sabe lo que dijo George Santayana: los pueblos que no conocen la historia están condenados a repetirla. Pues eso.
Por otro lado, le deseo éxito, que no dudo que tendrá, en su libro de aventuras, que es sobre la batalla del Ebro y bien pudo ser sobre el Far West. O cualquiera de las batallitas que se cuentan cual abuelo Cebolleta, con arte y buena letra, eso sí.
María Toca
Artículo publicado en La Pajarera
septiembre 28th, 2021 at 7:50 pm
Gracias por desenmascarar a esta gente que quiere mentir sobre la historia y que causa tanto daño a la verdad, a las generaciones venideras y sobre todo a los que perdimos familiares de manera cruel en manos de militares golpistas.