Ricos y pobres

En una obra de Bertolt Brecht cuyo título no recuerdo, hay una escena donde el Rico del pueblo (el Capital) se cabrea con el Alcalde (el Político) y lo amenaza con destituirle de su cargo. El Alcalde le pregunta a quien va a poner en su lugar y, el Rico le contesta que se pondrá él mismo y, así, hará todo cuanto mejor le convenga. El Alcalde le recuerda al Rico que, este, tiene la costumbre de vivir muy bien, viajar, fiestas, etc, con lo cual no va a tener tiempo para ocuparse de la alcaldía. El Rico le contesta que eso no es ningún problema, que ya pondrá a alguien a hacer ese trabajo. Entonces, este, le recuerda que para eso ya le tiene a él, con lo que consigue que el Rico, después de dudar un poco, le restituya en el cargo. En eso consiste la Política en el Sistema Capitalista y, también, en una dictadura: quien manda, manda.

Si eso es así, podemos preguntarnos ¿para qué sirve la Política? ¿Qué lecciones se desprenden de esta fábula? Los pesimistas y derrotistas dirán que demuestra que todo está amañado, que no hay nada que hacer. Por el contrario, los pragmáticos y luchadores sacarán conclusiones positivas. La primera es que los Ricos son prescindibles en cualquier sociedad mínimamente justa. La segunda es que los políticos, son imprescindibles, que alguien tiene que organizar y dirigir la Sociedad… y que esto se puede hacer en dos direcciones netamente opuestas: a favor de los Ricos o, a favor del Pueblo, o, lo que es lo mismo, de la Justicia Social.

Comprobado está que el historial de fracasos de aquellos que han intentado esto último es inmensa. Es muy difícil ganarle la batalla a los Ricos: son tan poderosos que, cualquier error cometido, por pequeño que sea, se paga. Un Rico, por definición, es un miserable que escatima al máximo en salarios, explotando recursos y a personas hasta el límite, pero que, si peligrar su status, es capaz de volverse generoso pagando sicarios, jueces, militares, periodistas, políticos, etc, para apagar cualquier atisbo de incendio, y, esto los convierte en prácticamente invencibles.

Pero ellos saben que no lo son, y no logran vivir tranquilos. Saben, son conscientes, de que siempre habrá personas dispuestas a luchar, a dar la cara, a pelear por conseguir un reparto más justo de los bienes sociales, por defender una Sanidad, Servicios Sociales y Educación pública y eficiente, así como Salarios Dignos para todos, que nunca van a encontrar excusas ni mentiras suficientes para “justificar” el privatizarlas. Quizás lo consigan, pero lo que no conseguirán es dormir en paz, no por su conciencia, sino por su consciencia de que pueden pagar muy caros sus excesos. No será la primera vez en la Historia.

Miguel Álvarez