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Montserrat Roig – “Tiempo de cerezas”

“Tiempo de cerezas”
Autora: Montserrat Roig
Editorial:Argos Vergara. Año: 1979

Montserrat Roig fue una periodista y novelista española que escribió en lengua catalana y castellana. Nació en Barcelona en 1946 y murió en la misma ciudad en 1991.

Su muerte prematura por un cáncer de pecho, no le impidió alcanzar un considerable reconocimiento por su comprometida carrera de escritora y su compromiso feminista. Escribió como periodista para el diario Tele-exprés, El País, y las revistas Avuí y La Calle, entre otros. Hizo algunas colaboraciones también en televisión especializándose en entrevistas. Fue famosa en este género. En una de ellas la anécdota la protagonizó Josep Plá, el famoso escritor y periodista catalán, cuando le dijo “Señorita, con esas piernas que Vd tiene, ¿Cómo es que se dedica a éste oficio?”.

De origen burgués, conoció la militancia política en los años 70 en el seno del PSUC, al que accedió después del encierro que tuvo lugar en el convento de los capuchinos de Sarriá en 1966. Los sucesos que quedaron acuñados para la historia antifranquista como La Capuchinada. Marcaron la protesta del sindicato democrático de estudiantes (SDEUB), un sindicato clandestino que se oponía al sindicato oficial del gobierno, el SEU, que al poco tiempo perdió todo predicamento. El gobierno de Franco actuó sin contemplaciones y el comisario jefe, Creix, desde la Jefatura de la Vía Lateyana, doblegó la protesta con todas la fuerzas a su cargo, practicando todo tipo de represión, incluídas torturas y detenciones.

Ese mismo año, Montserrat Roig se casó muy joven con el arquitecto catalán, Albert Puigdomenech del que se separó a los tres años. Al principio de los setenta decidió compartir su vida con Ramón Sempere, el Director de Treball, órgano de prensa del clandestino PSUC, partido al que se afilió durante algún tiempo. Con cada uno de ellos tuvo un hijo. Su militancia se vió frustrada y de un cierto desánimo en su compromiso militante.

El ambiente familiar en el que se crió fue de una honda influencia cultural. Desde muy joven estudió Arte Dramático en la escuela Adriá Gual, donde conoció a algunas personas que luego conformaron su futuro círculo de amistades, como fue el caso de la periodista María Aurelia Campmany que luego fue una famosa periodista barcelonesa, y militante del PSC. Continuó luego los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, en 1963 y se licenció en ella en 1968. Trabajó después para la Gran Enciclopedia Catalana. Participó también en 1970, en el encierro de Montserrat para protestar por el juício de Burgos. Fue miembro de la Asociación de escritores en lengua catalana, entidad con la que colaboró en varias ocasiones. Incluso llegó a ejercer como profesora de catalán en la Universidad de Bristol.

En la obra literaria, Monterrat Roig se esforzó por describir el punto de vista de la mujer de su tiempo, sus necesidades y aficiones, sus vidas, sus inquietudes y sus relaciones. Suelen ser relatos del entorno del Ensanche barcelonés. Y lo hace en un escenario de decadencia, dentro de una ciudad zambullida en el tardofranquismo, sometida al oscuro desarrollismo de los alcaldes franquistas (Porcioles y otros) marcados por la expansión desbordada de los años anteriores.

Hay varias novelas que enlazan sucesivos fotogramas de esa época. Destaca principalmente la trilogía formada por Ramona, adios, Tiempo de Cerezas y La hora violeta. A través de las cuales, Montserrat Roig vuelca su percepción sobre ese emporio de la parte alta de la ciudad, donde dos familias adineradas, los Miralpeix y los Ventura Claret, se han establecido. Ambas han hecho fortuna con el régimen político y con la actividad inmobiliaria en la ciudad.

En el caso de Tiempo de cerezas, Natalia, la protagonista, es el eje conductor de la acción. Vuelve después de una larga estancia de 12 años repartidos entre París e Inglaterra, que corresponden a los años transcurridos desde la huelga minera de Asturias de 1962 y el asesinato de Julían Grimau de 1963, a la muerte de Puig Antich, en 1974, uno de los últimos ajusticiamientos firmados por el Dictador. Cuando vuelve lo hace para reencontrarse con los suyos y con su historia familiar desde que el despótico Joan, el abuelo, hasta su nieto Marius. Es un retrato impresionista en que la autora hila ciudad y familia.

La narración está redactada en tercera persona y distribuída en cinco partes. En ocasiones con vuelta al pasado de la joven, cuando comenzó su vida de estudiante, sus primeras relaciones, su embarazo y las dificultades para la mujeres de esa época en desenvolverse en un medio hostíl y con las limitaciones legales del momento, hasta que decide marcharse y abandonar su entorno con el que no se encuentra feliz. Describe la grisura de su vidas, la decadencia de los años del franquismo, y sus deseos de vivir otra vida fuera de esas coordenadas, buscando denodadamente el paraíso perdido, el tiempo de cerezas, al que alude el título del relato. Son tiempos de ilusiones perdidas y experiencias fracasadas.

Joan el padre de la protagonista, Judit su mujer impedida y trastornada por la muerte de su amiga Kati, tan solo espera la muerte. La tía Patricia casada sin amor con un oscuro poeta, la grisura de su vida. En ella se detiene, pero sobre todo, en la evocación de su casa y su jardín, recordando el limonero desaparecido. Su hermano Joan, egoísta y ya casado, su matrimonio con Silvia, tan solo preocupada de su físico, sin otras ocupaciones. Es todo una constelación de personajes que pibotan en su entorno y que son analizados por la autora a través de su protagonista, aderezado su narración con sus paseos por Barcelona. La ciudad dice la autora, la llevamos dentro, y forma parte de nosotros mismos. La obra es un análisis de su tiempo desde la mirada de una mujer comprometida. En su mirada y su forma de sentir se encuentra la nueva realidad de una ciudad enorme, comparada con la que dejó, que se convierte en una referencia propia, y de su viejo entorno burgués. El detalle del jardín y el limonero, es su referencia más explícita a sus primeros años en sus relaciones familiares.

Manuel Vicent hizo una descripción del talento de esta malograda escritora dentro de sus daguerrotipos, reconociendo también su belleza, y Ana María Moix le hace todo un homenaje en el momento de su muerte, reconociendo su entrega como periodista, y como escritora, haciendo constar el vacío dejado difícil de llenar. En esa referencia, alude a sus apasionadas y bellas columnas periodísticas y a su compromiso ideológico, aludiendo al punto de vista femenino de su obra narrativa, llegando convertirse en una gran escritora en las dos lenguas, catalán y en castellano. Vázquez Montalbán le tributó siempre un reconocimiento a su talento desde que la conoció en el PSUC.

Marta Pesarrodona en el décimo aniversario de su muerte consiguió los derechos de edición de un trabajo narrativo que hizo la autora sobre el cerco de Leningrado, trabajo encomiable. Viaje al Bloqueo (1980) fue una obra que lleva en su introducción un texto de Rosa Montero. Algunos otros textos han caído en el olvido, como el caso de la Aguja Dorada, un libro de viajes sobre S.Petesburgo, difícil de encontrar. Otras en el campo de la no ficción, se encuentra su investigación sobre los catalanes que fueron a parar a los campos de concentracióin alemanes. Los catalanes en los campos nazis fue un meritorio trabajo de recapitulación de los que se fueron y no volvieron y de los supervivientes.

El camino abierto por ella y por Rosa Regás, Rosa Montero, Elvira Lindo, Maruja Torres, fue encomiable. Su labor ha sido impagable por ser pioneras y por valorar en la literatura otros referentes, una mirada y otros enfoques distintos sobre los acontecimientos. Sobre todo, en el caso de Montserrat Roig, hay que descender a leer sus columnas sobre el papel de la mujer y la defensa de sus reivindicaciones, y también del derecho de defensa de la mujer inmigrante. Recibió un respetable numero de reconocimientos antes de su prematura desaparición. Hace poco, Inés Martín Rodrigo, escribía en el diario Levante, su compromiso de libertad, a caballo entre el olvido y la vigencia de su literatura.

Pedro Liébana Collado

 

 

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